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San Sebastián.
Lunes, 3 de junio 2024, 02:00
Imanol ha apostado en su quinta temporada completa al frente del equipo por regresar al sistema que más ha utilizado, el 1-4-3- ... 3 con el que despegó desde el curso 19/20 y que relegó el pasado año porque disponía de unos mimbres diferentes. Entonces Oyarzabal y Barrenetxea se perdieron los primeros meses porque salían de lesión y sin gente específica de banda optó por aplicar el 1-4-4-2 en rombo juntando arriba a Kubo y Sorloth, que se revelaron como una pareja letal por lo bien que se compenetraron. En el centro del campo el fichaje de Brais Méndez permitió juntar a un cuarteto de lujo con Zubimendi, Merino y Silva y el resultado fue una Real de Champions que en enero era incluso tercera en la clasificación.
En verano pasado, sin embargo, se dio una situación diferente porque se marcharon Sorloth, el máximo goleador, y Silva, el asistente del equipo. Dado que en banda estaban Kubo, Barrenetxea y Oyarzabal, el técnico optó en concentrar el juego por las esquinas para arrancar con fuerza el campeonato.
Juego exterior. El japonés y el donostiarra empezaron con fuerza la temporada, no solo por su desequilibrio en el mano a mano sino porque tradujeron en números su capacidad de desborde. Kubo llevaba 6 goles y 7 asistencias en los cuatro primeros meses y Barrenetxea 5 y 2, respectivamente. En Liga la Real se afianzó en puestos europeos y en la Champions fue un vendaval que se llevó por delante al Benfica y al Salzburgo para ser primera de grupo por delante del Inter.
Pero a partir de diciembre empezaron los problemas con la lesión en el tobillo de Barrenetxea, que convirtió a la Real en un conjunto más previsible en ataque porque Kubo se quedó como única amenaza ofensiva y era más fácil de neutralizar mediante la superioridad numérica defensiva del contrario. Para colmo de males, el japonés se marchó en enero a la Copa de Asia y desde entonces no volvería a ser el mismo. El 1-4-4-3 con extremos escurridizos pasó a mejor vida y hubo que readaptarse a partir de febrero.
Cinco delanteros centro. El estilo de juego se ha visto condicionado por las características del 'nueve'. Hasta cinco diferentes ha alineado Imanol. Empezó con Carlos Fernández, le siguió Sadiq, luego apostó por Oyarzabal, André Silva tuvo su oportunidad a partir de diciembre y hasta Becker ha jugado arriba en el tramo final. Cada uno con un perfil diferente que el oriotarra ha tratado de adaptar a las necesidades del partido y la exigencia del rival. Pero cuando un puesto tan importante baila tanto se resiente el juego colectivo, que tiene que estar al servicio de su futbolista más cercano a la portería rival.
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El año pasado la Real jugó para Sorloth con Kubo y Silva como grandes asistentes del noruego. Esta vez el único al que le han podido buscar con cierta continuidad ha sido Oyarzabal, que firmó sus mejores registros cuando Kubo y Barrenetxea estuvieron enchufados.
Esa circunstancia ha hecho que el txuri-urdin no haya sido un equipo especialmente profundo para atacar los espacios y vertical en el contragolpe a diferencia de los años anteriores con Imanol, en el que explotaba bien esa faceta. La mayoría de sus goles han llegado en ataques posicionales y la estrategia, acciones que se ha visto a dominar más.
Presión cuando hubo piernas. El libreto de la Real en los últimos años ha pasado por una buena presión adelantada en campo contrario que dificultara la salida de balón rival. Este año dio un paso adelante en esa faceta, sobre todo en partidos de máxima intensidad como en el Bernabéu o en la Champions, porque Brais podía abarcar más metros a intensidad más alta que David Silva en esa misión, aunque luego la calidad del canario fue indiscutible en ataque. Eso posibilitó una disposición más adelantada en el campo, que los centrales pudieran saltar más fácil a perseguir a sus pares y que la zona ancha se hinchara de recuperar balones.
A pesar del dominio que le dio esa disposición sobre el terreno de juego hubo partidos que se resolvieron con resultados cortos como ocurrió en Lisboa ante el Benfica (0-1) por esa falta de mordiente arriba. Sin embargo, con el paso del tiempo y el desgaste de una temporada tan exigente en el plano físico, esa primera presión se resintió porque era complicado mantener esa intensidad y el equipo pasó a jugar unos metros más retrasado, con todo lo que ello implica.
Una vez eliminado de la Champions y con solo la Liga por delante, la Real pudo volver a imponer su físico para ganar partidos ante el Cádiz, Alavés, Las Palmas, Valencia y Betis con los que se ha hecho acreedor a la sexta posición de Europa League.
Tres centrales como recurso. Partiendo de una línea atrás de cuatro jugadores, Imanol la ha retocado en momentos puntuales para jugar de cinco y adaptarse a contextos especiales. Lo hizo en Anoeta contra el Rayo Vallecano para ganar amplitud en zona de iniciación en una época en la que sufría ante presiones adelantadas y la empleó también en la visita al Barcelona para tratar de neutralizar a los jugadores azulgrana más ofensivos. En esta ocasión también influyó en su decisión las lesiones de hombres importantes atrás como Zubeldia, Zubimendi y Galán.
La presencia de Pacheco, con una buena salida de balón por el perfil izquierdo le ha permitido alternar esas dos posibilidades incluso dentro de un mismo partido, tanto en fase ofensiva como defensiva, lo que ha generado incertidumbre en el contrario. En esas situaciones casi siempre ha caído Zubeldia a la zona derecha y Le Normand se ha colocado como último hombre. Con todo no han dejado de ser soluciones puntuales para defender ventajas cortas en momentos de debilidad atrás o para saltar mejor en banda con una línea más extensa de efectivos.
Poderío a balón parado.La Real ha sacado provecho también del balón parado, a pesar de que pasó una mala época a principios de 2024 en la que encajó goles importantes de estrategia como el de Mbappé en París que condicionó la eliminatoria. Budimir y Santi Comesaña, de Osasuna y Villarreal, también le marcaron de córner en esas semanas.
Pero en la fase ofensiva se ha ido por encima de los diez goles, con el partido en Almería como máxima expresión en la que dos tantos llegaron desde lanzamientos de esquina peinados en el primer palo por Aritz. De córner también marcó, con Merino al Cádiz en Anoeta y en Villarreal, en Mendizorrotza con Pacheco y en Granada en segunda jugada con Le Normand, y de libre directo con Brais en el Sánchez Pizjuán y el Villamarín.
En el fútbol moderno el balón parado es clave para desatascar partidos y la Real así lo ha utilizado como ocurrió hace dos semanas en el decisivo partido contra el Betis.
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