Llega la temporada a su semana final con partidos decisivos y sin margen de error. Es el caso de la Real, que afronta dos finales, mañana en casa ante el Valladolid y el domingo en Pamplona, para asegurar el billete a la Europa League. El pase a la nueva y exótica Conference League está ya asegurado, aunque hay que hacer un último esfuerzo por alcanzar la segunda competición continental, más atractiva que el tercer torneo, aunque en todo caso el hecho de jugar en Europa es ya un éxito en una campaña tan cargada como la actual y con un título en el bolsillo. Una temporada que pasará a la historia del club con letras doradas.
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No obstante, Imanol y sus jugadores quieren más, y en ese contexto se enmarca la rotación del pasado miércoles en el Wanda. Está claro que de haber salido con todos los efectivos, sin reservar a nadie, hubiera habido más opciones de puntuar ante el Atlético. Pero aún así, la empresa era difícil y se corría el riesgo de dejar por el camino a más efectivos que necesitaban algo de aire, es decir jugar solo un partido por semana, casos de Le Normand, Silva, Gorosabel y otros como Oyarzabal, Isak o Monreal que al final sí tuvieron que vestirse de corto en Madrid.
Pero ahora ya no hay excusas. La Real debe exprimir sus últimas reservas en aras a terminar quinto o sexto, puestos que garantizan la Europa League. La clave esta jornada radica en llegar de mano a la última, es decir por delante de Betis y Villarreal, con los que tenemos el golaveraje ganado (a los amarillos de momento por diferencia de goles), para tener margen el último día ante un Osasuna que no se jugará nada. Así que ganar a un Valladolid que se juega su última vida en Anoeta se antoja imprescindible. Toca apretar al rival para desmoralizarle y hacerle ver la dificultad de puntuar, y saber jugar con paciencia, como ante el Elche, si a la pelota le cuesta entrar. Y es que a estas alturas no hay rival fácil.
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