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Jon Martín es la última perla de Zubieta. Cuando lo vio Imanol no dudó en tenerlo cerca, tanto en la pasada pretemporada como en distintos ... entrenamientos a lo largo del curso. Sus condiciones no pasaron desapercibidas para el oriotarra y el chaval ha aprovechado la oportunidad. Estaba destinado para jugar en el tercer equipo y ahora toca la puerta del primero con un contrato profesional acorde a su proyección. Con todo, aún le queda lo más difícil, la famosa 'última milla' que dice Aperribay.
El crecimiento de la Real ha llevado aparejado un salto aún mayor para los jóvenes de casa, que deben pasar de jugar en Primera RFEF a un equipo que pelea por las cuatro primeras posiciones y que esta misma temporada ha deslumbrado en la Champions ante Inter y Benfica. Ese brillo del presente más inmediato les ha dejado en segundo plano y ni siquiera llegar respaldado por un buen curriculum les facilita las cosas. Turrientes y Pacheco, dos de los mejores internacionales sub-21 de los últimos tiempos, aún pelean por tener minutos cada jornada.
La filosofía del club pasa por aunar formación y competición, sin descuidar ninguna de las dos. Dejar de lado la primera condenaría a la Real a repetir los errores de hace dos décadas cuando llenó de foráneos la plantilla y acabó en Segunda, mientras que descuidar la segunda le descolgaría del fútbol moderno en el que es fundamental estar en Europa para hacerte valer. En lo económico y en lo deportivo. Es un equilibrio complicado en el que hay que hilar fino para que el presente no ensombrezca el futuro ni que el mañana condicione en demasía el día a día.
A falta de ocho partidos para el final, el balance de la temporada es positivo. La Real va camino de la quinta clasificación consecutiva para Europa por primera vez en su historia, se ha quedado a un penalti de entrar en la final de Copa y ha completado una Champions que todos habríamos firmado en verano. Sin embargo, me queda el regusto de no haber consolidado a ninguno de los jóvenes que llevan tiempo tocando la puerta.
A Barrenetxea se le han vuelto a atragantar las lesiones el año en el que por fin se había ganado la confianza de Imanol. Primero una lesión de tobillo y después una lumbalgia le han mantenido en el dique seco más tiempo del deseado en los cuatro últimos meses. Se supone que algún día las dejará atrás y será ese extremo desequilibrante que se adivina durante una temporada entera.
Pacheco no va a igualar los 1.828 minutos que jugó en la 22/23, ya que solo ha sido titular en 12 de los 45 partidos disputados. Zubeldia y Le Normand forman una pareja consolidada, pero en un año en el que ambos se han ido por encima de los 3.500 minutos contando los partidos con España del segundo, el de Elizondo podría haber tenido más presencia en la rotación contando que es su tercera temporada en Primera División y que tiene unas condiciones sobresalientes como demostró en Mendizorrotza.
Algo parecido ha sucedido con Turrientes, al que ni el buen momento actual le ha servido para ser titular más que en dos de los últimos siete encuentros. Zubimendi y Merino llegaron a febrero reventados y el beasaindarra podría haber sido un buen recambio en esas dos posiciones. Martin lleva dos años jugando sin descanso y cuando Turrientes le sustituyó en Balaídos lo hizo muy bien. Lo mismo ha ocurrido cuando ha entrado por el navarro, pero sin embargo no pasa de las 15 titularidades.
Para la próxima temporada una de las asignaturas pendientes es que Pacheco y Turrientes se consoliden y ganen presencia en el equipo tratando de tú a tú a los titulares. Porque para llegar lejos hay que recorrer el camino acompañado y con 13 jugadores no es suficiente. No se trata de regalarles nada sino de reconocer sus méritos para que la Real mantenga una identidad que no puede perder.
No me olvido de Robert Navarro, que salió cedido porque era el quinto extremo detrás de Kubo, Oyarzabal, Barrenetxea y Cho y al final ha tenido que jugar Zakharyan por fuera. Los percances de Barrene, la recolocación de Oyarzabal y el adiós de Cho dejó a Imanol sin hombres exteriores e incluso tuvo que llegar Becker para paliar ese déficit cuando Navarro, de 22 años, lo hizo muy bien el año pasado. No es fácil confiar en los chavales del Sanse, y menos cuando volamos tan alto, pero tampoco podemos dejarles de lado porque son el futuro.
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