Cuando una puerta se cierra...

A menudo sucede en el fútbol que nos cuesta ver las posibilidades de los que vienen por detrás. Se nos llena la boca hablando de cantera pero luego les vemos más defectos que virtudes cuando llegan arriba. Que si están verdes, que si son blanditos, que si les falta experiencia... Cualquier excusa es buena para justificar que juegue otro en su lugar. Y ello es contrario a un club con la filosofía de la Real, en la que el futuro pasa por sus jóvenes.

Le ocurrió al propio Zubimendi, que con 21 años estaba en el Sanse y sin demasiadas perspectivas de subir porque tenía por delante a Illarramendi, Zubeldia y Guevara. El tapón era más que importante. El primero se rompió en Mestalla y tardó un par de años en recuperar su nivel competitivo. El tercero se lesionó en la vuelta tras el confinamiento por la pandemia en 2020 y como Imanol se quedó solo con Zubeldia, llamó al chaval del filial que jugaba ahí para que lo acompañara en la posición. Y lo hizo tan bien que el resto es historia: hubo que recolocar al azkoitiarra y desde entonces el timón del equipo lleva su nombre.

Tener de entrenador a Xabi Alonso, al que siempre admiró y con el que tenía una gran complicidad, le ayudó a ser paciente en aquel momento. ¿Pero qué habría sido de él sin esa desgraciada lesión de Illarramendi o el contratiempo de Guevara? Nadie lo sabe. Es lo que tiene el fútbol, que cuando una puerta se cierra otra se abre. En este caso para un Turrientes que ha ejercido hasta ahora de apagafuegos cuando ha faltado alguien por lesión o sanción y al que se le presenta la oportunidad de ser importante en los próximos partidos.

Auténtico líder de la sub-21, puede jugar en cualquier posición del centro del campo por su enorme versatilidad. Lo mismo distribuye, conduce, que llega a zonas de remate con su buen disparo. Evidentemente le falta hacer camino porque apenas ha empezado en Primera, pero con la actitud de esta temporada solo necesita que se le dé confianza. Está en un buen momento y llega fresco, tanto de piernas como de cabeza. Algo importante cuando el equipo está cansado.

¿Fuerzas dosificadas o no?

En este punto es inevitable una reflexión sobre la utilización de la plantilla en la temporada. No como crítica al mejor entrenador que ha tenido la Real en varias décadas, sino como forma de mejorar para el futuro. Hablando de Zubimendi, Imanol admitió en su día que se le infiltró contra el Málaga en la Copa y me pregunto si no había nadie cualificado para jugar por un futbolista mermado ante un rival dos categorías inferior. Escoltado, además, por Merino y Brais. Cuando reventó en el derbi de San Mamés se perdió dos partidos ante Osasuna y Celta antes de volver de forma sorprendente en la Copa en Balaídos. A Barrenetxea le pasó algo parecido. Llegaba tocado de una lumbalgia y se le forzó con la eliminatoria 0-4 frente al PSG. Recayó y no volvió a jugar en un mes hasta la visita a Mendizorrotza.

Con la plantilla ocurre como con los jóvenes. Presumimos de ella pero luego nos cuesta apostar por más de once jugadores. Y cuando afrontas la temporada más cargada de la historia con 53 partidos a cara de perro –las tres primeras rondas de Copa se resolvieron por un gol–, es un riesgo que hay que saber medir muy bien. Por eso Becker, Galán, Pacheco, Zakharyan o el propio Turrientes son nombres que pueden aportar su frescura para que la nave arribe a buen puerto.