Un metrónomo ideal para el medio
Zubimendi volvió a manejar el centro del campo a su antojo y fue clave en la construcción, tanto en su zona natural, como incrustándose entre centrales
El marcador es caprichoso. No tiene por qué reflejar siempre fielmente lo que está sucediendo sobre el césped. A los veinte minutos de juego la ... Real había construido ya una ventaja de dos goles, sin la necesidad de estar bordando su fútbol. Una falta lateral y un latigazo desde 30 metros puso mucha tierra de por medio para lo que se estaba viendo sobre el verde.
Es lo que tiene el ritmo que imprime el equipo de Imanol en sus partidos. Como el rival no lo iguale o sepa contrarrestarlo, acaba lamentándolo. Diego Alonso no se podía creer lo que estaba viendo. Dos fogonazos hicieron saltar por los aires su plan de partido. Porque realmente no tuvo muchos desajustes tácticos que lamentar en las dos acciones en las que llegaron los tantos.
La figura de Zubimendi volvió a servir como sensacional metrónomo en el centro del campo y se ajustó en función de la presión rival. La Real tuvo enfrente a un Sevilla que formaba en un 1-4-2-3-1 en fase defensiva, con la intención de emparejar sus centrocampistas (Soumaré y Fernando) con los interiores blanquiazules (Brais y Merino), y a Rakitic, el mediapunta, con Zubimendi. En Nesyri, como único punta en el bando sevillano, partía en clara inferioridad contra Le Normand y Zubeldia, mientras Ocampos y Lukebakio se ocupaban de los laterales.
Por eso, Le Normand y Zubeldia estaban en mejor disposición de salir con el balón jugado desde atrás y en más de una ocasión fueron los encargados de avanzar con él hasta el centro del campo hasta dar con un compañero. Pero de nuevo Zubimendi resultó clave, porque en función de la altura del Sevilla, se incrustaba entre centrales para facilitar la tarea de construcción o permanecía en su zona natural, por delante de la línea defensiva.
El Sevilla formó con un 1-4-2-3-1 sin balón que dio alas a los centrale realistas para salir jugando
Cuando le tocó situarse entre centrales, automáticamente los laterales ganaban altura y hubo momentos en que los extremos (Kubo, pero sobre todo Barrenetxea), cayeron a recibir hasta campo propio para colaborar en la construcción. Fue llamativo ver caer al donostiarra a casi a diez metros de la frontal del área para recibir de espaldas un balón de Zubimendi -desde la altura del punto de penalti-, darse la vuelta y lanzar en carrera a Aihen.
Pese a que en el gráfico que acompañan estas líneas se muestra que el pase final de Barrene al lateral izquierdo llegó a buen puerto, la realidad es que este se fue largo. El de Etxauri no pudo controlar el cuero, que se fue por línea de banda, pero los realistas ejecutaron los movimientos a la perfección, porque, de haber alcanzado esa bola, la Real hubiera podido montar un ataque en superioridad cuatro contra tres (Aihen, Sadiq, Brais y Kubo frente a Badé, Ramos y Pedrosa) muy prometedor ya en terreno de juego contrario. Un mínimo error técnico en la ejecución no debería hacer olvidar una acción táctica impecable. Atraer y atraer, para luego lanzar.
Los centros laterales
Pero no todo le salió perfecto a la Real a lo largo de los noventa minutos. Es cierto que los guipuzcoanos lograron neutralizar los centros laterales de los visitantes, una de las armas ofensivas de los sevillanos, aunque por momentos no fue suficiente.
Barrenetxea aportó su granito de arena con más o menos acierto a la hora de construir los ataques
No solo porque el gol de En Nesyri llegara de un envío lateral de Pedrosa desde la izquierda. La realidad es que Traoré se vio muchas veces superado con los desdoblamientos de Pedrosa u Ocampos por su costado y echó en falta más ayudas. Quizás de Kubo, pero también de Zubeldia para cubrirle mejor las espaldas. La acción del remate al poste de En Nesyri evidenció las dificultades que tuvo el maliense en determinados momentos.
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