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Gorrotxategi celebra su gol, el de la victoria.

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Gorrotxategi celebra su gol, el de la victoria. EFE
Real Sociedad 3 - 2 Athletic

Gorrotxa es Gorriz en Gijón

Un gol del pivote realista da un derbi francamente bien jugado a la Real, que se puso tres veces en ventaja y encadena tres victorias seguidas

Sábado, 1 de noviembre 2025

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Mi peor remate fue mi mejor pase. La frase mítica de Gorriz en el partido de Gijón la tradujo ayer al idioma del siglo XXI Jon Gorrotxategi para marcar el gol de la victoria del derbi aprovechando el peor remate de su vida. Por la magia del fútbol, ese golpeo indescriptible que salió hacia cualquier parte menos a donde debía le acabó llegando de vuelta para que reventase el balón con toda su alma y pusiera el 3-2 para cerrar un derbi de categoría, donde la Real fue más pero el Athletic se fajó de forma fenomenal. No fue el gol de Zamora, entiéndase, pero sí un estallido. Un disfrute. El hincha futbolero, como todo buen creyente, es básicamente un fantasioso. Y por eso sueña con partidos así, que a veces suceden.

El fútbol es el único gran rito que queda en nuestra época, escribió Pasolini, fallecido el 2 de noviembre de 1975, hace ahora justo 50 años. Y lo es porque es el único lugar donde el público en carne y hueso está con los jugadores en carne y hueso, sin intermediación de las luces y sombras de una pantalla. Es el mundo real y aunque el fútbol ha caído en la lógica mercantilista, se le quiera despojar de su condición de lugar para soñar y reducir al aficionado a la categoría de cliente, partidos como el derbi devuelven la verdad. Si no, no se entiende la emoción indescriptible que se vivió durante todo el día en una Donostia vestida de azul, blanco y rojo, colores de la felicidad y la hermandad, y que llegó al paroxismo con la victoria de la Real, con un gol en el descuento, un gol de carácter, un gol de Zubieta, solución eterna a todos los problemas de este club. No tiene nada de qué arrepentirse el Athletic por la derrota, fue un duelo entre dos equipos de verdad.

Le costó al partido coger velocidad de crucero, con el Athletic mejor al principio y la Real más dominadora cuando consiguió empezar a jugar diez metros más arriba, lo que habilitó a Brais Méndez y a Soler. El equipo blanquiazul pudo empezar a combinar y a profundizar con el balón en el campo rival, lo que al Athletic le empezó a generar problemas. Gorrotxategi empezó a jugar a la espalda de Sancet, que quedó desubicado, y el duelo se trasladó a campo rojiblanco. Por fuera, Barrenetxea y Guedes, cada uno a su manera, daban mucho trabajo a los laterales, lo que hundía en su campo más al Athletic, pese al buen trabajo de Jauregizar y Galarreta en inferioridad numérica por dentro.

Anoeta captó al vuelo el cambio de tendencia del juego y esperaba el gol con la seguridad de quien sabe que no tardará en llegar. Pudo hacerlo Carlos Soler en una acción ensayada a la salida de un córner, pero Unai Simón metió la manopla.

El gol del cojo

Pero la grada estaba convencida de que era cuestión de tiempo. Lo era. Llegó en una acción clásica, tan vieja como el fútbol: el gol del cojo. Barrenetxea se acababa de desplomar por lo que a la postre parece ser solo un golpe muy fuerte. El donostiarra, que apenas podía andar, hizo sin embargo un intento por volver al partido. Y su gesto acabó siendo clave.

Como pasa siempre, el balón le llegó al jugador dolorido. Cojo, pero se vio en la tesitura de tirar para delante. ¿Qué iba a hacer? El caso es que centró como buenamente pudo. A por el balón fue Oyarzabal, que no da puntada sin hilo, y provocó la confusión suficiente para que Brais Méndez llegara a boca de gol a recoger un rechace de Simón y convertir el 1-0. Todos los avances de la Real con el paso de los minutos, concretados en el marcador: Barrenetxea percutiendo y Brais llegando porque salió desde mucho más arriba. Un gol que habría sido imposible en el primer cuarto de hora, pero el fútbol no es una sucesión de jugadas, es un relato. Ese gol, en el minuto 38, era coherente con la nueva narrativa que había adquirido el partido.

Tanta alegría llevó el tanto del gallego a Anoeta que aún andaba el personal celebrando cuando empató el Athletic. Se celebraba en la grada y, por lo que se ve, también en el campo, porque los realistas cometieron un error de atención grave al no impedir el saque rápido de una falta, que aprovechó Gorosabel para ceder a Guruzeta. Con toda la defensa a contrapié, el donostiarra embocó sin problemas y devolvió las tablas. Este gol fue una especie de 'Deus ex machina', una solución inesperada que no seguía la lógica interna del derbi. Pero el deporte de élite es justamente eso.

Guedes retoma el relato

El partido no era lo que ponía en el marcador y Guedes, caballero portugués, tierra de gentes de letras, escribió el renglón recto. Fue más un dibujo, casi un poema. Control en el aire haciendo una filigrana, remate por bajo con el exterior y un libro de desasosiego para Unai Simón. No habían pasado ni dos minutos tras el regreso de vestuarios.

Valverde se vio abocado a acelerar sus planes y metió a su mejor baza, Nico Williams. El Athletic quiso dar un paso adelante y lo hizo por las bandas, pero no consiguió el dominio, porque le faltó concreción. La Real se mostró muy segura, bien, en el juego abierto y transmitiendo una sensación evidente de amenaza. Esperaba su momento.

El gol le había sentado mal a Simón, que seguía dando vueltas a las sutilezas del idioma portugués cuando Kubo, la respuesta de Sergio Francisco al movimiento con Williams, percutió por fuera. El meta del Athletic no atajó un tirito de Soler. Se marcó una palomita excesiva y se le cayó el balón de las manos. Recogió el japonés y cedió a Zakharyan para que el ruso marcase a placer. Pero el VAR dijo que Kubo estaba en fuera de juego y habrá que creer que era así.

Luego dijo que no, cuando en el minuto 80 miró un posible fuera de juego de Vivian en el 2-2, después de un despeje demasiado blando de Remiro. Los dos porteros, mal en el segundo tiempo, aunque al Athletic casi le sale gratis.

Pero luego todo pasó a segundo plano con la llegada de Gorrotxategi desde Eibar para poner la cacharrería patas arriba, cerrar el derbi y abrir el futuro de este club. La felicidad se llama Jon y es el 4 de la Real.

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