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La Real mostró su versión más pobre cuando más necesitada estaba para sumar de a tres. Perdió en Mendizorrotza, incapaz de imponer su juego ante un Alavés en apuros clasificatorios que no sufrió demasiado para aguantar su ventaja. Lo triste de anoche es que la Real cayó por pura incapacidad futbolística. No hay árbitros, lesiones ni desgracias paranormales a las que echar la culpa. Sin circulación, sin asociación, sin ideas con balón, la Real cayó derrotada en un partido sin historia que podía haber acabado en empate a cero sin discusión. No está el equipo para demasiada épica y si le abandona el juego en las últimas jornadas lo va a pasar muy mal. Sin agresividad somos muy vulnerables, decía Imanol, pero sin fútbol, esto es la nada.
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A la Real le costó mucho iniciar juego desde atrás frente al dispositivo defensivo que diseñó Coudet. Quien más lo sufrió fue Zubimendi, el hombre a tapar por parte de los locales para que el conjunto visitante no pudiera elaborar una construcción limpia de partida. El técnico argentino ordenó a sus jugadores en un 1-4-4-2 sin balón, con Guridi y Kike García como primeras referencias en la presión, acompañados por una línea de cuatro inmediatamente detrás, que podía transformarse en una de tres en función de la posición de Brais, formada por Vicente, Jordán, Blanco y Martín. Así, Zubimendi mantenía una vigilancia de dos hombres, una la de Jordán y la otra la del delantero alejado del balón, que impedía al donostiarra entrar en contacto con la pelota. La solución pasaba por retrasar y escorar la posición de Brais al flanco derecho para poder rebasar la primera línea de presión alavesa. Esta situación obligaba a Blanco a recorrer demasiados metros y a llegar casi siempre tarde a la posición del gallego. Brais tuvo que hacer de Zubimendi para empezar a dar los primeros pasos con balón. El donostiarra trató de incrustarse entre centrales en la segunda mitad para hacer salida de tres, entró más en juego, pero el Alavés también regaló más metros.
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Había mucha acumulación de hombres en pocos metros y era complicado enlazar pases por dentro entre Zubimendi, Marín y Brais, un triángulo que no tuvo la noche con balón. La Real no supo gestionar su posesión, ante un rival intenso tras pérdida, que saltó rápido siempre al jugador que vestía de dorado. Muy estrecho el equipo de Coudet, la única forma que encontraba el cuadro guipuzcoano para dar con el hombre libre era a través de cambios de orientación, de lado a lado. Brais Méndez abrió campo en numerosas ocasiones hacia Sergio Gómez o Javi López para buscar superiores en el lado débil, pero ni por esas consiguió la Real hacer daño a la defensa vitoriana, que consiguió bascular rápidamente para acabar con el peligro.
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El Alavés arrancó el partido con la clara intención de no conceder en campo propio ninguna situación susceptible de suponer una pérdida. Sivera lo demostró enseguida buscando conectar con balones largos a Kike García. Era más que previsible ese juego directo y de ahí la importancia en los duelos aéreos y las posibles caídas. Pacheco y Jon Martín sujetaron al conquense con decisión y los realistas en general estuvieron atentos a las caídas para cortar las segundas jugadas. Pero incluso en ese escenario de precaución, el Alavés concedió un par de balones a la Real en campo propio que no supieron dar continuidad. El cuadro txuri-urdin demostró una incapacidad inusual para inquietar en transición con Sergio, Oyarzabal y Kubo.
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El partido con el 0-0 estaba para que la Real no se metiera en batallas que no le correspondían. Una falta lateral innecesaria, un córner absurdo... Los jugadores del Alavés buscaban de manera instintiva los ataques por banda. Kike García buscaba a un compañero en los costados con la cabeza sin mirar, sin importar que no hubiera nadie esperando al otro lado. Banda, centro y remate. Estaba avisada la Real de los peligros del adversario y ahí Pacheco no supo interpretar que no había que regalar saques de esquina no forzados. Uno de ellos acabó con el gol del Alavés, que se adelantó en el marcador casi sin querer para aguantar la pírrica ventaja sin grandes problemas.
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Se está convirtiendo en una fórmula recurrente cuando el equipo se ve por debajo en el marcador. Óskarsson de delantero y Becker como extremo a pierna natural para abastecer de balones al islandés. Lo que pasa es que el internacional con Surinam no llega a explotar todas sus cualidades en encuentros ante rivales muy hundidos. Se queda sin campo para correr. Aun así, le dio tiempo para asistir a Óskarsson con un envío acertado entre centrales. El islandés acertó, pero en claro fuera de juego. Fue una jugada que evidenció la juventud del ariete blanquiazul, sin mantener bien la línea frente al defensor que tenía a la vista. La fórmula de urgencia tampoco funcionó ayer.
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Elisa Belauntzaran e Izania Ollo | San Sebastián
Miguel González | San Sebastián y Oihana Huércanos Pizarro
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