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Mañana al amanecer las grúas volverán a chirriar en los terrenos altos de Zubieta. Las perforadoras, a excavar muy profundo para colocar los cimientos del edificio del fútbol femenino de la Real, el primero de su clase en la Liga. Este club no conoce otro camino que no sea el del trabajo y los conocimientos, y el golpeo incansable del hierro contra la piedra, obsesivo, lo representa en una imagen que trasciende el fútbol, identitaria, de valores. Esta Copa no reposa en las vitrinas de Anoeta junto a las cuatro que ha ganado el club. A cambio, en el vestuario de los altos de Zubieta ya esperan alineadas las botas, la ropa de entrenamiento y las vendas, todo listo para volver al trabajo. Esperaría también el linimento si el fútbol no hubiera cambiado en los últimos 40 años. Pero todo es distinto, mejor.
Las mujeres de la Real no fueron a Zaragoza en balde y los cinco mil aficionados que arrastraron con ellas, tampoco. La derrota no genera ninguna duda, sino que confirma una certeza: el destino de la Real es competir contra los mejores. Esa ha sido siempre la razón de ser del club y su equipo femenino se ha adherido a la idea con la naturalidad que corresponde a un grupo de mujeres jóvenes de hoy. Competir no es ganar. En una sociedad como la de la tercera década del siglo XXI quizá haga falta pedagogía al respecto. Se compite para ganar, pero se puede perder porque se compite contra alguien que también trabaja y cuenta con talento y creatividad. El deportista tiene una relación con la derrota más sana que el aficionado. Encajar una de este calibre es sinónimo de éxito. Solo hay grandes derrotas los días grandes, como cuando uno se presenta a discutir un título al mejor equipo del mundo. Lo hizo la Real en Zaragoza. Y lo hizo con limpieza y con estilo, herramientas trascendentales.
Derrotas rutinarias hay todos los días. Se juega para tener la oportunidad de arriesgarse a perderlo todo un día de forma aparatosa. Brasil perdió un Mundial en Maracaná, después de aquello ya no hay derrotas categóricas. Lo mismo que los hombres asimilaron la única gran derrota del club en 15 años y se levantaron de la eliminación en semifinales de Copa a manos del Mallorca para volver a Europa, las mujeres ya dibujan nuevos objetivos. Las botas esperan limpias en el vestuario para comenzar otro ciclo, de madurez. La Real hace tiempo que va en serio.
La derrota ante el Barcelona entraba en todos los pronósticos, por la contundencia de los números. Con un presupuesto de 18 millones, el equipo prevé ser autosuficiente por primera vez al cierre de la temporada 2023/24. Espera un resultado positivo de dos millones y medio de euros, el presupuesto total de la Real. El Barça indica el futuro –autosuficiente, con medios materiales, atractivo para la industria del espectáculo y generador de una élite deportiva reconocida y bien pagada–, pero la manera de gestionar las cuentas que tiene el club azulgrana, entregado a una economía temeraria de 'palancas', transmite cierta reserva sobre el desarrollo de este proyecto femenino, por lo demás triunfante, modelo de éxito y de gran tirón popular. Y también sobre su victoria de este sábado, sobre si es sostenible.
Pero no hay marcha atrás, porque si no es el Barcelona, será otro. El fútbol femenino va a ir como un avión los próximos años en Europa, el entorno natural de la Real. También en Estados Unidos, que disputa la vanguardia a los equipos del Viejo Continente con su dinamismo y el carácter combativo de sus figuras. El único camino posible es hacia adelante. Costará mucho dinero y exige convencimiento porque la apuesta es seria. No es un juego. Hay grúas en Anoeta, pero hará falta mucho más. Se viene un tsunami con las niñas que en los próximos años se irán incorporando. Mujeres con el convencimiento de la igualdad en su ADN, que no van a dejar pasar ni una y harán bien. Que llevarán a la Real a nuevas cotas.
El triunfo de este sábado en Zaragoza, aunque la Copa se fuera a otro lado, también debe ayudar a derribar otro tópico que arrastra el deporte femenino en general. Se insiste en que las deportistas son un ejemplo para las niñas. Sí, son un ejemplo para las niñas, pero también para los niños. Ese muro mental necesita ser derribado por el conjunto de la sociedad. Esta Real (y el Bera Bera y...) es un ejemplo. Y punto.
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Juan Manuel Sotillos e Iris Moreno
Iñigo Puerta | San Sebastián
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