Somos muy dados a poner notas a final de año cuando en un deporte como el fútbol, en concreto en lo referido a la Real ... y la Liga, no sirve de nada porque las notas se dan en junio y no en diciembre. Pero no quita para que hoy celebremos el buen año de la Real en (casi) todos los sentidos.
La Real es un club saneado, con capacidad para echarle el suficiente carbón que requiere una plantilla plagada de internacionales, y tiene tres mil aficionados pendientes de que se libre algún asiento en Anoeta para hacerse socio. Por ahí todo son buenas noticias. Está en buenas manos. Su tirón es innegable. Como también lo son los halagos que le llegan de fuera por su propuesta de juego, su cantera, el saber estar de todos sus componentes, desde el primero al último, y su solidez económica. Quien más quien menos opina de la Real desde fuera de Gipuzkoa y lo hace en positivo. Claro que si uno mira a su alrededor es normal que sea así porque rivales a priori directos están pasando por momentos difíciles mientras aquí todo es una balsa de aceite. La Real pasó con nota los efectos de la pandemia que hoy pagan Villarreal o Sevilla, entre otros, clubes estos que necesitaron vender jugadores el pasado verano para cuadrar sus cuentas porque han vivido por encima de sus posibilidades y que hoy pagan las consecuencias.
La Real está donde siempre hemos querido verla: compitiendo en cada partido, con posibilidades de ganar en cualquier estadio, con una propuesta que siempre busca la portería contraria y que nunca sale a por el empate como sí hacen la mayoría de los equipos de la Liga cuando juegan como visitantes.
La única pega que le pongo a este año son los incidentes dentro y fuera de Anoeta que en puntuales ocasiones han tapado con gruesos titulares las buenas actuaciones del equipo. Esos aficionados sobran y hay que cerrarles la puerta.
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