Desprotección arbitral para la Real Sociedad
Offside ·
Cinco de los seis mejores colegiados, internacionales, aún no han pitado a la Real. Y eso se nota en que entradas duras como las sufridas últimamente por Odegaard y Oyarzabal hayan quedado impunesAhora que todo va bien y el viento sopla de cola me gustaría hacer una reflexión sobre los arbitrajes que está sufriendo la Real en ... este primer cuarto de temporada. Cuando se enjuician desde las derrotas suena a excusa, y seguramente será así. Pero cuando te ves en todo lo alto de la clasificación disfrutando de los mismos puntos que Barcelona y Real Madrid, valorar el comportamiento de los encargados de impartir justicia puede arrojar algo de luz sobre una situación que no está siendo nada favorable para los de Imanol. Y no estoy hablando de las jugadas del VAR.
El juego que está desplegando esta temporada la Real requiere de un gran protagonismo con el balón y de futbolistas valientes y atrevidos que sean capaces de firmar acciones imaginativas con él. En estas doce jornadas es el tercero que más posesión acumula, lo que refleja a las claras cuál es su propuesta. En un fútbol como el actual en el que resulta más fácil esperar que actuar y reaccionar que proponer, si un equipo como el blanquiazul quiere hacer algo diferente necesita del respaldo de la justicia, porque si no está condenado de antemano. Sus jugadores nunca van a estar tan protegidos como los de los grandes.
Tres duras entradas
Odegaard jugó tocado contra el Levante, se perdió la visita a Granada y es duda para enfrentarse el viernes al Leganés. ¿Por qué? Porque sufrió una durísima entrada de Jorge Sáenz en el descuento de Balaídos que le mandó directamente a la enfermería. Ese día arbitró un debutante en la categoría, Pizarro Gómez, que también se arrugó con la criminal entrada de Hugo Mallo a Oyarzabal a la altura de la rodilla. Lo que era una jugada de roja directa la convirtió en amarilla y nada más. El VAR tampoco quiso enmendarle la plana por ese corporativismo mal entendido.
Aquel día en el que Odegaard y Oyarzabal recibieron dos entradas tan duras, el Celta hizo veinte faltas y la Real, doce. Desde el primer momento su táctica consistió en frenar el juego combinativo guipuzcoano como fuese, algo que favoreció estar ante un trencilla novato con ganas de quedar bien con la grada. Tanto que amonestó a Oyarzabal al ser sustituido por perder tiempo cuando lo que estaba haciendo era ceder el brazalete de capitán a un compañero. El jugador al que casi le parten la rodilla minutos antes salió del partido con el mismo castigo que el protagonista de una acción de juego brusco grave. Este joven colegiado madrileño también pitó a la Real en Mallorca y, a pesar de recibir también más faltas, resulta que fue más tarjeteada que el contrario. Y ojo, que ha sumado los seis puntos en estas dos salidas. Pero una cosa no quita la otra.
Antes de que lo hiciera Jorge Sáenz, Odegaard ya estuvo a punto de ser cazado en el partido de hace quince días en casa contra el Betis, en aquella durísima entrada de Javi García a su tobillo en la segunda parte que le dejó dolorido en el suelo. Todos sabemos que con un árbitro normal y si hubiese vestido de azulgrana o blanco, el infractor habría ido directamente a la calle. Con otro novato como Soto Grado la cosa no pasó de una tarjeta amarilla. ¿El VAR? Pues a lo suyo, como siempre.
El día del Getafe salió ganador el equipo que vino a no dejar jugar al otro. Para eso contó con la complicidad de González Fuertes, que inicia su tercer año en la máxima categoría y con el que la Real nunca ha ganado. Llorente fue expulsado después de que la falta de la primera amarilla fuera totalmente inexistente -la segunda sí que era justa-. El año pasado en el Camp Nou amonestó a Merino por una acción a Messi cuando se vio que ni anduvo cerca de tocarle siquiera. Ese tipo de acciones disciplinarias que pasan desapercibidas son las que condicionan los partidos y desquician a un equipo.
El domingo en Granada tocó Prieto Iglesias, el navarro, uno de esos árbitros de los que empiezas a pensar mal. Como el ínclito González González, el citado González Fuertes o Jaime Latre. Porque la dirección de sus errores siempre es la misma. La jugada del penalti por mano de Neva fue surrealista. De entrada no la ve, ¡cómo no! El VAR le insiste para que vaya a verla porque era una acción punible. Hasta ahora, siempre que un árbitro ha acudido al monitor ha sido para corregir una decisión. Pues él no. Le dio igual saltarse el reglamento. Pero donde se le vio el plumero fue en la facilidad con la que amonestó a Le Normand por una faltita y cómo dejó marchar libre a Yangel Herrera, el rascador venezolano del Granada en la zona ancha, cuando le hizo una entrada seria a Merino, que era quien estaba repartiendo el juego en el centro del campo. Y así van pasando las jornadas sin que nadie ponga coto a esta situación.
Árbitros de perfil bajo
El problema reside en las designaciones, porque los árbitros que le han tocado en suerte han sido debutantes o de perfil bajo. Solo Mateu Lahoz, contra el Atlético, le ha dirigido de los que tienen un cierto prestigio y trayectoria en Primera División. Del resto de los que están bien considerados, internacionales como Del Cerro Grande, Sánchez Martínez, Munuera Montero, Hernández Hernández o Martínez Munuera, ni rastro.
Así que hasta ahora la Real se ha cruzado en el camino con tres partidos dirigidos por debutantes; dos de los que siempre le pitan en contra, González Fuertes y Prieto Iglesias; y otro malo como Melero López. Además de los internacionales venidos a menos Gil Manzano y Estrada Fernández. Los que mejor han estado han sido Cordero Vega, Medié Jiménez y Alberola Rojas, que van asentándose en la categoría y que representan el futuro del arbitraje español. De Burgos Bengoetxea, también de los mejor considerados, no puede pitarle al ser vasco.
Como verán, no es una cuestión de errores en jugadas puntuales sino de aplicar las decisiones disciplinarias con criterio. Solo con ello, los futbolistas estarán más protegidos. Ya ha dicho Imanol que él no va a hablar de los árbitros. Y le entiendo. Pero alguien tiene que denunciar esta situación. Antes de que haya que lamentar percances más graves que el de Odegaard.
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