Carta al cirujano

Dicen que no era un delantero, que era un cirujano. Que las veces que remató fuera de los tres palos se cuentan con los dedos de una mano. A la Real le está costando definir. Sí, jugamos bien, pero mareamos un poco la pelota. ¿Sabe lo que le digo? No porque queramos, no. Porque no nos dejan. Queremos correr y ser verticales, pero, como dijo una vez el Papa, que es de San Lorenzo, «para atajar un penal no te puedes tirar a donde quieras, te tienes que lanzar al lado al que te lo patean». Lo entendí el otro día contra el Valencia. Eso era. Así que hay que adaptarse, y para eso le escribo, para que me diga.

Por compromiso con la camiseta no va a ser. Salí de casa con 17 años, igual que usted de Platense al Mónaco, pero ha sido en la Real cuando le he encontrado al fútbol el sentido comunitario, de pertenencia. Lo estoy entendiendo y es una fuerza muy grande. De eso le quería hablar también, de si cuenta o no. Se quedó en la Juventus después del descenso y fichó por River Plate, su equipo de niño, en segunda. Sufrió en carne propia el descenso a la B. Estuvo en la platea el día que la cagaron contra Belgrano. Entendió que tenía que dar una mano y fichó por River. Ascendieron. Al ganar la Eurocopa de 2000 con un gol de oro suyo dijo era el francés más feliz de mundo y que era 100% argentino. Me reconforta, esas identidades compartidas son de lo que estamos hechos. Sabrá que he sufrido recientemente algún episodio de racismo.

Mónaco es lugar para delanteros. Weah, Klinsmann, Trezeguet, Henry, Vieri, Falcao... Hoy me toca a mí. Usted marcó 307 goles en 630 partidos. Yo llevo 80 en 205 y quiero ser cirujano. Un nueve de verdad no remata fuera. Sé que la Real necesita dar un paso más y que esa puerta la abre el delantero con sus goles. A eso he venido a su casa.

Atentamente, Alexander.