Nada más bajar del avión, el cielo de Nagasaki se te echa encima. El bochorno te seca la garganta y te sudan hasta las pestañas. ... Muchos jugadores ya verbalizan que pocas veces han estado en estas condiciones. Japón recibe a la Real con 33 grados y un 100% de humedad. Das un paso y te tienes que cambiar de camiseta. Camacho y Walter Pandiani son principiantes en la tierra del Sol Naciente.
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Furgoneta para desplazarte al hotel y lo primero que destaca es que la población lleva paraguas cuando en el cielo no hay ni una sola nube. Paraguas y móviles. Solo se ve eso por la calle. Los rayos de sol abrasan a una población blanca como la nieve. Ellos también sudan pese a estar acostumbrados.
Es poner un pie en el Hotel Stadium de Nagasaki y lo primero que se escucha es un «ongi etorri Japoniara». Se trata de Tsubasa, el nipón que se hizo viral hablando euskera a las puertas de Zubieta hace unas semanas. Se ha desplazado desde Tokyo hasta Nagasaki con otros quince peñistas de Reala Nippon y acompañará al equipo en Yokohama. La afición de la Real no entiende de fronteras.
La prensa desplazada ya sabe que en cualquier conversación con el habitante japonés hay que dar las gracias. Por todo. 'Arigato'. No habrá nadie en el mundo más educado que el japonés, que, eso sí, tiene dificultades para hablar en inglés pese a que esa fama la tienen los chinos. Primer susto del viaje a la hora de ir al baño. Sentarse en la taza del inodoro es sinónimo de placer. Calefacción como en los mejores asientos de coches. La sorpresa y el susto viene cuando el chorro que sale desde el retrete refresca el cuerpo. Por no hablar de las duchas. Hay que hacer un máster para asearse. El resultado, el baño casi inundado porque aquí las duchas no tienen plato. En ocho horas ya se puede afirmar que Japón es un país apasionante.
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