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No había mejor manera de empezar el año en casa que con una victoria. En un partido con mucha pelea, sin un gran ritmo, la ... Real supo aprovechar su momento para golpear. Demostró que también sabe bailar sin música, porque el partido no fue vistoso. Lunes a las 21.00 horas, frío, con la entrada más baja en el Reale Arena, el encuentro iba a encaminado a terminar en empate a cero. Nadie se habría sorprendido si ese hubiera sido el resultado final. Pero no. Apareció la Real más industrial. La del mono de trabajo. Kubo se inventó un gol de un balón al aire de Oyarzabal y luego el equipo supo sufrir las embestidas visitantes. En noches como las de ayer saben aún mejor los tres puntos.
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La Real inició el partido dominadora. El balón fue suyo y no se le vio demasiado incómoda a la hora de salir de su campo. La presión del Villarreal no fue asfixiante, porque Marcelino mandó a los suyos a esperar en un bloque medio que no dejara al descubierto a su última línea. El técnico asturiano situó a sus jugadores en tres líneas muy juntas, mientras la Real trataba de conectar con sus hombres por dentro. Pero le costó. Primero para dar con Zubimendi, vigilado por Gueye y Barry, primera línea defensiva del cuadro castellonense, pero también por Parejo. Así las cosas, Imanol ordenó a sus hombres que iniciaran el juego con tres futbolistas atrás. Primero de la mano de los dos centrales (Aguerd y Aritz) y Zubimendi incrustado entre ellos, para que los laterales (Aihen y Aramburu) pudieran ganar altura por las bandas y los extremos (Sergio y Kubo) se metieran por dentro. Los realistas encontraron a Sergio directamente en un par de ocasiones, pero el oriotarra decidió darle una vuelta de tuerca a esa salida de tres mandando a Aihen por dentro como un interior, emparejándole con Zubimendi en el medio y dibujando una línea de tres atrás con Aramburu, Aritz y Aguerd.
2
No por esperado iba a dejar de funcionar. El Villarreal volvió a transformarse en fase ofensiva gracias a la movilidad de Baena y la altura de Cardona. El primero, omnipresente por todo el eje central del campo, apareció por dentro para ofrecer líneas de pase ante la presión local más esmerada que la visitante. El movimiento del almeriense provocaba la subida automática por el carril izquierdo de Cardona. A punto estuvo de costarle cara a la Real una de esas salidas del Villarreal en la que Baena cayó a recibir por dentro, Aramburu le persiguió, y Cardona corrió totalmente libre por la banda. Por suerte el balón le cayó a Barry, que no acertó en abrirlo a su compañero cuando tenía todo el campo para correr. No tenía que ser Aramburu quien debía seguir la pista de Baena.
3
Cardona era amenaza, pero a la vez abría un foco de posibilidades por su lado cada vez que la Real conseguía robar en campo propio cerca del círculo central. El lateral dejaba a su espalda una zona virgen para la exploración, principalmente para Kubo, si el equipo conseguía armar una rápida transición y cambiar el juego de izquierda a derecha. En la primera mitad el conjunto txuri-urdin desaprovechó una clara ocasión al contraataque que no fue bien llevado por Sucic. El croata no escogió el momento adecuado para dividir y soltar el balón hacia Kubo cuando Kambwala estaba en clara inferioridad y Cardona fuera de la jugada. La Real no supo sacar provecho de esta situación del juego, pero Kubo sí que fue determinante en la segunda mitad. La velocidad del nipón salió a relucir a los cincuenta minutos de partido en un contragolpe demoledor. Marcelino se lo pensará dos veces la próxima vez a la hora de dejar a Parejo como hombre más atrasado, porque su fuerte no es ni mucho la velocidad.
4
De la capacidad que demostraran los centrales realistas para frenar a Barry iba a depender gran parte del éxito defensivo en la gélida noche de ayer. La dupla formada por Aritz y Aguerd en el centro de la zaga resultó positiva. Salvo algún desajuste por falta de comunicación, ambos se entendieron a la perfección y sujetaron con solvencia al delantero francés. Era el contrincante con más capacidad de desborde y apenas tuvo oportunidad de correr al espacio. El marroquí y el beasaindarra se las arreglaron para coordinarse y escoger quién iba al hombre y quién se quedaba haciendo la cobertura. Barry apenas inquietó a campo abierto y tampoco en los centros laterales, siempre bien custodiado por las dos torres defensivas guipuzcoanas.
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El Villarreal llegaba al Reale Arena como el segundo equipo más goleado de la Liga, mientras que la Real era el segundo menos goleado. La diferencia defensiva se hizo evidente en el tramo decisivo del encuentro, después de que el cuadro local se adelantara en el marcador. El Villarreal lo intentó por tierra, mar y aire en los últimos veinte minutos, pero la retaguardia txuri-urdin hizo valer su poderío sin balón para imponerse ante los atacantes castellonenses. La labor de toda la zaga, pero también de Zubimendi, Sucic, Brais, después de Pacheco, Marín y Olasagasti fue fundamental para mantener el marcador inamovible hasta el final.
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