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Las calles de Sevilla no pudieron teñirse de color azul y blanco hace un año por culpa de la pandemia. No hubo mareas de seguidores de la Real Sociedad y Athletic en las horas previas al encuentro. No hubo ambiente de final. Pero la masa social txuri-urdin es tan grande que, si se buscaba con atención, se conseguía dar con seguidores realistas.
El bar 'La esquinita del puente', localizado en el barrio de Las Golondrinas de la capital hispalense, a escasos 15 minutos a pie del estadio de La Cartuja, sede de la Peña Nazarena y regentado por el irundarra Chema Carrasco, se convirtió en el cuartel general de la reducida afición blanquiazul representada por seguidores asentados en su mayoría en la provincia de Sevilla. Todo aquel que iba aquella noche con la Real en la ciudad hispalense o alrededores acudió a este establecimiento en algún momento del sábado.
Uno de ellos fue Juanjo Romero, vecino de Triana y miembro de la Peña Nazarena. «Nos fuimos del bar a una hora prudencial porque no nos podíamos quedar a ver el partido ahí». El toque de queda impedía que se pudiera ver el partido completo fuera de casa. «Podíamos ver la primera parte, pero la segunda no, y por no salir corriendo y llegar a casa con la segunda mitad empezada, lo vimos cada uno en casa. Yo lo vi con mi mujer que es sevillana. No es futbolera, pero estaba atacada de los nervios por mí», reconoce este seguidor blanquiazul.
Juanjo recuerda que «fue una semana brutal» en la que tuvieron que atender a muchos medios tanto de prensa, televisión y radios. «No estábamos acostumbrados a ello», recuerda, y admite que «aquí no hay demasiada gente de la Real». Hubieran necesitado un departamento de comunicación aquellos días.
Este txuri-urdin sevillano rememora que el partido «no fue bonito, pero con la tensión y el sufrimiento que llevaba encima vi cómo la Real se imponía poco a poco». «Vivo en un cuarto piso y cuando Oyarzabal marcó el penalti pegué unos gritos que hasta mis vecinos me felicitaron», descubre entre risas. «Me felicitó más gente por el teléfono que en el día de mi cumpleaños. Amigos béticos, sevillistas... Fue un momento muy emotivo, maravilloso. La pena fue que no pudimos ir al campo...».
Manuel López es otro joven hincha que también se acercó al mismo bar que Juanjo en las horas previas a la final. «Antes del partido fuimos al centro de Sevilla a dar un paseo y también despedimos al equipo a su salida del hotel. Incluso seguimos al autobús de la Real con nuestros coches y motos. Sacamos las banderas por las ventanillas y moló bastante», desvela Manuel, integrante de la Peña El Sur.
Este hincha de la Real, también andaluz, se alojó en una de las habitaciones del hotel de La Cartuja con vistas al mismo escenario del partido. «Un amigo reservó una mesa en el comedor que tenía unas vistas privilegiadas al área donde Oyarzabal marcó el penalti. El partido no fue una maravilla y lo vimos entre un plato y otro. Cuando no nos pitan el primer penalti ya tienes la sensación de que el partido no va como debería, pero cuando llega el gol... Aquello fue apoteósico», evoca Manuel.
«Cuando terminó la final se desató la locura. Como estábamos alojados en el hotel, y eso pertenecía al recinto del campo, salimos por la recepción y bordeando el aparcamiento pudimos llegar hasta donde salían los autobuses. Yo lo pude celebrar con Zurutuza o Prieto, y mi padre con Arconada. No habrá momento que iguale aquella foto», indica emocionado.
Manuel durmió poco aquella noche, como cualquier txuri-urdin, pero en su caso las razones son algo diferentes. «Las cortinas no tapaban bien y entraba la luz de los focos que iluminaban el campo». Aunque no era momento de quejarse. «Levantarme a la mañana siguiente y ver el confeti sobre el césped fue un gustazo. Fue la prueba de que no había sido un sueño lo que había pasado».
Jon Goicoechea es otro de los privilegiados que vivió la final en el hotel de La Cartuja. Este donostiarra se encontraba en la capital hispalense por cuestiones laborales y aprovechó la circunstancia para hospedarse en la misma sede de la final. «El viaje coincidía con el partido y lo cuadramos bien. Llamé al hotel dando por hecho que la federación tendría todas las habitaciones y me dijeron que había una suite libre y que encima se veía el campo. Reservé inmediatamente. Era una pedazo de habitación y lo disfrutamos mucho», confiesa Jon.
«Vimos el partido en la suite con las ventanas abiertas. Estuvimos animando e incluso nos escucharon los jugadores. Algunos se acercaron al córner donde estábamos y nos saludaron. Nos hubiese gustado ir al hotel de los jugadores después pero no pudimos ir por el toque de queda», lamenta Jon. «Te sientes un poco especial porque sabes que no hay nadie de aquí, pero para una vez que llega la Real a una final hubiese molado ver todo Sevilla con gente de la Real y el Athletic». Fueron testigos indirectos del título de la Real. Afortunados a su manera.
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