Oyarzabal celebra con Gorrotxategi el gol de la victoria de su paisano eibarrés Iñigo Royo
Dale Cavese

De santos y gallitos

Gorrotxa hizo que Anoeta celebrara el Día de todos los Santos y no el de los Fieles Difuntos y crispó a Valverde: esto deber ser el inicio, no el final

Ángel López

San Sebastián

Martes, 4 de noviembre 2025, 00:09

Hay quien dice que la vida no se divide en años o en etapas, sino en momentos. Y esto se multiplica a la enésima potencia ... en el fútbol. Es imposible desligar este deporte del vínculo emocional, el apego, que el aficionado tiene con su equipo y mucho más cuando es de su tierra y además no es de los más poderosos. El individuo tiende a olvidar lo que le acontece en su caminar, pero es más difícil desprenderse del recuerdo de cómo se sintió en un momento puntual, por la intensidad de esa emoción. Los 'realzales' que acudieron el sábado a presenciar el derbi no pueden borrar cierta sonrisilla de la cara y les costará relegar al olvido lo que experimentaron tras el gol de Gorrotxategi (o cuando el Athletic sacó de centro, que con el VAR nunca se sabe). Quizá por seguir derrochando ese delirio o por el miedo a perderse lo que restaba, ni siquiera se hizo el Dale Cavese.

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«Algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso», dijo el recordado entrenador del Liverpool Bill Shankly, contraviniendo un adagio más ajustado a la realidad: «El fútbol es lo más importante entre lo menos importante». En todo caso, nada en la vida te hace sentirte de esa manera o te lleva a pegar un abrazo de oso al ocupante del asiento de abajo, al que no conoces de nada, a gritar hasta perder la voz o bailar como loco cuando no te han visto hacerlo en ningún bar en toda tu historia. Cuando uno saca un sobresaliente, aprueba el C1 de euskera, se casa, supera una enfermedad muy complicada o encuentra sitio para aparcar un sábado en Donostia no hace nada de eso, no pierde los papeles como con un gol en el descuento para tumbar al Athletic en casa. El gol de Gorrotxa no dio un título, ni una clasificación, ni supuso el logro de un objetivo concreto, pero fue en el último suspiro para ganar un derbi apretado. Lo random habría sido celebrarlo como un gol normal.

El sábado, 1 de noviembre, fue el Día de Todos los Santos: San Juan (Gorrotxategi, Aramburu y Martín), San Miguel (Oyarzabal, el asistente del final), San Brais, San Pablo (Marín), San Gonzalo el portugués y, entre otros, San Andrés, patrón de los cojos y guía de Barrene en la jugada del 1-0. Ya tiene el donostiarra la patente del 'centro del cojo'. Y eso que tras el gol de Navarro (¿dónde estaba en el córner del último gol?), todo apuntaba a un domingo que, como marcaba el calendario, iba a ser el Día de los Fieles Difuntos, 2 de noviembre.

Y en plena Gau Beltza del Athletic, Valverde llamó 'gallito' a Aramburu, al tiempo que le emplazaba al partido de vuelta. El derbi hace perder los papeles hasta al imperturbable y elegante 'Txingurri'. Ni truco ni trato en Anoeta. Yeso que nos venden que este es sólo el partido del año por estos pagos.

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No, no fue sólo un triunfo. No son sólo tres puntos. Es la victoria de todos, de los 37.685 que gritaron el 3-2. Un balón pateado con el alma y la fuerza de una afición que no se bajó del barco pese a los sinsabores y que brindó un recibimiento apoteósico.

Lo importante ahora es mantenerse en la ola, no aflojar, sujetar ese punto de ambición y la tracción positiva del gol de Jon Gorrotxategi. La temporada no acaba tras ganar al Athletic, pese a provocar tanta felicidad en Gipuzkoa, sino que empieza aquí. Feliz viaje.

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