Mascletá txuri-urdin en el Turia
Irreductibles. Valencia cuenta con una fiel colonia blanquiazul que surgió al albur de la Real campeona de los ochenta y ahora le acompaña en cada partido en la zona del Levante
Plaza del Ayuntamiento. En Valencia conviven los preparativos de las Fallas con los de la Gala de los Premios Goya que la semana que viene se celebra en la capital del Turia con motivo del Año Berlanga, natural de aquí. En la puerta del Consistorio luce una réplica de grandes dimensiones del 'cabezón', la estatuilla de los Goya, obra del valenciano Benlliure. Por los barrios de toda la ciudad se han repartido las reproducciones de 12 premios Goya hechas a cargo de artistas falleros.
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El fútbol queda en un segundo plano, de no ser porque irrumpe en la plaza un grupo de valencianos vestidos de blanquiazul. Más falleros que nadie pero con una pasión txuri-urdin de la que presumen orgullosos desde hace cuatro décadas. Se enamoraron de la Real con el equipo campeón de los ochenta, que aportaba la columna vertebral de la selección que jugó en Valencia el Mundial 82. Eran niños entregados al fútbol de los Arconada, Zamora, López Ufarte, Satrústegui y compañía, que aprendieron a amar unos colores desde la lejanía y ahora han transmitido esa religión a sus hijos.
La txapela de Darko
Pepe Peñalver, de 50 años, es uno de ellos. Director de tienda de la zapatería 'Austria 36' en la capital valenciana, protagonizó una de esas escenas que perdura en el recuerdo de todos cuando la Real bajó en Mestalla en 2007. Ataviado con una camiseta blanquiazul y su inconfundible txapela con los mismos colores se fundió en un abrazo con Darko Kovacevic cuando los jugadores se retiraban cabizbajos al autobús. Fue una imagen que recogieron las cámaras de televisión y los fotógrafos por su emotividad, entre ellos, Jose Mari López para El Diario Vasco.
«Mi historia con la Real es curiosa. Cuando era niño, debajo de mi casa había un kiosko en el que trabajaba una chica de San Sebastián y su hermano venía a pasar el verano. Con el tiempo se convirtió en mi mejor amigo. Se llama Iñaki García Hernández. Su hijo Unai juega en la Real, aunque ahora le han cedido al Peña Sport. Me mandaba por correo fotos y recortes de la Real, así que me aficioné rápido, algo que tampoco fue difícil porque ganaba las Ligas y era el equipo que mejor jugaba aquellos años», recuerda.
«No fue difícil hacersede la Real. En los ochenta ganaba las Ligas y era el equipo que mejor fútbol hacía en aquella época»
Pepe Peñalver | Xirivella
Es el único que ha vivido un partido en Atocha, «un amistoso en el verano de 1991 contra el Twente. No era fácil para un chaval ir entonces a San Sebastián. Quedaba lejos. En ese viaje mi amigo Iñaki me regaló la txapela blanquiazul de la que no me he separado hasta hoy».
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Y eso que Darko Kovacevic intentó comprársela en la noche del subcampeonato de Liga en 2003. «Nos dio pena no ganar aquel título pero mucha gente se fue de fiesta. Entramos en La Kabutzia y me vi en la barra con De Pedro y Darko. Le gustó tanto que me la quiso comprar. Primero me ofreció una camiseta y luego dinero, pero era un recuerdo sentimental del que no me podía desprender», explica.
Desde entonces, cada vez que la Real bajaba a Valencia se acercaba al hotel a saludar a los jugadores, entre ellos a Darko. De ahí viene ese abrazo tras el descenso en Mestalla. «Los jugadores salían hundidos hacia el autobús mientras los aficionados les animábamos. Nadie se paró porque estaban destrozados. Darko me reconoció por la txapela, se acercó y nos fundimos en un abrazo sentido en el que hubo hasta lágrimas. Aquel descenso fue el momento más duro para todos».
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«Me tiraba el Valencia pero Pepe me llevaba a todos los partidos de la Real y hoy es el día en que quiero que gane en Mestalla»
Miguel Ángel González | Valencia
La pasión de Peñalver la ha transmitido a su hijo Iker, de 22 años, del que recuerda que «en Segunda iba todos los lunes al colegio con la camiseta blanquiazul», y a su amigo Miguel Ángel González, que de tanto acompañarle a los estadios se ha convertido al 'realismo'. «A mí me tiraba el Valencia pero Pepe es tan pesado que me llevaba a todos los sitios hasta que hoy es el día que quiero que la Real gane en Mestalla. Te pica el gusanillo y te enganchas. Aquí hay mucho txuri-urdin. Hace unos días me encontré con un compañero del trabajo que me dijo que también era de la Real. No tenía ni idea».
«La Real nos ha dado mucho»
Amado Cuenca, que también tiene 50 años, conoció a Peñalver en la grada visitante de uno de esos partidos por el Mediterráneo. «Los dos somos de Xirivella, un municipio del área metropolitana de Valencia de 30.000 habitantes. Al final resulta que teníamos amigos comunes en el pueblo pero no sabíamos el uno del otro», relata.
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«Me quedé enganchado del equipo campeón de los ochenta. Lo difícil no era hacerse de la Real sino mantenerse después. Entonces había muchos aficionados por aquí que se fueron perdiendo con el paso de los años. No fue mi caso. A mí la Real me ha dado mucho más que fútbol. Una serie de amistades en Gipuzkoa que me hace imposible romper con ese vínculo». Unas palabras que todos suscriben.
Amado ha viajado a Europa y guarda un buen recuerdo del desplazamiento a Salzburgo, «a pesar del resultado. Me encantó la ciudad y el ambiente que se formó entre los aficionados». Es ingeniero en una empresa de climatización y reconoce que a veces resulta chocante pedir permiso al jefe «para ver a la Real. Me gustaría ir a Leipzig pero he visto que hay pocas entradas y las conexiones de los vuelos son complicadas».
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«Lo difícil no fue ser de la Real sino mantenerse con el tiempo. En mi caso ha generado un vínculo muy fuerte con Gipuzkoa»
Amado Cuenca | Xirivella
Cuando se anima a viajar contacta con David Alcón, de Vinaròs, que pertenece a la peña 'Estrella del Norte txuri-urdin' de Benicarló. Son 63 socios y David presume de tener tres hijos de la Real, sus mellizos Jon y Noa de 12 años, y Andrea, de nueve. «En casa solo tenemos dos colores: el blanco y el azul», advierte.
La huella de Arconada
Toni Altamiano es de la misma generación, aunque en su caso tiene 52 años. Su sangre realista le viene por Arconada. «De pequeño jugué hasta los 15 años de portero y no he conocido a otro igual. Era espectacular lo que hacía. Sus vuelos, su carácter, sus reflejos... Tenía su equipaje completo con la camiseta azul, pantalón negro y medias blancas. Esa admiración por él dura hasta hoy, de hecho uno de mis grandes sueños sería conocerle algún día en esos viajes que hago hasta San Sebastián. Me han dicho que es una persona atenta y cercana».
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En la adolescencia dejó el fútbol por el baloncesto pero no renunció de la Real. «Crecí demasiado y me aconsejaron que cambiara de deporte. Mido 1,93. No me fue mal porque era bueno en baloncesto pero cuando más disfruté fue imitando a Arconada bajo los palos».
Ninguno ha tenido nunca ningún problema en Valencia por ser de la Real. «Aquí caen mal el Madrid y el Barcelona. Pero a nosotros ya nos conocen como los de la Real. La mayoría de nuestros amigos son del Valencia, como es lógico», apunta Toni. Amado recuerda que se hizo socio del Levante durante unos años «por ver fútbol de Primera cerca de casa y porque el abono era más barato. Pero yo disfruto viendo a la Real. El resto me da igual».
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«Jugué hasta los 15 años de portero y no podía ser de otro que de Arconada. Aún tengo el sueño de conocerle en persona»
Toni Altamiano | Valencia
Confiesan que los valencianistas ahora miran con admiración a la Real. «Nos dicen que tenemos un equipazo, que les da envidia. Desde que llegó Peter Lim han pegado un bajonazo del que les está costando recuperarse, aunque Mestalla siempre es un campo difícil para ganar por mucho que se nos dé bien. Ahora como se han colado en las semifinales de Copa se han venido un poco arriba. A ver si ganan al Athletic», proclama Toni.
La camiseta de Xabi Prieto
David Rubio, de 43 años, es de Quart de Poblet y se hizo de la Real por sus hermanos mayores José y Víctor, que sí vivieron la época de las Ligas. «De niño uno imita a los hermanos mayores y yo lo hice. Mi gran momento fue la Liga que casi ganamos en 2003 con Darko y Nihat. Cómo jugaba aquel equipo...».
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Aparece en la Plaza del Ayuntamiento junto a su mujer y sus hijos Iker y Álvaro, ambos vestidos de la Real. «Hay que meterles el gusanillo como hicieron conmigo. Para mí este club es lo más grande. Recuerdo que tras un partido en Mestalla le pedí una camiseta a Prieto y me dijo que las dos que tenía ya las había dado. Así que apuntó dirección y me mandó una a casa. ¿Dónde se ve algo así?». Historias como las de estos valencianos blanquiazules confirman la grandeza de la Real.
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