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El expresidente gallego, Manuel Fraga. / Archivo
El 'León de Villalba': Genio y figura
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El 'León de Villalba': Genio y figura

El expresidente de la Xunta de Galicia ha fallecido en Madrid a los 89 años después de que un fuerte catarro le ocasionase serios problemas respiratorios

MAGIS IGLESIAS

Lunes, 16 de enero 2012, 04:03

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Manuel Fraga, gallego ilustre, político en esencia, muñidor de la Transición y autor de la Constitución, era un icono de la sociedad española que vivió a caballo entre la dictadura y la democracia, y pieza imprescindible en la historia de España.

Ministro en varias carteras del régimen franquista, fue procurador en Cortes, secretario del Movimiento y embajador en Londres. Después, fue elegido diputado nacional, eurodiputado, diputado autonómico, senador y presidente de Galicia. Además, tuvo el mérito de haber constituido el partido que condujo a la derecha española a la democracia.

Era de carácter tan excesivo como su propia biografía, en la que destacó por ser el número uno en todo, menos en la presidencia del Gobierno a la que tanto aspiró y nunca consiguió. Su conocida vehemencia superaba su fama de hombre culto y disciplinado, y le valió los apelativos de 'León de Villalba' -por su talante y procedencia de esa localidad gallega- y 'patrón de la derecha', por su sentido de la autoridad. Pero todos le llamaban 'Don Manuel' y le trataban de usted. A pocos amigos les consintió el tuteo y el confianzudo 'Manolo' para dirigirse a él.

Como ministro de Información y Turismo (1962/1969), aprobó la primera ley de prensa y creó la red de paradores nacionales. Ya entonces ansiaba pilotar el camino hacia el final de la dictadura pero el régimen lo envió como embajador a Londres. Desde ese cargo mantuvo sus contactos con Madrid y creó en 1974 el Gabinete de Orientación y Documentación (GODSA), que presidió Rafael Pérez Escolar. Desde esa plataforma diseñó el proyecto de lo que, en su opinión, debía ser la reforma política. "Entonces (en la dictadura) sólo teníamos dos caminos: exiliarnos o intentar mejorar las cosas", dijo más tarde en una entrevista para explicar su pasado.

Muy activo en la transición

Con Franco en su lecho de muerte, el 19 de noviembre de 1975, Fraga regresó a Madrid y pidió ser conducido desde Barajas al hospital de la Paz. Tras visitar al dictador, convocó a los suyos a una reunión inmediata: "Queridos amigos, esto no dura ni 24 horas, así que mañana nos vemos en las oficinas porque hay que preparar la reforma". Así relata los acontecimientos el que fuera su jefe de gabinete y hombre de confianza, Carlos Argos, que tiene el carnet n.º 2 de Alianza Popular. Pero el Rey le nombró vicepresidente para Asuntos del Interior y ministro de la Gobernación (1975/76) y después eligió presidente a Adolfo Suárez, que lideró la Transición. Sin embargo, había sido Fraga quien mantuviera los primeros contactos con la oposición en encuentros con Enrique Múgica y Felipe González.

En 1976 fundó Reforma Democrática, como paso previo a lo que sería Alianza Popular, un partido que nació con un puñado de ministros franquistas y espantó a los políticos más centristas que se sumaron a la UCD de Suárez. AP sería el hilo conductor que llevaría a los políticos de la dictadura a participar en la democracia.

Como líder de la derecha, participó activamente en la Transición y fue uno de los ponentes de la Constitución del 78, pero nunca conseguiría ganar unas elecciones generales, por lo que tiró la toalla en 1987 y se presentó a los comicios europeos. Cuando diseñó con Marcelino Oreja la unificación de todos los partidos del centro derecha en la refundación de AP (febrero de 1989) abrió la puerta al triunfo electoral con la creación del Partido Popular. Meses después (septiembre de 1989) dejó manos libres a Aznar para que condujera a su partido al poder en 1996.

Impronta en Galicia

Los detractores de Fraga aseguran que podía defender una cosa y su contraria con la misma pasión. La historia así lo demuestra. Como ministro de la Gobernación, se declaró dueño de la calle y advirtió que antes "pasarán por encima de mi cadáver" que permitir ondear una ikurriña. Como ponente constitucional, mostró una enconada beligerancia en contra del título VIII, referido al Estado de las Autonomías.

A partir de 1990, la presidencia de la Xunta le curó de los temores antiautonomistas. Como presidente de Galicia, recuperó el idioma gallego de su infancia en todos los actos públicos, reivindicó sus orígenes lucenses y recorrió la comunidad autónoma a velocidad de vértigo con intención de modernizar el país y acabar con los incendios. Gran madrugador y amigo del contacto directo con la realidad, se pasó años pateando tierras gallegas, en donde dejó su impronta con una red de autopistas e infraestructuras avanzadas, sólo pendiente de la llegada del AVE. Nunca rebajó su actividad a pesar de que ya tenía 83 años cuando concluyó su cuarto mandato.

La crisis del 'Prestige' le dio la puntilla a una legislatura autonómica ya decadente y fue la única ocasión en que Aznar le permitió asistir a una de las reuniones de la dirección del PP. En el peor momento de su trayectoria como presidente de Galicia, se puso en manos de Rajoy, que le ayudó a renovar su gabinete y preparar su sucesión en manos de Alberto Núñez Feijóo.

Tras perder las elecciones, Fraga llegó al Senado con la ilusión de participar en su reforma para convertirlo en Cámara de representación territorial. Jamás lo consiguió. Nunca se dio por vencido. Aunque se jubiló como profesor de Derecho Constitucional a los 65 años, siguió trabajando como político hasta el último día y asistió a todas las reuniones de la dirección del PP que presidía Mariano Rajoy, sin dejar pasar un día sin aportar su intervención con su característica velocidad verbal e ininteligible dicción.

Un resbalón en la bañera lo llevó al quirófano y su debilidad física se fue acrecentando desde aquel día de la pasada primavera. No recuperó la salud para votar la última reforma de la Constitución.

En septiembre, anunció su retirada de la política y rechazó la invitación del presidente de la Xunta para repetir como senador por designación autonómica. En noviembre, fue sustituido en el escaño por José Manuel Romay Beccaría. Pasó los últimos meses en el piso adyacente al de una de sus hijas en Madrid, desde donde envió su último mensaje político a Mariano Rajoy con motivo de la celebración de la Convención del PP en Málaga. "Que siga con el proyecto centrista y reformista y no se deje llevar por los extremistas". Así le transmitió el deseo del anciano senador su viejo amigo Carlos Argos al hoy presidente del Gobierno.

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