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Enric Bonet
París
Domingo, 2 de febrero 2025, 01:00
El silencio en su interior contrasta con el ruido ambiental. Uno no se refiere solo al abundante tránsito en el lujoso oeste parisino, sino también a la controversia suscitada en la política española. Situado en el número 11 de la Avenida Marceau en París, enfrente de la embajada de España y cerca de los Campos Elíseos, este palacete ha enfrentado en las últimas semanas el PNV con el PP y Vox. Su devolución a la formación vasca es una de las medidas que incluye el decreto ómnibus tumbado la semana pasada por el Congreso de los Diputados, pero que Pedro Sánchez aprobó finalmente tras su acuerdo reciente con Junts.
Millones de españoles, también las decenas de miles que viven en la región parisina, ignoraban hasta principios de este año la existencia de este edificio. Y eso que se trata de un lugar lleno de historia e interés cultural. Es uno de los legados del exilio del Gobierno Vasco durante el franquismo. Lo adquirió Marino de Gamboa Ucelay, un filipino de origen vasco y con la nacionalidad estadounidense, con fondos del nacionalismo vasco. Pero su pertenencia es «más cercana al Gobierno Vasco que al partido (PNV)», recordaba hace unas semanas la historiadora Leire Arrieta Alberdi, profesora en la Universidad de Deusto, en declaraciones a este medio.
La delegación del Gobierno Vasco intentó pasar de puntillas ante la hostilidad de un París ocupado por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Fue en 1951 con la Cuarta República cuando el régimen de Franco consiguió que las autoridades francesas de entonces, amparándose en una decisión tomada por la Francia de Vichy, dieron la propiedad de ese palacete al Estado español. Actualmente, acoge una parte de las oficinas del Instituto Cervantes y, sobre todo, su biblioteca en la capital francesa. Se trata de un edificio abierto al público, cuya actividad no se ha visto afectada por el acalorado debate al otro lado de los Pirineos.
Cuando uno entra por su puerta arqueada y se adentra en su patio, se encuentra con una placa que recuerda un momento emblemático de este lugar. Y lo hace sin ninguna mención –no es ningún detalle anodino– a su pertenencia vasca en el pasado. «En este local se constituyó los días 8 y 9 de mayo de 1949 el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo», explica esa lámina. No resulta ninguna sorpresa que esa reunión se produjera allí dada la vocación europeísta y federalista del nacionalismo vasco, que desde principios de los cuarenta había apoyado varias iniciativas de ese estilo. La placa fue puesta en 1991 durante el Gobierno socialista de Felipe González.
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Aparte de esa insignia, no se observa ninguna otra mención a su pasado vinculado al PNV. La prensa española lo ha presentado como la sede del Cervantes en París, pero en realidad se trata de su biblioteca puesto que esta institución realiza la mayoría de sus actividades en otro edificio, situado en una calle perpendicular. Biblioteca Octavio Paz es el nombre oficial del ahora conocido como palacete de la discordia.
Cuando uno cruza una segunda puerta, allí se encuentra con un guardia algo soñoliento que habla un castellano fluido, aunque con ese marcado acento del que los franceses difícilmente logran desprenderse. Eran las seis de la tarde y una de las trabajadoras del Cervantes hacía las tareas de bibliotecaria, sustituyendo a la secretaria habitual.
«No soy de Bizkaia, sino de Gipuzkoa. No te olvides que hay una fuerte rivalidad», recordaba esta simpática empleada, que ayudaba a los visitantes a inscribirse y tomar prestados libros. Probablemente, en la Octavio Paz se encuentran los recursos bibliográficos más abundantes en lengua castellana en París. También hay dos pequeños apartados dedicados a la literatura vasca y la catalana en la sala principal, con imponentes estanterías de madera oscura y presidida por un cuadro de Manuel de Falla.
El edificio es una de esas múltiples joyas de la arquitectura 'hausmaniana' de la segunda mitad del XIX. Sus volutas, las decoraciones vegetales con forja de metal o una monumental escalera de madera coronada por un candelabro evocan esa riqueza arquitectónica del pasado. Debido a su aspecto elegante y burgués, el Cervantes en París celebra allí sus actos con más caché, por ejemplo, la entrega a mediados de diciembre del premio Joan Margarit al poeta sirio Adonis, un acto al que acudió la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.
Cuando se cumpla el decreto y sea devuelto al PNV, continuará acogiendo la biblioteca del Cervantes hasta finales del 2030. A cambio de ello, el Estado –y no lo hará directamente la institución cultural– pagará un alquiler anual a la formación vasca. Fácilmente puede superar el millón de euros teniendo en cuenta los precios del mercado en esa lujosa zona.
Durante esa tarde de finales de enero, sus visitantes podían contarse con los dedos de las manos. Desde la administración, sin embargo, apuntan que varias decenas de personas acuden a la Octavio Paz cada día. Por el silencio que reina en su interior, es un lugar ideal para escribir una tesis doctoral. Y rizando el rizo, uno se imagina que consistiría en un doctorado de historia dirigido por el historiador Enric Ucelay da Cal. Más allá del ruido político, resulta un lugar digno de una novela.
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Patricia Rodríguez | San Sebastián
Amaia Núñez
Miguel González | San Sebastián y Oihana Huércanos Pizarro
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