Urkullu rechaza «la sinrazón ética y política» de la memoria que busca justificar el terrorismo
El lehendakari preside el acto central del Día de la Memoria y pide autocrítica a quienes tuvieron «responsabilidad directa e indirecta» en la violencia
«No podemos, no debemos, no queremos olvidar. La memoria es la mejor garantía para la no repetición, para la construcción de un modelo sólido ... de convivencia en el pluralismo político y en la diversidad social». El lehendakari transmitió este jueves este mensaje durante el acto central del Día de la Memoria en el que rechazó la memoria que solo busca justificar el terrorismo porque «no es la mirada de la historia y la verdad, es una mirada al servicio de un relato que única y exclusivamente pretende justificar lo que ha sido, es y será una sinrazón ética, política y democrática». Iñigo Urkullu instó a «mirar desde la verdad de los hechos, de todos los hechos» y a hacer una autocrítica «de todos, pero sobre todo y muy especialmente de quienes fueron responsables directos e indirectos de décadas de terror y violencia política».
Urkullu instó a mirar al pasado desde el conocimiento, el rigor y los principios de la ciencia histórica, con el objetivo de «comprender los fenómenos históricos», sin que eso signifique «en ningún caso, justificar». Esa mirada debería incluir a las víctimas, ya que, según expresó, ellas representan «el dolor, el sufrimiento y la injusticia más radical del terrorismo y la violencia política». Mirar con sus ojos, mirar desde sus experiencias «es, sin duda, el mejor acto de reconocimiento que hoy les podemos tributar», remarcó.
El acto institucional de conmemoración del 10 de noviembre bajo el lema 'Bizikidetzarako memoria. Memoria para la convivencia Guztion memoria-memoria guztiak', sirvió de marco para la presentación del documento en el que se recogen las bases compartidas para la construcción social de la memoria en Euskadi. Josu Elespe y María Jauregi, familiares de víctimas de ETA, y Axun Lasa, víctima de torturas y hermana de una víctima del GAL; y los historiadores Unai Belaustegi, Eider Landaberea y Virginia López de Maturana son los autores del documento 'Begiradak. Bases compartidas para la construcción social de la memoria en Euskadi'. El texto afirma que los relatos autojustificativos «levantan muros» e impiden «la convivencia democrática». «Ni los conflictos políticos ni la razón de Estado justifican, en ningún caso, el uso de la violencia», advierte.
El Gobierno Vasco dejó el pasado febrero en manos de este grupo la consecución de un acuerdo inédito sobre el suelo ético, el que no logró alcanzar la Ponencia de Memoria de la Cámara vasca en las últimas legislaturas, en las que EH Bildu se negó a apoyarlo y el PP se autoexcluyó del debate.
Urkullu intervino tras la presentación de los resultados del proyecto y destacó que haber acordado esas bases compartidas es, «una valiosa aportación para la convivencia». Remarcó que la memoria «ha de ser pilar básico» de un modelo de convivencia basado en la no violencia, en principios y valores éticos y democráticos, y en la defensa, protección y garantía efectiva de los derechos humanos.
Subrayó que la mirada autocrítica y que no busca la autojustificación, «debe también ser una mirada ética, una mirada que debe conllevar un corolario final: fue injusto. Ésta es, sin duda, la mejor garantía para la no repetición».
Arropar a las víctimas
El acto, celebrado en la sede del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, estuvo marcado por la entrevista en la que el exministro José Barrionuevo justificó a los GAL. El homenaje a la memoria de los daminificados contó con una amplia representación institucional, política y social que arropó a las víctimas del terrorismo y la violencia presentes en el homenaje. Asistieron, entre otros, la presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejeria; el vicelehendakari primero y consejero de Seguridad, Josu Erkoreka; la vicelehendakari segunda y consejera de Trabajo y Empleo, Idoia Mendia; los presidentes de las Juntas Generales de Gipuzkoa y Bizkaia, Xabier Ezeizabarrena y Ana Otadui, y miembros de la Comisión de Derechos Humanos, Igualdad y Justicia del Parlamento Vasco; del Consejo de Dirección de Gogora; el Ararteko; la subdelegación de Gobierno en Bizkaia, y el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo.
Los nueve puntos del documento
Futuro sin olvido
El 'olvido' ha sido, en palabras de los autores, en muchas ocasiones la manera en la que las sociedades han intentado asentar la 'paz social'. Según los autores, la sociedad vasca no muestra deseos de 'borrón y cuenta nueva'. La sociedad vasca quiere mirar al pasado y conocer las graves vulneraciones de derechos humanos, y quiere hacerlo desde posiciones constructivas e inclusivas, que sirva para asentar un modelo de convivencia duradero.
Futuro con memoria(s)
La construcción de una memoria que deje constancia de acontecimientos y experiencias traumáticas que han afectado y afectan a una sociedad es una necesidad, apuntan. Sin embargo, en contextos políticos conflictivos y polarizados, los consensos sobre lo ocurrido suelen ser limitados, y eso conlleva a esforzarse para hallar 'lugares comunes'. El marco internacional de los derechos humanos sirve a la sociedad vasca como lugar común.
Superación de relatos autojustificativos
La dificultad para construir una memoria que deje constancia pública de acontecimientos y experiencias traumáticas no radica en la pluralidad de memorias sino en los relatos autojustificativos que se construyen a partir de ellas. Sin embargo, esos relatos tienden a encerrar más y más en lo propio, marcan distancia de los demás, perpetúan y cronifican el escenario de 'unos' y 'otros'; de 'unos frente a otros'.
Revisión crítica y autocrítica del pasado
La historia parece demostrar que las sociedades que revisan de manera crítica y veraz su pasado tienen más garantías para esa 'no repetición'. Esa revisión crítica conlleva 'una revisión autocrítica que interpela directamente y sin excusas a quienes tuvieron responsabilidades directas e indirectas en las diferentes expresiones de terrorismo y en todas vulneraciones de derechos humanos'.
La verdad
El derecho a la verdad es un pilar fundamental en el que anclar la memoria para la convivencia. Derecho que conlleva un deber para las instituciones públicas, para la academia y para los agentes sociales. La verdad requiere de conocimiento, que ha de ser generado y transferido. Es necesario reforzar recursos y políticas orientadas a profundizar en el conocimiento para cumplir el 'imprescriptible derecho a la verdad'.
Reconocimiento de todas las víctimas
Las víctimas representan la injusticia radical de la violencia y lo intolerable de lo sufrido. El reconocimiento de todas es fundamental para la construcción de una convivencia democrática sustentada en un futuro con memoria y verdad. Se subraya la dimensión pedagógica de los testimonio de las víctimas y el poder que tienen para humanizar los conflictos y facilitar conectar con la persona que sufre.
Memoria pedagógica y deber de transmisión
La convivencia democrática exige trabajo y compromiso constante. Para afianzar ese compromiso, se destacan el poder de transmisión de experiencias educativas como Adi-Adian, o la potencialidad de productos culturales de ficción para aportar otra visión y, a la vez complementaria de la formación reglada. Es necesario que los jóvenes adopten un papel activo en las políticas públicas de memoria.
Memoria compartida
Los autores hacen referencia a que la convivencia democrática necesita romper los muros levantados por los relatos autojustificativos durante muchos años para poder construir un nuevo espacio público abierto, inclusivo, de respeto y de diálogo democrático. Y ello requiere, señalan, voluntad y compromiso, valentía para salir de las 'zonas de confort' y asunción de riesgos.
Memoria para la convivencia democrática
El presente condiciona la mirada al pasado y es, a su vez, el tiempo en el que toman forma las expectativas de futuro. En este sentido, el documento señala que la sociedad vasca actual se pregunta por su pasado más reciente, por las décadas de terror y de las graves y continuas vulneraciones de derechos humanos que han formado parte de las vidas de varias generaciones.
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