El sonido de los tambores electorales ya está en el ambiente político del día a día, sobre todo después de que el lunes por la ... noche se cerrara el plazo para que los partidos registraran las listas con las que concurrirán a las elecciones del 28-A. Ya se conocen los actores que aspiran a protagonizar la decimotercera legislatura que, por cierto, incluye fichajes novedosos en estas lides, como los de los toreros en las listas de la derecha. Como si todos los problemas que padece este país tuvieran que pasar por lo que pudieran aportar determinadas figuras de la tauromaquia en la Carrera de San Jerónimo, más allá de la lógica defensa de su sector. Sin embargo, los estrategas de esas formaciones conservadoras han debido olfatear que detrás de las muletas y las espadas puede haber movimiento de votos. Por no hablar tampoco del pelotón de generales que se asoman en las listas de Vox. Ver para creer.
En Euskadi, sin embargo, las cosas son más contenidas. El deseado trofeo de las transferencias por parte del Gobierno de Iñigo Urkullu se complica después de que el Ejecutivo central se pusiera las pilas a principios de enero al cerrar un histórico calendario de transferencias con las que se acariciaría la culminación de las competencias contempladas en el Estatuto de Gernika. Del feliz desenlace de este trasvase competencial depende que tanto PSOE como PNV se carguen de razones para mostrar en vísperas de concurrir a las urnas que su relación leal tiene sus resultados. Sánchez y el lehendakari apretarán los dientes para que este objetivo se pueda culminar en el plazo comprometido. Es decir, antes de votar el 28-A.
En una posición expectante, pero a la vez ambiciosa, se sitúa la coalición EH Bildu de Otegi. Por de pronto, han renovado en un elevado porcentaje sus listas municipales en Gipuzkoa para pugnar con nuevas caras con el PNV, su eterno rival. Los jeltzales guipuzcoanos no se confían y saben que el peligro vendrá desde ese flanco que afronta a la vez con nuevos bríos su carrera hacia el Congreso, ahora de la mano de ERC. La izquierda abertzale quiere ser tan influyente en la política española como lo ha sido en los últimos tiempos el PNV. Casi nada. Otra cosa es que lo consigan.
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