«En un sector de la izquierda llegamos tarde a la reflexión de la crueldad del asesinato de ETA»
Escritor y activista de la memoria ·
El escritor Joseba Eceolaza (Pamplona, 1979) se detiene en su nuevo libro, 'ETA: la memoria de los detalles', en «la crueldad» que han vivido las ... víctimas del terrorismo, convencido de que «esa letra pequeña del horror de la violencia» tiene un poder pedagógico muy fuerte. El que fue cargo público de Batzarre y actual secretario de Políticas Sociales y Públicas de Comisiones Obreras en Navarra hace autocrítica y reconoce que «en un sector de la izquierda llegamos muy tarde a la reflexión de la crueldad del asesinato de ETA». Presentará su libro este jueves, a las 19.00 horas, en el centro cultural Koldo Mitxelena de Donostia, de la mano de 'Gogoan. Por una memoria digna'.
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–¿Cuál fue ese primer detalle que inspiró el libro?
–Sin duda, el que aparece en la portada del libro y que recuerda el asesinato de José Luis López de Lacalle. Le matan el 7 de mayo de 2000 y al día siguiente alguien le hace una pintada cerca de su casa en la que pone «Lacalle jódete!!! ETA herria zurekin». Esa pintada condensa bastante bien lo que intento transmitir en el libro: la crueldad que han soportado las víctimas de ETA antes del atentado, durante y después.
–¿A partir de ahí qué reflexiones ha querido compartir?
–Hay dos reflexiones previas porque siempre he creído que descender a los detalles de las vivencias de las víctimas del terrorismo de ETA tiene un poder didáctico y pedagógico muy fuerte. Hablar de esa letra pequeña ayuda a la empatía. Es importante transmitir que el impacto que tiene la violencia dura tanto como dura la vida de las víctimas. A Cándido Cuña, por ejemplo, le asesinan en Errenteria por vender pan a la Guardia Civil. Su viuda se pega tres días en la puerta de casa, sentada, esperando a que llegue, incapaz de gestionar el impacto emocional de la muerte.
–Cita infinidad de nombres y vivencias. ¿Las más impactantes?
–Hay muchas. Beatriz Elorza, la mujer de Manuel Huertas, dirigente del PSE, encontró tres esquelas con los nombres de sus tres hijos en el buzón de casa. En Zarautz, había catorce personas activas de Gesto por la Paz, ocho sufrieron agresiones. A Zamarreño le gritaron desde un balcón: «Te vamos a matar». Lo asesinaron y al día siguiente alguien puso una copa de champán en su portal. A Ramón Díaz lo asesinan en San Sebastián simplemente por ser cocinero de la Comandancia de Marina. Pero una de las cuestiones que más me han impactado y conmovido es que en la pirámide del prestigio social de las víctimas, abajo, donde más oscuridad y silencio ha habido, están las viudas de los guardias civiles, de policías, de militares y las familias de los acusados de chivatos o traficantes...
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–En su libro habla en primera persona, recuerda su trayectoria como concejal y parlamentario en Navarra y hace autocrítica. ¿El libro le sirve para corregir ciertos errores?
–Vengo haciendo esa autocrítica al menos desde 2003, pero creo que a nivel humano en un sector de la izquierda llegamos muy tarde a la reflexión de la crueldad del asesinato de ETA, teníamos que habernos acercado antes a las víctimas y de otra forma. Lo hemos hecho llenos de 'peros', de matices y de interpretaciones políticas. Con los años me he dado cuenta de que me faltó el paso humano de acercarme en mi caso a los ediles de UPN y PSN y decirles «estoy con vosotros». Yo iba y les hablaba de la libertad y del gaztetxe, pero me iba tranquilo a mi casa, y ellos se quedaban mirando debajo del coche, preocupados. ¿Cómo es posible que fuéramos tan solidarios con mil causas y tan ciegos al sufrimiento cotidiano de compañeros de corporación? Nos faltó un acercamiento más humano y limpio sin esas anteojeras políticas.
–En uno de los capítulos habla de los que están empeñados en «la teoría del empate». ¿Es un riesgo de este tiempo postETA?
–Es uno de los riesgos más graves que hay ahora mismo. Hay una insoportable costumbre de que cuando se habla de las víctimas de ETA alguien diga: «Sí. ¿Y de las otras violencias, qué?» Como si una cosa justificara o compensara otra. Y en realidad hay sectores de la izquierda abertzale empeñados en una inflación victimaria que analiza el asunto con una calculadora en su mano, contando víctimas a su favor para dar la sensación de que aquí hubo una especie de empate. Y nos plantea una aritmética que creo que es ruinosa. Las víctimas se suman no se compensan. Es verdad que hay víctimas del GAL, de la tortura y de la violencia policial, pero eso no justifica la crueldad con la que ETA actuó.
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