RECTIFICAR ES DE SABIOS
El Gobierno de Urkullu no tenía mucha más salida que rectificar la arriesgadísima apuesta que hizo la semana pasada de incluir la mejora presupuestaria -con ... una inyección de 250 millones a distribuir en 150.000 familias- en un solo proyecto de ley de lectura única. La maniobra del gabinete formado por PNV y PSE resultaba un sorprendente órdago a la oposición, que enseguida vio un estratégico flanco para visualizar la debilidad en la que se encuentra desde el inicio de la legislatura el Ejecutivo de Urkullu. La pelota que se ponía encima del tejado de EH Bildu, Podemos y PP era una especie de trágala para estos partidos, que, por diferentes motivos, unieron sus fuerzas para amagar con dar un portazo a la iniciativa gubernamental. Y ante el riesgo de fracasar en el luminoso del Parlamento Vasco, Azpiazu tuvo ayer que desdecirse de su vertiginosa postura inicial y presentó el 'troceo' del proyecto de ley para que los partidos, por separado, contribuyan a sacar adelante semejante inversión económica que repercute directamente en el bolsillo de los ciudadanos. El Gobierno Vasco sigue endosando a la oposición la responsabilidad de esta iniciativa financiera, pero, sin duda, la forma y el modo de solicitarlo es sensiblemente diferente al que expuso la semana pasada.
Sorprende que después de que Urkullu supiera desde el mes de junio pasado que ya no puede contar con el PP vasco como socio preferente, tras la abrupta moción de censura que tumbó a Rajoy, su gabinete no hubiera ido en esta ocasión con más pies de plomo para llevar a cabo esta iniciativa clave para paliar la prórroga presupuestaria, fruto del fracaso que supuso la frustrada negociación con EH Bildu.
En menos de dos meses el Gobierno PNV-PSE ha mostrado sus puntos débiles y su vulnerabilidad, principalmente porque no tiene garantizada la mayoría absoluta en el hemiciclo vitoriano. Y en estos casos de inferioridad numérica hay que tener cintura y nervios de acero para aparentar estabilidad cuando no se tiene. Aquel escaño 29 que el PNV acarició tras las elecciones de 2016, y que se esfumó cinco días después en el recuento definitivo por un puñado de votos, puede provocar más de un sudor frío.
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