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Solo diez horas después de que la magia del flamenco de Sara Baras pusiera en pie a su público en un Kursaal abarrotado, Pedro Sánchez ... hizo lo propio. Como una auténtica estrella del rock, con la música de la banda británica Muse sonando a todo volumen, el presidente del Gobierno hizo una entrada triunfal en el palacio de congresos donostiarra donde la militancia le esperaba entre aplausos y gritos de «¡Pedro, presidente!». Sánchez llegó y ya solo con su presencia emocionó.
Pero dos horas antes, el ruido no estaba ahí dentro sino fuera, en la calle. Un hervidero de gente se movía por los aledaños del Kursaal. Los cargos socialistas que participan desde el viernes en el X Congreso del PSE-EE, y militantes, simpatizantes y curiosos que esperaban pacientes la llegada del presidente del Gobierno para ver a su líder en carne y hueso. Frente a ellos, la manifestación de los jubilados reclamando las mejora de sus pensiones. También la gente que esperaba en una cola ordenada para entrar en el cubo pequeño de Moneo con el fin de asistir a la presentación de la Red de Personas Torturadas de Euskal Herria. Y todo este batiburrillo en un ambiente de calma y tranquilidad total, una evidencia de los nuevos tiempos que se viven en Euskadi aunque, eso sí, entre grandes medidas de seguridad; agentes de la Ertzaintza parapetaron el Kursaal; en las aceras del paseo de La Zurriola e incluso en los tejados de los cubos, los ertzainas vigilaban el ir y venir de la gente.
Por eso la llegada del presidente del Gobierno fue tan discreta. Cuando en uno de los pasillos los jefes de prensa de las diferentes instituciones y los encargados de comunicación empezaron a alinearse en una fila perfecta, todo el mundo imaginó que acababa de llegar. Y así fue. Uno a uno, y sin perder en ningún momento la sonrisa, Sánchez saludó a todos con amabilidad antes de encontrarse con la militancia y fundirse en un efusivo abrazo con el secretario general del PSE, Eneko Andueza. El presidente no se alargó en un discurso que no dejó indiferente a la familia socialista vasca, que acudió en bloque para recibir con calor y afecto a su líder.
La conexión del PSE-EE con el presidente es incuestionable, como también lo es su tirón entre la militancia. Porque ayer no faltó nadie. Tampoco algunos ministros. Óscar López, ministro para la Transformación Digital, conversaba con la presidenta de Navarra, María Chivite, el vicelehendakari, Mikel Torres, o los secretarios generales de las Juventudes del PSE, Gabriel Blanco, de CC OO Euskadi, Loli García, o Raúl Arza, de UGT Euskadi. Una vez finalizado el acto, el presidente del Gobierno no pudo quedarse a comer porque salió rápidamente a Logroño, donde tenía otra cita, ya que ayer por la tarde arrancaba el 16º Congreso de La Rioja.
Los que sí se quedaron formaron corrillos, y se vieron muchos abrazos y apretones de manos, risas y muchos selfies y chascarrillos. Y sobre todo, muchas caras de felicidad. El secretario de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible, José Antonio Santano, conversaba con Marisol Garmendia y Noemí López, delegada y subdelegada del Gobierno en el País Vasco, respectivamente; la alcaldesa de Irun, Cristina Laborda, o Denis Itxaso, consejero de Vivienda del Gobierno Vasco. Al lado, la diputada Rafaela Romero, su marido, Jesús Eguiguren, expresidente del PSE, y el exlehendakari Patxi López.
En un día soleado, de viento sur y con tanta visibilidad, varios bañistas especulaban con la idea de si el avión que ayer a mediodía sobrevoló la playa de La Concha haciendo una maniobra algo inusual podría ser el Falcon del presidente del Gobierno. Aunque solo se trataba de una conjetura, como la que apuntaba a que una pareja que paseaba tranquila por el Pico del Loro podría ser la formada por el ministro de Economía, Carlos Cuerpo –que ayer por la tarde participó en una de las mesas redondas organizadas por el partido–, y su mujer.
Lo que no fue una especulación fueron las confidencias que se hicieron Óscar López y Miguel Ángel Morales, secretario de Organización del PSE-EE, mientras fumaban en pitillo en el paseo de La Zurriola durante un descanso en el transcurso del cónclave socialista, que hoy se clausurará con la reelección de Eneko Andueza. Ni tampoco que el ministro Óscar Puente fuera visto comiendo unos pintxos en La Espiga o paseando por San Sebastián entre la sorpresa de los ciudadanos, que en muchos casos mostraron en todo momento gestos de cariño y de aprobación. El 'látigo del PP' tiene seguidores en una ciudad que siempre le sorprende «por su magnífica belleza».
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