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Los partidos nacionalistas vascos han ahondado sus distancias con Junts y Podemos ante el nuevo 2025, las dos formaciones que han elevado las condiciones ... de su apoyo al Gobierno y que han advertido que, si Sánchez no cede a sus pretensiones, no respaldarán el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Tanto el PNV como EH Bildu no ocultan su preocupación por la deriva maximalista de Junts, que ha exigido a Sánchez que se presente a una cuestión de confianza en el Congreso y que ha avisado que, si no lo hace, se arriesga a una ruptura que quebrará de facto la mayoría de la investidura. Mañana mismo desvelarán qué repercusiones tendrá la negativa socialista a tramitar en el Congreso la solicitud. Según adelantó el martes el secretario general de Junts, Josep Turull, «no le gustarán al PSOE».
La estrategia de Junts puede desembocar en la falta de apoyos a los Presupuestos de 2025 y en una nueva prórroga de las Cuentas. A estas alturas es el escenario más probable, admiten, pero que, unida a la negociación agónica de los proyectos más importantes del Gobierno, que dependerían de la luz verde de los antiguos convergentes, conduciría la legislatura a un colapso, aunque no haya números para una moción de censura que excluyen por completo porque exigiría el concurso activo de Vox.
Tanto el PNV como EH Bildu enmarcan la 'vuelta de tuerca' de la formación liderada por Carles Puigdemont en sus necesidades tácticas en Cataluña y en su particular metodología de negociación para escenificar que «tiene la llave», bien diferente a la empleada por los nacionalistas vascos. Junts trataría de visibilizar su poder, por un lado, frente al discurso de Esquerra Republicana, al que Junts considera que le ha abierto un serio boquete, que le ha obligado a endurecer su mensaje ante el PSOE en su último congreso. Por otra parte, frente a la presión de la ultraderecha de Aliança Catalana, cada vez con más peso según los sondeos. Y, en tercer lugar, con una ley de amnistía que tropieza con serios problemas en su aplicación. Quizá solo la posibilidad de un encuentro entre Puigdemont y Sánchez –algo que el PSOE ya admite que tendrá que producirse tarde o temprano– podría aliviar el clima de divorcio que se atisba. Ni siquiera la promesa del presidente del Gobierno de su prioridad este año pasa por el reconocimiento del catalán en las instituciones de la Unión Europea o la negociación de la transferencia de Inmigración a la Generalitat parece apaciguar las aguas. Al menos aparentemente la cuerda está tensada al máximo.
Desde el PNV se teme que los órdagos permanentes del expresident puedan colocar la 'ventana de oportunidad' que supone el Gobierno de coalición PSOE-Sumar a los pies de los caballos. A su vez, EH Bildu constata un notable alejamiento con Junts y con la ANC, que conecta con las consecuencias del procés, que la izquierda independentista vasca analiza en clave autocrítica, en línea con la reflexión emprendida desde ERC sobre la necesidad de fortalecer antes el músculo social del soberanismo para avanzar en el reconocimiento del derecho de autodeterminación. En este desencuentro también operan el fracaso de los intentos de mediación realizados por EH Bildu entre Junts y ERC y el giro conservador de la formación de Puigdemont en cuestiones socieconómicas.
La segunda variable que también se observa con inquietud es la evolución de Podemos. En el PNV y EH Bildu se reconoce que los morados pueden convertir la legislatura «en un infierno constante» y precipitar su ruptura si no salen adelante los proyectos más relevantes y la mayoría actual salta por los aires. La radicalización de Podemos, en buena parte por su rivalidad con Sumar en el espacio de la izquierda crítica, abre un debate de fondo sobre los límites de la 'mayoría plurinacional'.
El nacionalismo vasco observa con preocupación este giro sobre todo en un escenario más complejo en el que los frentes judiciales enredan más si cabe el panorama. En todo caso, la dinámica de ultimátums de Podemos complica le negociación parlamentaria de forma considerable. No se cuestiona que los morados tengan su facultad para diseñar su línea de intervención, sino que eleven el listón de forma unilateral y cuestionen la 'mayoría periférica'. Las relaciones entre Podemos y los aliados de la investidura se han agriado a cuenta del gravamen de las energéticas y de la ley de eficacia de la Justicia. Según ha podido comprobar este periódico, lo que ha molestado a PNV y EH Bildu ha sido, sobre todo, el tono arrogante de Podemos durante la negociación.
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