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Los terroristas colocaron una bomba lapa en el coche particular de José Ignacio Iruretagoiena. POSTIGO
Iruretagoiena, el euskaldun del PP al que ETA asesinó

Iruretagoiena, el euskaldun del PP al que ETA asesinó

La banda terrorista hizo estallar una bomba lapa bajo el coche del edil popular de Zarautz, el 9 de enero de hace 20 años

A. GONZÁLEZ EGAÑA

SAN SEBASTIÁN.

Domingo, 7 de enero 2018, 08:57

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Una bomba de ETA colocada bajo el asiento del conductor del coche particular del joven zarauztarra José Ignacio Iruretagoiena acabó con su vida el 9 de enero de hace veinte años, cuando se dirigía, como cada mañana, a su trabajo en la empresa familiar de maderas ubicada en el polígono de Abendaño. Euskaldun, de 35 años, maderero de profesión, casado y padre de dos hijos de seis meses y cuatro años, era uno de los dos concejales del PP en el Ayuntamiento de Zarautz y aquella mañana se convirtió en el cuarto edil popular asesinado por la banda terrorista después de Gregorio Ordóñez, Miguel Ángel Blanco y José Luis Caso. No sería el último.

La sensación de desamparo que sentían en aquel momento los cargos populares la describió aquel 9 de enero el presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, con la frase: «Nos están matando como a gorriones». Pese a todo el líder popular reiteró la intención de la formación de permanecer en su puesto «pese al dolor y las amenazas».

Iruretagoiena salió de su domicilio, en el barrio de Pilartxo Enea, a las siete y media de la mañana, paró a desayunar en el bar Gaztelu y reemprendió su camino hacia la empresa familiar, Tableros Iruretagoiena. Llegó a recorrer más de un kilómetro con la bomba colocada bajo su asiento, se detuvo incluso en un semáforo en rojo antes de que el artefacto hiciera explosión en la calle Urdaneta. Los terroristas habían forzado, de madrugada, la puerta del copiloto del vehículo y colocaron el artefacto con un temporizador.

El edil popular sufrió la amputación de una pierna y un brazo, graves desgarros en la otra pierna y diversas lesiones por todo el cuerpo con abundante pérdida de sangre. Los sanitarios de Cruz Roja le encontraron con vida cuando llegaron al lugar del atentado, pero minutos después le sobrevino una parada cardiorespiratoria que acabó con su vida. Testigos de la explosión le escucharon decir en euskera: «Lagundu, lagundu...».

Su padre, Cándido Iruretagoiena, había sido concejal del PP en el Ayuntamiento de Zarautz en el anterior mandato y había sido él, dos años y medio antes del atentado, quien había propuesto a los dirigentes populares que José Ignacio ocupara su puesto en la lista electoral para las elecciones municipales.

En 2006 la Audiencia Nacional condenó a Gregorio Escudero a 42 años de prisión por haber facilitado la información que permitió cometer el atentado. Tres años después, fueron condenados los etarras Javier García Gaztelu, 'Txapote', e Irantzu Gallastegi Sodupe, 'Amaia', a 46 años por el mismo asesinato.

Veinte años después de aquel atentado, Jorge Knopf, su compañero en el Ayuntamiento y entonces portavoz municipal del PP, describe a José Ignacio como «un euskaldun hasta la médula y una buena persona que vivía volcado en su mujer, sus hijos y en el trabajo. Se les veía muy felices a los dos. Era noble y leal como su familia».

Pese a los atentados mortales que ETA había perpetrado meses atrás contra compañeros de su partido, Iruretagoiena nunca creyó del todo que pudiera ser objetivo de los terroristas. Un dirigente del PP de Gipuzkoa se dolía el día del atentado: «Han ido otra vez contra el más fácil, contra el más sencillo de matar, contra el que sabían que no desconfiaba. Ni miraba bajo el coche».

José Ignacio no llevaba escolta. «Como mucho pudo tener alguna contravigilancia», recuerda Knopf. «No era fácil convencerle. Él solía decir: ¿cómo iba a llevar un escolta con traje, si yo ando con buzo?». Días antes del atentado, Knopf se reunió con él en el Ayuntamiento, a petición del partido, «porque sabían que tenían mucho trato y querían que le convenciera para que aceptara la seguridad». «Lo conseguí, pero José Ignacio me dijo que mejor después de las Navidades... Demasiado tarde...».

Recuerda el buen trato que tenía con el edil popular, algo que era compartido por todos los miembros de la corporación. «Él y yo nos llevábamos muy bien. Solíamos salir a tomar algo con su mujer. Era muy simpático, risueño, tenía una carcajada especial bastante contagiosa», rememora. En el Ayuntamiento el PP formaba parte del bloque de la oposición al entonces alcalde de EA, Imanol Murua, y José Ignacio era miembro de la comisión de Turismo, una tarea en la que se encontraba muy integrado.

Knopf estaba de vacaciones en Madrid cuando le comunicaron el trágico atentado y regresó rápidamente a Zarautz. «En ese momento no pude ni pensar, me quedé en shock, como si me hubiera caído una losa encima de la cabeza». Repasa lo que sintió en aquellos primeros momentos: «No me dio tiempo ni a indignarme. Tenía rabia e impotencia. Además de la tristeza que sentía por la familia, pensé en la miserabilidad de los etarras porque no tenían otra opción que matar a quienes no pensaban como ellos. ¡Qué podredumbre moral tienes que tener dentro para intentar imponer tus ideas matando al adversario político! No lo entiendo y sigo sin entenderlo», relata.

Atentado en el cementerio

El portavoz municipal del PP en aquel 1998 siguió en el Ayuntamiento junto a Lucía Peralta, la concejala designada como sustituta de Iruretagoiena, pero en 2001 decidió abandonar Euskadi después del atentado ocurrido en el cementerio de Zarautz mientras se celebraba el segundo aniversario del asesinato. Aquel día ETA colocó una bomba enfrente del panteón de los Iruretagoiena, que estalló cuando ya no había nadie en el camposanto. «Volaron unas cuantas tumbas y no nos mataron de milagro. Allí dije: 'Me largo'. Necesitaba salir del País Vasco», se sincera.

El acoso a los concejales del PP no cesó con el atentado. Alguna vez fueron a insultarle a su casa. «Me llamaban 'carcelero'. Poco después del asesinato de José Ignacio también apareció alguna diana con mi nombre y la frase 'Serás el siguiente'. Ya no sé ni si tenía miedo. Siempre he pensado que si te querían matar, lo iban a hacer».

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