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Entrada del Hospital de Igualada. Reuters

Día 1 del confinamiento en Igualada: miedo, resignación y colas en el súper

Alrededor de 70.000 personas no pueden salir del término municipal, lo que convierte la población barcelonesa en una ciudad casi desierta

Cristian Reino

Barcelona

Viernes, 13 de marzo 2020, 09:14

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Igualada amaneció este viernes cerrada a cal y canto. Las medidas de choque adoptadas en Lombardía se han aplicado en cuatro poblaciones barcelonesas, de la comarca de Osona, foco de un brote muy virulento del coronavirus, que ha provocado 67 afectados y tres muertos, en un radio de 70.000 habitantes.

Los habitantes de Igualada, Santa Margarida de Montbui, Vilanova del Camí y Òdena pueden moverse por sus localidades, pero no pueden salir del término municipal. Un decreto gubernativo y un perímetro policial se lo impide. Quien se salte el control policial se expone a una multa de 3.000 euros y una acusación penal por desobediencia a la autoridad. Según el consejero de Interior, Miquel Buch, el primer día (de catorce) el confinamiento se está llevando a cabo «correctamente y con absoluta normalidad, pese a ser una operación que no se había hecho nunca antes».

La ciudadanía ha asumido con resignación, preocupación y bastante miedo la situación de extrema gravedad, que tiene como origen del foco el hospital de la ciudad y más en concreto una profesional sanitaria del centro. Las colas a primera hora en una conocida cadena de supermercados eran propias de otras épocas. Las autoridades insisten en que no habrá problemas de abastecimiento y que los camiones con alimentos y medicinas podrán entrar todos los días.

Sin embargo existe el temor a que se acaben, digan lo que digan los responsables políticos, aunque sean las dos consejeras del Govern de Torra que son vecinas de la población (Alba Vergès, titular de Salud que pilota la crisis desde Barcelona, si bien tiene a toda la familia confinada, y Àngels Chacón, de Empresa, que ha decidido quedarse con los suyos). «Las imágenes del supermercado eran como una invasión», afirma Jaume Singla, copropietario de 'La Veu de l'Anoia', publicación local que este viernes, por primera vez en 40 años, faltó a su cita semanal con los quioscos, porque los camiones de reparto no pudieron acceder a la población como consecuencia del cierre de la población. «Confinar la ciudad está bien, si la gente se queda en casa, pero si se producen grandes aglomeraciones en el súper, hacemos el idiota», asegura este ciudadano.

De momento, el confinamiento de Igualada no es domiciliario. La gente puede salir a la calle y los comercios pueden abrir, pero luego el miedo es libre. El alcalde, Marc Castells, recomendó este viernes a la población, tras analizar el primer día del confinamiento, permanecer en sus domicilios y limitar el contacto entre personas. Aconsejó evitar reuniones entre familiares y amigos, pidió no ir al parque con los niños o salir de bares. Reclamó solo salir para comprar comida, ir a la farmacia y recibir atención sanitaria. «La ciudad está casi desierta, apenas hay coches y hay muy poco movimiento», afirma Jordi Torelló. Posee una farmacia en el paseo Jacinto Verdaguer, en pleno centro de la ciudad. «Si no tuviera un negocio de servicio público, me quedaría en casa», asegura. Torelló apreció este viernes un movimiento poco usual en su farmacia. La gente no llega al punto de hacer acopio de medicinas como en el súper, pero sí vendió más 'paracetamoles' que nunca y la gente mayor se aseguró que se les garantizara la receta habitual. «La población está concienciada. Hasta ahora parecía una broma, pero ya se nota que es serio», señala. En la farmacia han adoptado medidas excepcionales: desinfecta el mostrador y emplea guantes. Mascarillas, en cambio, no tienen, aunque precisa que tampoco hacen falta.

La gente no entra al bar

Sara Fernández, del bar Nexus, también en el centro, tiene una visión menos pesimista. Dice que este viernes tuvo más trabajo del que pensaba y que Igualada no es como las ciudades fantasma que se ven en Italia. «Hay menos gente en el bar», admite, y la clientela no entra al establecimiento, sino que prefiere quedarse fuera, en la terraza, para minimizar riesgos. Muchos bares han optado por no subir la persiana. Porque se encontraron, como Sara, con el problema de que los trabajadores, si viven fuera, no pudieron acceder a la localidad.

Entre malas noticias, una ventana a la esperanza. El alcalde lanzó una llamada pública a la solidaridad. Dijo que el personal del hospital está «exhausto» (con 250 trabajadores en cuarentena y 41 afectados) y pidió la ayuda de médicos y enfermeros (sobre todo prejubilados) de otras zonas. Horas después, afirmó que la ola de solidaridad había sido inmensa y dio el problema por resuelto.

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