La particular guerra de pancartas y lazos amarillos que está desplegando el president Torra en los edificios oficiales de la Generalitat es fruto de la ... cada vez menos sorprendente estrategia de ruido y desafío -atrapado de lleno por el efecto Puigdemont- que los secesionistas catalanes quieren plantear al Estado de Derecho español. Los secesionistas catalanes liderados por el expresident huido a Bélgica quieren meter presión al ordenamiento jurídico y a sus órganos -en este caso a la Junta Electoral- y así de paso proyectar unas acciones con indisimulado tufo electoral para satisfacer a sus incondicionales con amagos de desobediencia que, al final, lo más seguro que terminen en eso, salvo que Torra se arriesgue a afrontar las consecuencias penales que la Junta Electoral le dibujó ayer para su más inmediato futuro, al llevar su caso a la Fiscalía y ordenar a los Mossos retirar los estandartes de las balconadas. El actual inquilino del palacio de la plaza de Sant Jaume no había cruzado hasta el momento la línea roja de vulnerar la legalidad ni los mandatos judiciales. Sin embargo, la Fiscalía deberá analizar si Torra ha incurrido en delito alguno. El juego del gato y el ratón que dibujó Torra tras las pancartas y lazos parece que ha llegado a su fin. En este enjambre de provocación y confusión, el jefe del Govern busca distraer la atención mientras tiene paralizada la actividad del Parlament con su inacción legislativa y no logra el suficiente apoyo para sacar adelante un proyecto presupuestario después de que la Generalitat sufriera la intervención por parte del Gobierno central tras la aplicación del artículo 155. Un Govern que no puede seguir mucho tiempo más en este estado agónico.
Ante este escenario, el PNV no ha dudado en quedar como amigos con el PDeCAT de Puigdemont, pero descartan una alianza electoral con la formación que encabeza Puigdemont para la Eurocámara. Desde el mismo momento en que se conoció la maniobra de Puigdemont que purgó a posibilistas y se hizo con el control de la candidatura se hacía imposible un acuerdo entre ambas formaciones. La separación, en apariencia amistosa, pone fin a quince años de relación europea.
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