La resaca del congreso del PP ha tenido secuelas bien diferentes para los mandos con estrella del partido. Casado y su equipo, claros vencedores en ... el pulso con Sáenz de Santamaría, relamen el sabor de su triunfo, pero quieren ir despacio y con pies de plomo en su aproximación a la exvicepresidenta. La que fue mano derecha en Moncloa de Rajoy recibió un sonoro portazo en toda regla después de exhibir a los compromisarios su hoja de servicios en el Gobierno que, no lo olvidemos, fue desalojado por una inédita moción de censura que aún escocía en el plenario del cónclave popular.
Sáenz de Santamaría -y por extensión Rajoy- encajó el sábado su segunda reprobación en menos de dos meses, y esta vez por parte de los suyos, que quizá en lo sentimental pueda doler más. Su futuro político queda visiblemente tocado, salvo que Casado acuda a su rescate. Habrá que ver cómo se miran ambos a los ojos esta semana.
Los delegados populares, que cerraron la puerta del 'marianismo' con siete llaves, dieron luz verde al cambio y concedieron el poder absoluto a un joven 'pata negra' del PP, de derechas derechas, que deberá coser las costuras rotas del partido tras un convulso proceso sucesorio.
A partir de ahora Casado deberá tomar todos los días decisiones estratégicas y de calado, como por ejemplo cuál será la postura del partido ante la senda de estabilidad presupuestaria del Gobierno Sánchez. Le ha llegado el momento de dirigir el partido, visiblemente erosionado por la corrupción, y habrá que comprobar si ese giro hacia la esencia aznarista es una teoría llevada a la práctica.
La dirección del PP vasco, alineado casi en bloque junto a Santamaría, tiende la mano a Casado para restablecer la unidad, pero no puede ocultar su inquietud por que el presumible viraje a la derecha pueda hacer perder el espacio de centro en el que los populares vascos han estado situados políticamente en los últimos años y con el que han aguantado el tipo en los últimos envites electorales. Si el PP pierde la centralidad dejaría un hueco electoral decisivo a PSOE y Ciudadanos, que ya escenificaron en febrero de 2016 el infructuoso pacto de 'El abrazo' de Sánchez y Rivera. Ya hay un precedente.
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