El gobierno de coalición PNV-PSE que volvió a reeditarse ayer en Gipuzkoa con luz y taquígrafos por segunda legislatura consecutiva es el ejemplo de ... una cultura de acuerdo que se ve con envidia desde Moncloa. El propio Sánchez, presidente en funciones y ganador de las últimas elecciones generales de hace ya dos meses, se encuentra atribulado en un complejo laberinto doméstico que no garantiza aún su investidura. El líder socialista, en su última visita a San Sebastián para apoyar a Itxaso y Gasco en las últimas elecciones, reconocía abiertamente que envidiaba la facilidad con la que, aquí, partidos con identidades diferenciadas, véase PNV y PSE, podían enhebrar acuerdos sólidos de gobernabilidad. Y ponía como ejemplo la entente que se mantiene en Gipuzkoa, territorio que ha visitado con frecuencia en los últimos tiempos. El presidente en funciones, que por delante tiene un agenda trepidante si quiere desbrozar el camino para volver a gobernar España sin tener que recurrir a la repetición de elecciones, admitía que la hostilidad con la que tiene que hacer frente en Madrid no es la misma que la que se vive en Euskadi en los últimos años. Como de la noche al día.
En el palacio foral de la plaza Gipuzkoa el diputado general Markel Olano impuso las medallas -se llaman veneras- a sus 'ministros' forales, con los que abordará una legislatura con objetivos estratégicos que lleven al territorio por la senda del progreso y del bienestar. El objetivo es mejorar la última cuenta de resultados. El jefe del Ejecutivo foral confía en el bloque humano de su anterior legislatura y sitúa a su derecha a Imanol Lasa, quien fuera hace cuatro años fiel escudero de Olano en la recuperación del poder foral en detrimento de EH Bildu. Además, recupera de Juntas a Eider Mendoza en labores ejecutivas para una posición tan estratégica como la portavocía. Y el socialista Itxaso repite con Asensio y 'ficha' a Rafaela Romero, todo un revulsivo para el Gobierno foral.
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