El panorama político de los próximos meses podría estar envuelto en una inédita hipertensión electoral. Los soberanistas catalanes, que hace ocho meses respaldaron junto al ... PNV a Sánchez para tumbar a Rajoy en una moción de censura, han dado la puntilla a la legislatura, justo en el inicio del juicio contra los dirigentes del procés. Nada es casual en la coincidencia de estos hechos, sobre todo con un Puigdemont más organizado desde su refugio de Waterloo que en aquel 1 de junio en el que se votó el fin político del hoy registrador Rajoy.
Sánchez, con su libro 'Manual de resistencia' bajo el brazo, venderá cara su derrota. Lo lleva en la sangre y así lo ha demostrado en su trayectoria política, trufada de sobresaltos y reveses. Como presidente tiene la llave de la convocatoria electoral y colocará la fecha de la convocatoria que más le pueda rentar para coger con el pie cambiado a una derecha española, muy escorada, que quizá no deslumbró en Colón como hubiera deseado. En el activo reciente de Sánchez -descontado el resbalón del 'relator'- está haber cortado amarras con el secesionismo catalán, justo en el momento en que se abre un proceso electoral. La clave estará en el centro, como casi siempre. Sin embargo, el ciudadano Rivera está más por sumar fuerzas con el tridente al anunciar que busca el fin del 'sanchismo'.
Si se consuma el 28 de abril como la fecha elegida se corre el riesgo de que el ciudadano de a pie pueda estar sometido a una excesiva presión ambiental electoral de casi tres meses entre precampañas y campañas de dos elecciones que se enlazarían. Todo un empacho.
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