Lo que mal empieza mal acaba, pero el desenlace de esta investidura pasará a los anales de la historia por su decepcionante desarrollo desde el ... mismo momento en que se abrieron las urnas, hace ya tres meses. No se ha podido hacer peor. El frustrado pleno de investidura finiquitado ayer ha estado rodeado en ocasiones de episodios bochornosos -y no precisamente por el calor- que deberían hacer meditar a los actores que han forjado este fracaso, que ha sido sonrojante por su 'modus operandi'. Pedro Sánchez, que durante estos meses ha sido más 'mariano' que el mismísimo Rajoy, salió ayer del Congreso con la insólita vitola de ser el primer candidato que encaja dos derrotas en sendas investiduras. Toda una triste plusmarca. Que la negociación propiamente dicha entre PSOE y Podemos se iniciara el pasado sábado expone de manera gráfica la ausencia de entusiasmo en el empeño. ¿En verdad querían ambas formaciones cerrar un acuerdo de mínimos en tan escaso tiempo? El candidato socialista, que no ha podido disimular esta semana que no le apetecía nada formar un gobierno con Iglesias y, por derivada, con la formación podemita, vuelve a la casilla de salida tras fracasar su intento de cerrar a prisa y corriendo un gobierno de coalición con Podemos. Sin embargo, y eso fue lo más sorprendente, ha mendigado hasta el último momento en la tribuna de oradores la abstención de PP y Cs, que le devolvieron la bofetada de su 'no es no'. Jugar con dos barajas desde el primer día de la investidura tenía un serio riesgo, y no ocultarlo, fue tan insólito como inquietante. El propio portavoz del PNV, Aitor Esteban, se percató de la jugada y llegó a preguntar, con una mezcla de ironía preocupada, si se iba 'a setas o a rolex'. La sucesión de entrevistas televisivas -alguna de ellas aplazada misteriosamente por cuestiones tácticas- y la espectacularización del trasiego de esta negociación han proyectado una imagen poco edificante de quienes ejercen la política para llegar a acuerdos. Resulta también descorazonador que los protagonistas de estas negociaciones solo hayan debatido de poltronas y porcentaje de control presupuestario. Vamos, de poder en estado puro. ¿Y del programa?, que tanto reivindicaba machaconamente Julio Anguita. De eso, nada. La izquierda, por segunda vez en estos tres últimos años -aunque por diferentes circunstancias- vuelve a ser cainita y no ha podido frenar una caída que ocasionará heridas que, en algunos casos, tendrán una cicatrización más lenta. Y no es para menos.
Del fracaso de esta investidura pierden tanto Sánchez como Iglesias, aunque este último quizá tenga más difícil armar su relato entre sus afines, sobre todo porque el líder morado está empezando a notar el aliento en la nuca de Izquierda Unida, que ha observado con inquietud sus movimientos ajedrecísticos. Además, no hay que olvidar que la sombra de Errejón es muy alargada. Podemos deberá hacer un acto de contrición tras este sonoro fracaso, que se une a la declinante cosecha electoral que ha encajado en las últimas citas electorales. Iglesias, a la desesperada, quiso salvar los muebles con una propuesta de última hora al pedir las políticas activas de empleo que -se olvidó de este detalle- están transferidas a las autonomías. Todo un lapsus.
Quedan aún días para llegar al 23 de septiembre como plazo límite para evitar una repetición electoral, pero mucho tendrá que cambiar el panorama si se quiere eludir las urnas. El PNV quiere tender puentes para propiciar la estabilidad y se ofrece a mediar. Desde ayer trabajan en ese objetivo. Algunos se quedarán sin verano. Eso seguro.
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