Secciones
Servicios
Destacamos
JAVIER GUILLENEA
SAN SEBASTIÁN.
Lunes, 2 de octubre 2017, 06:49
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
El cuadro se llama 'Parábola de los ciegos' y lo pintó en 1.568 Brueghel el Viejo, pero parece que fue ayer, como si un grafitero del pasado hubiera dejado un mensaje urgente en una rambla catalana. Es un óleo en el que se ve a seis ciegos que caminan uno detrás de otro, cada uno apoyado en el anterior. El primero, el líder, ya ha caído en una zanja. El segundo está cayendo y el siguiente se tambalea inseguro rumbo al vacío. El cuarto parece dudar al perder el apoyo de su guía, el quinto intuye el peligro pero no se detiene y el último avanza confiado sin saber lo que le aguarda. Brueghel pintó esta escena inspirado por un versículo de la Biblia. En Mateo 15:14, Jesucristo dice a sus discípulos al referirse a los fariseos: «Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo».
Algo tiene de todo esto el día después de una jornada que ha removido los cimientos del Estado y que, ahora que la zanja ha quedado atrás, se plantea como el comienzo de un ascenso al paraíso o el principio de un descenso a los infiernos. Cuatro catalanes que viven desde hace años en Gipuzkoa reflexionan desde muy distintos puntos de vista sobre lo que ha supuesto el 'procés' y la huella que ha dejado en la sociedad de Cataluña. Todos ellos tienen identificados a los protagonistas del cuadro de Brueghel, aunque no coinciden al nombrarlos.
Teclea su móvil y muestra el cuadro de Brueghel el Viejo, el que resume lo que, a su juicio, está ocurriendo en Cataluña. Montserrat Fornells Angelats, gerundense afincada desde hace años en San Sebastián, catedrática de Historia y miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, sabe que sus ocho apellidos catalanes no la salvan de ser considerada traidora por rechazar la independencia.
No es algo que le sorprenda aunque sí le preocupa. En su opinión, la sociedad catalana no ha quedado dividida entre patriotas y traidores, «como dicen los radicales», sino «entre la razón y la locura». «Estamos en un momento en el que el seny ha sido desbordado por la rauxa» y todo ello provocado por «la irresponsabilidad de los políticos independentistas y del gobierno de la Generalitat, que se han saltado la ley, han emprendido una huida hacia adelante y han creado una situación de tensión y enfrentamiento sin precedentes en la sociedad catalana».
«Se ha animado a los más radicales y antisistema a tomar la calle abriendo una caja de Pandora muy peligrosa. Se está amedrentando a los que piensan distinto, a la oposición, alcaldes, responsables de centros públicos... que son tachados de malos catalanes o de fascistas», prosigue Montse Fornells. Para ella todo esto va a pasar factura ocurra lo que ocurra a partir de ahora.
Una de las herencias que va a dejar el 'procés' es «un problema generacional importante». Para Fornells, frente a una generación «de padres y abuelos más sensatos, partidarios de que se cumpla la ley y que han vivido la sucesión de muchos gobiernos que han negociado entre ellos», se alza una cohorte de «jóvenes adoctrinados que piensan que los problemas se resuelven ahora o nunca» y a los que se les está diciendo desde las instituciones catalanas «que las leyes se pueden incumplir».
«No se puede llevar a la sociedad en esa dirección», sostiene Fornells. «Las leyes se pueden cambiar pero siguiendo los procedimientos democráticos, no saltándoselas a la torera y animando a los ciudadanos, en especial a los jóvenes, a no respetarlas. Es una muy mala pedagogía que siempre se vuelve contra la convivencia», dice.
Una generación a la que se le ha dicho que las leyes se cambian en la calle no es un puntal muy firme para un hipotético gobierno de la república catalana, como tampoco lo es la independencia para el futuro de Europa. Al menos, esa es la opinión de Montse Fornells, quien recalca que «los movimientos disgregadores tanto en España como en otros países europeos están suponiendo un desprecio del Derecho Internacional y de los principios integradores de la UE». Esto, insiste, «es más negativo si cabe en una etapa en que los valores y libertades de la civilización occidental están siendo atacados por el fanatismo integrista y la cooperación y el apoyo mutuo son imprescindibles».
«Hacía tres años que no bajaba a Barcelona», recuerda. «Estuve en la manifestación del 11 de septiembre y vi muchísima ilusión, ganas de salir a la calle». Montserrat Coder vive en Euskadi desde hace 22 años, donde trabaja en la hostelería, y se declara independentista convencida. «Lo soy desde que tenía quince años, mi cuadrilla me decía que era una pesada».
Tanto tiempo luchando por la causa y ahora que la tiene al alcance de la mano le parece que está a punto de cumplir un sueño. «Es un momento histórico, por fin logramos lo que se había sembrado, nunca lo habría pensado», dice. Lo vivió el 11 de septiembre. «Lo que más me gustó es que había muchísima paz y muchísima juventud reivindicando poder votar».
No ha podido estar en Cataluña en estas fechas que para ella tienen algo de fundacionales, del punto de partida para «hacer un país nuevo», y es algo que lamenta. Aunque confiesa que tiene miedo por lo que pueda pasar a partir de ahora, se muestra esperanzada ante un futuro que vislumbra independiente aunque «va a ser muy duro». «Si el Gobierno español despliega todas sus armas...», reflexiona. «Pero no creo que sean capaces de hacerlo, estamos ante la vista de todo el mundo», asegura.
Niega que una de las herencias del 'procés' haya sido una sociedad dividida en dos bandos. «Si no lo ha conseguido el Gobierno español, Cataluña no se va a partir en dos». Y eso que, a su juicio, el Gobierno ha hecho todo lo que ha podido para conseguirlo. «¿Cómo manda a tanta Guardia Civil y policía si aquí no ha pasado nada? ¿Cómo manda un barco de los 'Looney tunes' si no ha pasado nada? Dime que hay dos bandos que se matan unos a otros, pero es que aquí no ha pasado nada», insiste indignada Montse. «Bastante estamos haciendo con controlarnos», asegura. «Yo no conozco a ninguna familia que se haya roto y eso que cada uno piensa como quiere. No creo que la sociedad catalana quede dividida, nosotros nunca hemos sido un pueblo que dividamos. Puede haber idiotas de un lado u otro pero una guerra o algo así no va a haber», añade.
Lo que sí quedará como herencia es, en su opinión, un aumento de independentistas en Cataluña. «Las amigas de mi cuadrilla que hace años me llamaban pesada están ahora a favor de la independencia pero no porque lo hayan pensado toda la vida sino porque están hartas», explica Montse Coder. «Hay un hartazgo de ir pidiendo y pidiendo sin que te den nada, la gente está harta de suplicar lo que es suyo y ahora ha dicho hasta aquí hemos llegado porque me estás robando en la cara». Por eso Montse insiste en que, ocurra lo que ocurra a partir de ahora, Cataluña será independiente. «No sé de qué forma, pero lo haremos, eso lo tengo muy claro».
El jefe del servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Donostia se siente identificado con el título de uno de tantos artículos de opinión que se han publicado esn las últimas semanas. «Se titula 'No disparen al equidistante'». Piensa que «no tiene sentido hablar de una Cataluña independiente en el contexto internacional actual», pero también está convencido de que «habría que hacer un replanteamiento de todo y después una consulta ofreciendo todos los elementos de juicio».
«Si lo hubieran hecho antes -afirma- habría salido no a la independencia». Pero ahora todo ha cambiado. «Pese a que el contexto jurídico le avala, el Gobierno de Rajoy no lo ha hecho bien y ha perdido la razón con las formas, mientras que los independentistas se han cargado de razón por la forma». «Por culpa de unos y otros estamos como estamos», se lamenta.
De sus quejas no se libra nadie. «Es una pena que desde Madrid hayan tenido tan poca capacidad de adaptación para evitar llegar a un punto en el que todos estamos enfangados». En cuanto a la Generalitat, Josep Piera sostiene que «el pueblo catalán debería tener pánico ante la posibilidad de ser dirigido en un estado independiente por un gobierno como el actual, con apoyos como la CUP».
«Yo estoy viviendo todo esto como algo irritante. Me preocupa lo que pueda pasar», afirma Josep Piera, que comprende el sentimiento de frustración existente entre muchos catalanes. «Entiendo que la gente esté rabiosa ante el poco caso que se le ha hecho desde Madrid y el trato inadecuado que ha recibido», asegura.
Josep Piera afirma que «la identidad, el sentimiento y la cultura son hechos lógicos y respetables». Pero también dice que «una cosa es la independencia formal tal y como se plantea y otra las consecuencias que pueda tener». Ahora que los trenes han chocado llega el momento de hacer algo, porque algo habrá que hacer. «Es imprescindible tomarse en serio el tema», señala Piera. «Hace falta diálogo, reflexión y una propuesta incluso con la modificación de la Constitución. Hay que dejar que el pueblo catalán se exprese pero con argumentos y razones», afirma. Pero para que se cumpla esta receta quizá sea necesario hacer un cambio previo. «No veo capaces a los actuales dirigentes de ambos lados de llegar a una solución inteligente».
«Cuando llegué a Euskadi lo primero que me dijeron fue cuidado con lo que dices; ahora eso lo tengo que hacer en Cataluña». Cristina Lagé llegó hace 17 años desde Barcelona, su ciudad natal, a San Sebastián. Desde 2007 preside el Espai Catalunya Topalekua, una de las más del centenar de comunidades catalanas del exterior. El espai cuenta con más de 300 miembros y el 9 de noviembre de 2014, fecha de la consulta popular no vinculante que se celebró en Cataluña, colocaron una urna simbólica. En esta ocasión no. «No ha sido por cobardía sino porque el tema es serio», explica Lagé. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, tanto que hasta la pregunta de si se escucha a Joan Manuel Serrat, contra del referéndum, o al independentista Lluís Llach, genera cuidadosas explicaciones, no vaya a ser que sean mal interpretadas. No es el caso de Lagé, que oye a ambos cantantes y rechaza tener que elegir entre uno u otro.
«Todo lo que ocurre en Cataluña está envuelto en una gran emotividad, hay una sensación de sentimientos». Cristina Lagé explica que en su comunidad de origen «las familias se están dejando de hablar» y muchos jóvenes «creen inocentemente que Cataluña va a ser multicolor y mejor con la independencia». De toda esta inocencia, advierte, puede salir una generación de «jóvenes descreídos». Sí, bueno, pero ¿Serrat o Llach? «Yo no quiero una Cataluña independiente ni dependiente. Quiero una Cataluña fuerte», afirma Lagé. Y para eso necesita información que es lo que, a su juicio, más falta hace. «Quiero saber cuál es la opción, qué va a pasar con Cataluña, quiero que me expliquen qué va a pasar en un caso o en otro».
«Para mí Cataluña es una nación pero quiero saber qué va a pasar», insiste Lagé, que admite estar «muy preocupada» por lo que está ocurriendo. «Los políticos no han conseguido entender la evolución de los ciudadanos, estamos perdiendo la oportunidad de hacer una España mejor». ¿Y a partir de ahora? «Seguirá la esperanza de que la independencia se puede conseguir y los políticos van a tener que tomar nota. Esta energía se puede canalizar de forma positiva». Y espera que la fractura social abierta en Cataluña «se cierre pronto». Lo que no se cerrará, sostiene, es la puerta que ha abierto el Gobierno español con la respuesta que ha dado. «Ahora ya no vale el referéndum, se pide independencia. Han logrado que gente que ni siquiera era nacionalista se haya pasado directamente al independentismo».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.