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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, logra desactivar la última crisis de la coalición y rescindir el contrato de armamento con una empresa israelí. La ... decisión conocida ayer tras intensas conversaciones entre La Moncloa y los ministros de Sumar salva un episodio de grave desencuentro. El capítulo amenazaba con colocar a la alianza PSOE-Sumar a los pies de los caballos y situarla en un territorio de no retorno. Lo cierto es que el contrato no tenía, políticamente, un pase y suponía un estigma que hacía añicos el discurso del presidente sobre el conflicto de Gaza. Veremos ahora qué consecuencias puede tener la rescisión desde el punto de vista económico y administrativo y si hay otros contratos similares en circulación. Pero, en todo caso, Sánchez no tenía margen de maniobra para adoptar otra medida diferente. Tanto Yolanda Díaz como Izquierda Unida, que había amenazado incluso con forzar su salida del Gobierno, pueden respirar ahora aliviados tras el desenlace. La rescisión era la única salida para no enquistar un serio conflicto en el seno del Ejecutivo que hubiera estallado en los próximos días con efectos desestabilizadores. Ahora lo que toca es investigar por qué este tema ha llegado hasta el extremo al que ha llegado sin que antes nadie se hubiera percatado de su toxicidad.
En este sentido, este despropósito tiene también sus víctimas, aunque la sangre, en esta ocasión, no haya llegado al río. De entrada, la rectificación a las 24 horas de trascender el entuerto deja políticamente bastante tocado al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que hasta ahora había contado con el beneplácito del presidente a la hora de gestionar el tradicional campo de minas de este departamento. Hasta que la decisión de no comprar armas a Israel ha dado una patada al tablero.
La última tormenta ha evitado la inundación pero deja algunos desperfectos en las instalaciones. El ala más a la izquierda del Gobierno estaba ya bastante incómoda con el anuncio de un aumento en el gasto en defensa y seguridad, que responde al 'principio de realidad' de una orientación de la Unión Europea que establece unos plazos de cumplimiento para aumentar los gastos en defensa y seguridad. Se obvia deliberadamente la palabra 'rearme', aunque todo el mundo sabe de qué se está hablando, además de invertir en tecnología, innovación y en equipamientos industriales civiles. Desactivado el asunto en su vertiente más alarmista, ahora toca gestionar las discrepancias de fondo sin repetir los órdagos de ruptura que proporcionan una valiosa munición al PP y a Vox. Sánchez ha tenido suficiente sentido común de admitir el error y dar marcha en esta ocasión. Más vale pasar un rato de vergüenza que vivir bajo la vergüenza. No obstante, la solución al problema no zanja del todo la tensión en el territorio social progresista ante un debate, el de la seguridad y la defensa en Europa, que divide profundamente a la izquierda heredera del pacifismo y el antimilitarismo del 'no a la guerra'.
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