El anuncio de Eneko Andueza de querer presentarse a las primarias de su partido como candidato socialista a lehendakari da el pistoletazo de salida ... en la reñida carrera de las autonómicas de mediados de 2024, se adelanten o no. Es el primer candidato que se postula, el más madrugador, lo que encierra el valor de tomar la iniciativa. La incógnita es si, en el caso de que continúe la coalición PNV-PSE, Andueza sería el vicelehendakari del Ejecutivo o preferiría quedarse al frente del partido para tener las manos más libres. El socialismo vasco aspira a jugar un papel central en la política vasca, en especial en una coyuntura en la que al PNV se le abre un flanco vulnerable por los problemas de la gestión y por el desgaste que sufre la marca. Andueza está fortalecido tras los resultados de las generales que en Euskadi ganó el PSE y parece dispuesto a dar la batalla frente a Urkullu, que es su aliado, pero también su gran rival en el terreno electoral. Y va a tener que hacer frente a una EH Bildu cada vez más crecida en el ámbito de la izquierda con la bandera del relevo generacional. A largo plazo la encrucijada del socialismo vasco será su política de alianzas. La entente con el PNV tiene todavía recorrido, pero llegará un día en el que la fórmula se agote o resulte insuficiente.
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Las autonómicas preludian una feroz batalla en el espacio nacionalista, pero el PSE va a tener la llave en aspectos determinantes. Andueza lo sabe y está dispuesto a jugar esa carta. El socialista Salvador Illa tiene serias posibilidades de ganar en Cataluña y se ha convertido en un paradigma pactista de solvencia en el seno del PSOE. Un dato valioso en una Euskadi en la que la tensión identitaria ha perdido mucho fuelle. Illa ofrece otra lección: la imperiosa necesidad de apostar por liderazgos competitivos.
El fondo de la cuestión es que el debate vasco se está europeizando. Se habla de gestión de los servicios públicos y hasta los nacionalistas vascos son bastante más pragmáticos que sus correligionarios catalanes, que siguen embrujados por el maximalismo de salón. PNV y Bildu se miran de reojo, pero son conscientes de que no son los mejores tiempos para forzar los ritmos. El motor nacionalista puede griparse. En Cataluña una parte del independentismo sigue inmerso en su propia burbuja endogámica. Pero la sociedad catalana está cambiado mucho. Y la vasca también. Todos hacen sus cálculos.
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