Cinco años sin Suárez, el presidente del arranque de la autonomía vasca
Lehendakaris y partidos valoraron el talante del primer presidente de Gobierno de la democracia y su evolución tras el franquismo
Euskadi no fue quizás de los lugares donde más se lloró la muerte de Adolfo Suárez, a los 81 años, tal día como hoy ... de hace cinco años. No obstante, la figura del primer presidente del Gobierno central en la democracia también se recordó en el País Vasco, como hombre que pilotó el Ejecutivo central que arrancó la puesta en marcha de la autonomía vasca y las primeras competencias en la convulsa Transición, tal y como recordó el lehendakari, Iñigo Urkullu aquel primer domingo de la primavera de 2014. Tres días antes había fallecido el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna (PNV).
La figura del histórico dirigente centrista, que padeció en la última etapa de su vida los efectos del alzheimer, evocó los dificultosos inicios del proceso autonómico vasco, con un Suárez que provocaba recelos en el nacionalismo vasco, por su pasado como secretario general del Movimiento, una especie de partido que representaba la ideología del franquismo. Pero el dirigente de la UCD supo mostrarse como un servidor pragmático al que se le había encomendado una mezcla complicada que superara el régimen del dictador pero sin llegar a un cambio tan drástico como al que aspiraban los nacionalismos vasco y catalán, por ejemplo.
Suárez también marcaba sus distancias con el nacionalismo vasco y hasta dudaba en público de que se pudiera enseñar en las escuelas Química «en vascuence o catalán». Pero meses después legalizó la ikurriña. El presidente se prodigó lo justo por aquella Euskadi de finales de los setenta en la que las dos ramas activas de ETA y los Comandos Autónomos Anticapitalistas asesinaron a 277 personas y secuestraron a 41 durante su mandato entre 1976 y 1981. En uno de sus viajes a Bilbao en 1980, días antes de las primeras elecciones autonómicas vascas y tras rezar a la Virgen de Begoña, defendió que la profundización en el autogobierno vasco debía de servir para pacificarlo. Desgraciadamente, la violencia prosiguió tres décadas más.
Los partidos vascos, salvo EH Bildu, reconocieron su figura tras su fallecimiento y su evolución tras la muerte de Franco y en respeto de la «plurinacionalidad» del Estado. En las filas del PNV se le definió como «constructor de la Transición» y se asumió que dada la delicada época en la que le tocó gobernar, con los nostálgicos del franquismo amenazando con ruido de sables, Suárez «hizo lo que pudo». Sentido fue el agur que le brindó también el entonces lehendakari, Carlos Garaikoetxea, que tuvo que negociar con él numerosas cuestiones. «Fue un hombre muy listo, muy valiente, muy resolutivo. Seguramente resolvió problemas que ningún otro habría resuelto. Hizo todo lo que al límite podía hacer en aquellos momentos«, resaltó a las pocas horas de su muerte. En parecidos términos se expresaron otros lehendakaris como José Antonio Ardanza o el socialista Patxi López. EH Bildu, por su parte, fue más dura y consideró que «lideró la reforma para evitar la ruptura democrática y seguir negando que Euskal Herria fuera sujeto político y dueña de su futuro».
Suárez, que a su muerte dio nombre al aeropuerto de Barajas, también trató de impulsar a su partido, la UCD, en Gipuzkoa, de la mano de gente como María José Usandizaga (años después edil donostiarra del PP), el exministro Jaime Mayor o Gonzalo Quiroga, que en 2000 se convirtió en el primer senador popular por el territorio guipuzcoano. De él recuerdan su carácter «entusiasta y luchador» y su tesón para que la UCD amenazada por ETA pudiera arraigar en Gipuzkoa. Además de las reuniones en la sede de la donostiarra calle Okendo, también rememoran anécdotas como la tortilla francesa que se tomó en Getaria, rechazando los pescados que dan fama a la localidad costera debido a sus problemas para masticar y su habitual escaso apetito, que suplía fumando Ducados.
Tras salir del Gobierno, dirigió la histórica formación Centro Democrático y Social (CDS). En Irun recuerdan también su visita en 1990 al Ayuntamiento de la localidad fronteriza de la mano de Fabián Villalabeita Copena, portavoz de la formación en aquellos tiempos.
Ahora, cinco años después de su desaparición, su hijo, Adolfo Suárez Illana, también se ha embarcado en la política, en este caso de la mano del PP de Pablo Casado. De hecho, hace unas semanas, Suárez Illana visitó Donostia para acudir al homenaje al histórico dirigente del PSE-EE de Gipuzkoa Fernando Múgica Herzog, asesinado por ETA en 1996, y para apoyar la candidatura de Borja Sémper a alcalde de Donostia.
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