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El informe 'Saliendo del olvido' da voz a las víctimas de abusos policiales

El informe 'Saliendo del olvido' da voz a las víctimas de abusos policiales

La comisión de valoración recoge en un libro testimonios de algunos de los 187 afectados con el objetivo de construir una memoria «incluyente»

A. gonzález egaña

Martes, 27 de junio 2017, 07:39

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La comisión de valoración del decreto de reparación de víctimas de abusos policiales ha concluido el informe Saliendo del olvido sobre los 187 casos de este tipo de vulneraciones de derechos humanos contabilizados entre 1960 y 1978. El estudio tiene como objetivo acabar con esa amnesia y construir una memoria «incluyente». El Gobierno Vasco ya reconoció a estas personas en febrero de 2016 como víctimas de abusos policiales y de vulneraciones de derechos humanos entre 1960 y 1978, y ahora la comisión de valoración ha completado el trabajo con testimonios de los afectados para dar voz a sus historias y a sus «dolores escondidos». El documento fue elaborado en el marco del decreto sobre víctimas policiales que aprobó el Ejecutivo del socialista Patxi López en 2012. Entre las víctimas, cuyos nombres aparecen con iniciales, figuran los muertos por disparos de armas de fuego por parte de Fuerzas de Seguridad del Estado y las que resultaron heridas por este mismo motivo, sobre todo en manifestaciones, controles de carretera y otros altercados. Otras de las personas reconocidas en el decreto sufrieron malos tratos y torturas durante su detención en comisarías y el resto resultaron heridas por los artefactos utilizados para disolver manifestaciones como pelotas de goma y botes de humo.

«Fractura de tibia y peroné por bote de humo»

El informe describe que las condiciones para ejercer el derecho de manifestación estuvieron muy limitadas, «primero por el restrictivo marco legal de la dictadura, que hacía que dicho derecho estuviera limitado por la legislación franquista, y por los diferentes estados de excepción decretados, los derechos más elementales especialmente de expresión o manifestación, así como las garantías legales durante la detención, eran todavía más restringidos».

En este capítulo el texto recoge el testimonio de A.I. B. G. «Me encontraba en la parada del autobús del Boulevard donostiarra ajena al transcurrir de una manifestación pro amnistía, cuando un bote de humo de la Policía Armada impactó contra mi tobillo izquierdo, el cual, a pesar de estar protegido con una bota alta, sufrió una fractura del tercio distal de la tibia y peroné, abierta y con minuta. Permanecí ingresada en el Hospital de la Cruz Roja cuatro meses y estuve seis meses con muletas».

«Disparos al bajar la basura en Donostia»

El estudio reúne casos de víctimas de violaciones de derechos humanos por parte de «las Fuerzas de Orden Público» que se dieron en operativos policiales en búsqueda de personas sospechosas, reuniones o simplemente en situaciones en las que las fuerzas de seguridad operaron «con un uso indebido de la fuerza y disparos de armas de fuego contra personas indefensas y fuera de cualquier situación de enfrentamiento».

En este apartado, el texto recoge que el 28 de agosto de 1975 durante las movilizaciones contrarias a las penas de muerte de Txiki y Otaegi, unos jóvenes iban en Donostia repartiendo propaganda sobre el consejo de guerra. Fueron sorprendidos por miembros de la denominada Brigada Político Social, lo que provocó una persecución de la policía. En esos momentos, E.F.R., una joven de 27 años, bajó la basura de casa a las 10 de la noche. Al regresar, oyó cómo unos chicos le chistaban. Tuvo miedo de que quisieran meterse con ella y corrió al portal. El informe relata que «cuando ya estaba dentro, se acercaron dos policías que le exigieron que abriera la puerta y le pidieron la documentación, encañonándole uno de ellos con una pistola en el pecho».

Explican que transcurrieron unos minutos hasta que entró otro policía que conminó a sus compañeros a que dejaran en paz a la mujer. Para entonces, el marido de E., ante la tardanza y los gritos que oía, bajó a buscarla. Al subir por la escalera, E. se dio cuenta de que había recibido un disparo por la espalda cuando entraba en el portal. E.F.R. relata que «aún está la marca de la bala en el portal, a media altura. No nos dejaron salir hasta que vino la ambulancia».

En la Residencia fue diagnosticada de herida escapular con alojamiento de bala en tórax extrayéndose el proyectil y quedó ingresada seis días, tras lo cual pidió el alta voluntaria, ya que, según relató a la comisión, «estaba atemorizada y me daba pánico pasar allí las noches pensando que podía sufrir una nueva agresión».

«Yo no he matado a nadie, pero me van a matar a mí»

Los fusilamientos de Juan Paredes Manot y Ángel Otaegi Etxeberria, miembros de ETA político-militar, marcaron el periodo final del franquismo y una buena parte de la memoria colectiva en Euskadi. El documento dedica un amplio capítulo a estos dos casos. El día de la ejecución, la madre de Ángel, ante el shock emocional en el que se encontraba, no acudió al consejo de guerra. Sí lo hizo su tía, M., a quien finalmente no le permitieron entrar en la sala donde se desarrollaba el juicio.

La comisión de valoración recoge las palabras del hermano de Ángel: «El capitán nos dijo: Dígale que mañana le van a matar a las 8.30h. y que venga a verle. Le pusieron un calmante. La cogieron del brazo, pero la llevaron arrastras hacia dentro. Ella me dijo que se despidieron: Yo no he matado a nadie, pero me van a matar a mí. Agur Ama. Agur Ángel. Me quedé a recoger el cuerpo. No pude verle. Me preguntó: ¿tendría valor de ir con el cuerpo de Ángel en el coche? A las 4.30 horas. aparecimos ahí, pero nos dijo: vayan a la funeraria. El capitán le pidió a la madre, la víspera de la ejecución, 50.000 pesetas para pagar el traslado. ¿De dónde iba a tener ese dinero? La gente del pueblo recogió el dinero y pagó el traslado cuando llegó».

«El 3 de marzo: un ataque coordinado y masivo»

Los años anteriores a la reforma política de 1977 fueron especialmente dramáticos, y la represión de manifestaciones se incrementó, dando lugar a lo que se conocen como los sucesos del 3 de Marzo de 1976. Cinco personas murieron como consecuencia de la acción policial. La comisión pudo recoger los testimonios de estos hechos prestados por sus familias. La reconstrucción de lo ocurrido, realizada a partir de la fuente testimonial y la documentación revisada por la comisión, les permite concluir que se trató de «un ataque coordinado, masivo, con armas de fuego, con uso excesivo de la fuerza y absoluta ausencia de proporcionalidad, frente a una asamblea de personas trabajadoras que se encontraban reunidas en una iglesia, provocando riesgo de muerte en la propia acción de tirar botes de humo en un recinto cerrado lleno de gente».

«No me voy conforme. Esta canta por mis...»

En otro capítulo la comisión de valoraciones detalla que además de todas las formas de represión que sufrieron los hombres, «en muchas ocasiones las mujeres fueron perseguidas, castigadas y exhibidas como un trofeo ante sus propios vecinos». «Muchas mujeres fueron rapadas al cero, obligadas a ingerir aceite de ricino y paseadas desnudas como castigo. Otras sufrieron violación sexual», citan.

Una mujer bajo las iniciales A. M. cuenta a los miembros de la comisión lo ocurrido en un registro domiciliario: «Levantaron con un destornillador la moqueta, y miraron con linterna dentro de los armarios. Después mientras uno de los guardias civiles decía: déjalo, el otro dijo: No me voy conforme. Esta canta por mis. Me tumbaron en la cocina, las manos atadas a la pata de la mesa, me desvistió Tenga cuidado porque si viene su marido y me denuncia, le estaré esperando».

«Hay muchos casos ocultospor el dolor de la tortura»

Según la documentación que recoge el libro Saliendo del olvido, las víctimas de tortura y malos tratos que se han presentado a la comisión salvo con algunas excepciones, «no tenían comomotivación una reparación económica sino un reconocimiento moral. Tampoco tenían motivaciones políticas sesgadas que se puedan presumir al presentar sus casos, y son de muy diferentes procedencias ideológicas, políticas o sindicales». Los autores del texto citan también que la mayor parte han permanecido ocultos y debido al dolor de la tortura, muchas veces ni siquiera fueron compartidos en el ámbito familiar o social».

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