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El fin de ETA anima a los empresarios vascos a ser más transparentes

Pasan del 'cuanto menos se sepa, mejor' a impulsar operaciones como la 'Nueva Cultura' de Adegi

MANU ALVAREZ

Domingo, 20 de septiembre 2015, 17:21

«Nunca te compres un coche en el que que quepas en el maletero». La frase, con muchos tintes de humor negro, era pronunciada con cierta frecuencia por un conocido empresario vasco hasta hace tan solo unos años. Refleja la obsesión que existía en este colectivo -también en los directivos de las compañías más grandes- por la seguridad y el riesgo de ser víctimas de un secuestro, después de haber aparcado en algún recóndito cajón un buen número de cartas de ETA en las que se les exigía el pago de dinero o se les recordaba que aún no habían pasado por caja y que eso podía tener fatales consecuencias. Aquella misma obsesión, lo admiten sin tapujos, les llevó a ser desconfiados, reservados, precavidos no sólo con su vida privada sino también con la actividad profesional que ellos y sus empresas desarrollaban. 'Cuanto menos se sepa, mejor'. Ese era el lema.

Y, aunque aún quedan muchos kilómetros por recorrer para romper algunas barreras, lo cierto es que algo ha comenzado a cambiar en ese mundo. La patronal guipuzcoana ha declarado «objetivo estratégico número uno» su plan de transparencia interna en las empresas, que puso ya en marcha hace dos años. Eso que han bautizado como Nueva Cultura de Empresa. Los consejeros de las sociedades vascas cotizadas comienzan a admitir que es bueno que se sepa que han invertido dinero en comprar acciones, cuando hace apenas unos años les aterraba la idea de que se hiciese público. Al tiempo, las empresas empiezan a interiorizar la tesis de que sólo si cuentan la verdad a sus empleados y lo hacen además de forma periódica -¿ganamos? ¿perdemos? ¿cuánto?-, podrán tener una plantilla alineada con los intereses de los accionistas.

«Hace unos años, en plena actividad de ETA -opina José Miguel Ayerza, secretario general de la patronal guipuzcoana Adegi-, hubiese sido impensable poner en marcha algo así. Era un obstáculo insalvable. La transparencia entonces se convertía en un riesgo para la vida de muchas personas», dice en relación al programa puesto en marcha. Una estrategia en la que la institución guipuzcoana es pionera y de la que se siente especialmente satisfecha. En síntesis, se trata de aumentar de forma exponencial los niveles de información en el seno de las compañías -grandes o pequeñas, eso es lo de menos-; y también la participación de todos empleados, no sólo de los directivos, en las reflexiones internas en las que se define el producto, el mercado, la estrategia, la organización... «La única fórmula para conseguir más implicación de los trabajadores de una empresa es transparencia y más participación», opina Ayerza.

El impulso de la ley

Muchos de los pasos que los empresarios han tenido que dar en ese camino hacia el 'desnudo semiintegral' no han sido voluntarios. Han venido forzados por los cambios en la legislación que han obligado a hacer públicas las cuentas de las empresas -en Bolsa o no-, y que también ha sacado a la luz la remuneración de los consejos de administración en las sociedades cotizadas. Pero también es cierto que únicamente un porcentaje mínimo de los empleados de cualquier compañía tiene formación adecuada para interpretar mínimamente una cuenta de resultados, el balance o el informe de la auditoría. Y eso sin despreciar la idea de que esos documentos, aunque sean rigurosamente fieles a la realidad contable de la empresa -sobre lo que en los últimos años se han generado dudas más que razonables- son algo parecido a los bikinis: enseñan mucho, pero no permiten ver los datos fundamentales. De ahí que cumplir formalmente las exigencias de información pública que marca la legislación no necesariamente supone tener un certificado de transparencia real.

«En las sociedades democráticas donde impera la libertad y el Estado de Derecho, resulta exigible una máxima transparencia en las empresas para que se desarrolle la responsabilidad social corporativa», apunta José María Bergareche, presidente del Círculo de Empresarios Vascos. Una institución que siempre ha mostrado su preocupación por la imagen social del empresario y que cree que los casos de corrupción, también los excesos y en el pasado ETA, han contribuido a generar «una sospecha sobre la creación de riqueza o sobre las retribuciones de los profesionales», dice Bergareche. Y admite también que haber podido dar un salto para romper algunas barreras tendrá resultados positivos. «La transparencia, la exigencia y el cumplimiento en libertad de una ética organizativa y corporativa deberían restablecer el prestigio y la consideración social de los empresarios, del espíritu empresarial y del emprendimiento», concluye el presidente del Círculo.

Un camino que tiene espinas

También hay un precio que pagar por ello. Nada es gratis. El pasado mes de julio, en el acto oficial con el que se inauguraba la cotización de Euskaltel en el mercado bursátil, el presidente de la Bolsa de Bilbao, Manuel Ardanza, se congratulaba de la decisión adoptada por la operadora telefónica, al tiempo que ponía en evidencia que «los directivos ya han aprendido lo que significa la transparencia». Lo decía en referencia a la polémica suscitada por la decisión de los accionistas -Kutxabank y dos fondos de inversión- de premiar con un bonus de 46,8 millones de euros a 25 directivos de la compañía. Una decisión que hubiese pasado inadvertida en una firma no cotizada, pero que pasa a ser de dominio público para el que quiere estar en el mercado de capitales.

Hace tan sólo seis años, publicitar que un directivo o un consejero habían adquirido acciones de una compañía se consideraba en el País Vasco una temeridad porque colocaba a los protagonistas en la diana de ETA. Hoy, hacerlo público es una obligación legal en las sociedades cotizadas en Bolsa - recientemente, por ejemplo, se conoció que Josu Jon Imaz ha invertido casi medio millón de euros en acciones de Repsol, compañía de la que es consejero delegado y primer ejecutivo-, pero, desaparecida la amenaza terrorista, pasa a tener una lectura positiva. En la práctica, supone el compromiso del directivo con la empresa que maneja, la vinculación de su patrimonio a la suerte que corra ésta y, también, un mensaje público de confianza en el futuro de la empresa. Más aún cuando la cotización apunta a la baja y los especuladores apuestan de forma masiva por el hundimiento del valor. En esta línea, el propio Gobierno Vasco consideró una salida «airosa» antes del verano que los directivos de Euskaltel invirtiesen la totalidad de su bonus millonario en acciones de la operadora.

El talante discreto

¿Ha ocultado hasta ahora el empresario vasco o el directivo de remuneración millonaria sus ingresos o su patrimonio de forma intencionada? Hay un consenso generalizado en aceptar que la respuesta es «sí» y que la razón principal era la extorsión de la banda terrorista -la misma que propició que unos 700 vascos exigiesen cada año a las haciendas forales que sus declaraciones de IRPF y Patrimono fuesen «confidenciales»-, pero también hay quien cree que hay algunos rasgos «culturales» en Euskadi que han llevado a este colectivo a ser «calvinista, austero y discreto». Así lo cree Francisco Javier Azpiazu, secretario general de la patronal vizcaína Cebek, quien defiende la tesis de que los empresarios vascos tienen rasgos diferenciales en comparación con los de otras zonas de España. «El empresario vasco siempre ha sido poco dado a la ostentación, a alardear de bienes materiales o a mantener un estilo de vida radicalmente distinto al de su entorno. El empresario, en Euskadi, no tiene una vida completamente separada a la de los empleados de su propia empresa, sino que coincide con ellos en muchísimas actividades, incluso en el colegio de sus hijos. Pero esto no es una actitud forzada o artificial. Forma parte de la cultura, de su forma de ser y... creo que además es bueno que sea así. Más que un intento de ocultar, hay muchas actitudes que se justifican por la sobriedad de las personas. Es una forma de ser», cree Azpiazu.

Desde muchos sectores se considera que el paso dado por la patronal guipuzcoana al animar y estructurar el camino de sus empresas hacia la transparencia, no es una vocación sino una estrategia para romper el bloqueo en la negociación sindical. Algo así como «ganemos la voluntad de los empleados, ante la imposibililidad de llegar a acuerdos con sus representantes». El secretario general de Adegi lo niega, defiende que este movimiento «no es contra los sindicatos, va más más allá». Que se hace «por convicción», porque entienden que es la mejor forma de construir una empresa de éxito que sea capaz de pervivir en el futuro, al tiempo que admite que «éste es un camino muy largo del que queda mucho por recorrer». También reconoce Ayerza que la 'prueba del 9' para verificar si esa declaración de trasparencia empresarial es sincera o coyuntural -el despegue se ha producido cuando la mayor parte de las empresas estaban en pérdidas- llegará cuando estén en beneficios. ¿Seguirán siendo igual de trasparentes con la plantilla? El secretario general de Adegi confía en que sea así porque, apunta, «ya hay empresas que han recorrido ese camino, que están en beneficios y que mantienen su compromiso de hacer partícipes del resultado a sus empleados».

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