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Las 10 noticias clave de la jornada
La playa Es Caló, con fondos marinos que invitan al buceo.
Sin Formentera no hay paraíso

Sin Formentera no hay paraíso

Un paseo por la isla de Bob Dylan, el rey del porno, el chiringuito del autobús y las aguas más cristalinas de España

luis gómez

Viernes, 18 de julio 2014, 17:51

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Es imposible no caer rendido a las transparentes aguas de Formentera, mágicamente coloreadas por el efecto de las enormes praderas de posidonia, una planta subacuática que asienta la arena de playa y sirve de hogar a pulpos y sepias. Sin embargo, cada vez se encuentra más amenazada por las hélices de los lujosos yates procedentes de la vecina Ibiza. Porque pocos pueden resistirse al magnetismo de esta pequeña e infinita isla de apenas 82 kilómetros cuadrados.

El Caribe español (Ses Illetes)

En una isla tan pequeña, sólo 19 kilómetros la separan de punta a punta, no tiene ningún sentido hacer una selección de las mejores playas, especialmente cuando casi todas son de 10. Las más espectaculares son sin duda las de Ses Illetes. Suena a tópico, pero es como poner el pie en el Caribe sin necesidad de pasarse ocho horas dentro de un avión. Uno se puede decantar por la larga y paradisiaca Migjorn, salpicada de formaciones rocosas, o la pequeña y familiar Cala Saona. Si uno quiere recrearse con lo que pudo ser esta isla hace 40 años, puede disfrutar de la recogida Es Caló, que ofrece multitud de trampolines rocosos sobre fondos marinos que invitan al buceo.

Pero es difícil imaginarse una playa tan perfecta como Ses Illetes. Es lo más cercano al paraíso. Sólo hay que vivirla. Arena fina y aguas de azul zafiro. Una postal de verdad. Por buscarle un pero lamentar que ya desde mediados de junio se quede pequeña por la avalancha de visitantes. Para quienes prefieran una jornada más desahogada, justamente enfrente emerge la playa de Levante. Sopla algo más la brisa, lo que es de agradecer cuando el sol azota de lo lindo, y resulta mucho más natural para los amantes del nudismo en una isla, todo hay que decirlo, con tal espíritu libertario que no se escandaliza por nada. Una advertencia: en casi todas las playas hay que madrugar si se quiere pillar hamaca, para evitar rebozarse en sus arenales, y sombrilla. En el caso de llegar a tiempo a Ses Illetes, habrá que desembolsar 20 euros. Es lo que tiene Formentera, tan espectacular como cara.

Flipando con el rey del porno

Una de las muchas cosas guapas de la isla son la cantidad de chiringuitos y restaurantes de nivelazo a pie de playa. Que nadie se asuste. El compromiso arquitectónico está salvaguardado en casi todos los puntos de la isla, a excepción de Es Pujols, donde las autoridades han tenido que hacer algo la vista gorda para levantar apartamentos con los que mantener el necesario equilibrio hotelero. El buen gusto y el aire rústico presiden locales con encanto donde pegarse grandes homenajes gastronómicos con vistas de infarto y a salvo de la solana. Pero uno tiene sus preferencias. Sobresalen Can Rafalet (Es Caló), Vogamari (Migjorn), Es Molí de Sal (con fama de servir las mejores langostas, frías o en caldereta, mientras las omnipresentes lagartijas de un color verde esmeralda cosquillean nuestros pies) o el Beso Beach de los empresarios bilbaínos propietarios del antiguo Metro Moyúa...

Pero el Flipper&Chiller, en la playa de Els Arenals, lleva las de ganar para este periodista. El actor porno Nacho Vidal figura entre los socios fundadores del restaurante. Son muchas las veces que uno ha caído por allí y jamás ha dado con él. Casi mejor, no vaya a ser que le dé por justificar la fama que le precede. Lo verdaderamente importante es lo que se cuece en sus fogones y la carta nunca defrauda con sus arroces, carpaccios, risottos y tacos de atún con aguacate. Cabe la posibilidad de rematar la buena mesa con un final feliz en forma de masaje en la azotea del establecimiento. A media tarde la terraza, de 240 metros cuadrados, se pone de los más chill-out para contemplar la puesta de sol y asistir a las fiestas de la luna llena.

El bus del pirata y la gran (a) puesta de sol Formentera es pródiga en puestas de sol. A cuál más impresionante. Hay alternativas imborrables. Desde la del mirador de La Mola pasando por el faro de Cap de Barbaria, pero ninguna como la del Pirata Bus. Puede apreciarse una turbadora gama cromática que va del blanco al rosado, pasando por el azul, amarillo, rojo... Es el chiringuito con letras mayúsculas. El preferido para la hora del vermú y para despedir la tarde a base de música, tapas y mojitos, que no falten.

La historia de este legendario garito arrancó en los años setenta y remite a Aragón. Pascual y Pablo, sus propietarios, dejaron la discoteca que tenían en Calatayud cuando se enamoraron de Formentera. Vendieron su negocio y se afincaron en la isla, pero cuando se les acabó el dinero compraron un viejo autobús de línea. No para ponerlo en marcha, sino para trasformarlo en un bar sobre un ligero promontorio. Surrealistas, pero visionarios. Aquel autocar dio paso al Pirata Bus. El vehículo sirvió de barra hasta 1983, en que las autoridades ordenaron retirarlo. En su lugar levantaron un chiringuito de madera, en línea con la sencillez de los vecinos isleños. Cambió la estética pero mantuvo el espíritu hippie. Su irresistible encanto hace que todos los polvorientos caminos de Formentera conduzcan al kilómetro 11, donde un buen día quedó varado un bus para alegría de una clientela a la que no hay forma de hacerla bajar del mismo.

Al ritmo de Dylan en la Fonda Pepe

Hablar de la Fonda Pepe no es hacerlo de la cocina clásica y sencilla de Formentera, sino lo siguiente. En una isla donde la bohemia va cediendo paso al brillo de grandes fortunas, este establecimiento sigue guardando la esencia de tiempos pretéritos. Saca a todos los visitantes el espíritu hippie que llevan dentro, incluso a los que carecen de él. Da lo mismo. Fonda Pepe es como la vieja canción de todos los veranos: todo el mundo se enamora de este típico establecimiento de Sant Ferran.

Abrió sus puertas en 1953 y, ajeno a todo tipo de modas, sigue oliendo a auténtico. Recuerda a bar de pueblo pequeño, a esos humildes locales donde se servían botellines de cerveza y bolsas de patatas fritas y los hombres mayores pasaban la tarde jugando a las cartas o al dominó. Le bastó (y sobró) para convertirse en uno de los sitios más cool. Lleva así más de 60 años. Los lugareños apenas pestañeaban cuando veían entrar y salir de la fonda a tipos como Bob Dylan, Jimi Hendrix o Chris Rea, y a miembros de Pink Floyd, Led Zeppelin, King Crimson, a cuya isla dedicó la canción 'Formentera lady'... Simplemente los miraban como unos más. Las guías locales lo siguen presentando como el local con más solera de la isla. Conviene no perderse las paellas de pescado o de carne y, claro, seguir tirando de botellines, como hacían nuestros abuelos, si se cae por el Pepe. Porque Formentera, afortunadamente, no es Marbella ni siquiera Ibiza.

Mercado de La Mola

Formentera hace migas profesionales con las islas más importantes del mundo. No sólo con sus vecinas baleares sino con la más poderosa y urbana del mundo: Manhattan. Hasta lo más selecto de Nueva York llegan las creaciones de muchos artesanos que trabajan, viven y se inspiran en la más pequeña de las pitiusas. Cinturones de piel de serpiente, zapatos de cocodrilo, pendientes de coral... La creatividad se pega un baño de masas en El Pilar, la zona más alta de Formentera. Más allá de la oportunidad de compras, La Mola se ha convertido en un reclamo turístico. Otro más. En un icono de prestigio. La feria artesanal se inauguró en 1984 y reivindica la pausa y serenidad que tanto gusta a los formentereños. Objetos de cerámica, madera, plata, piedra, pechinas o vidrio... Todos hechos sin prisas. La Mola se transforma en un coqueto bazar todos los miércoles y domingos, animado por actuaciones musicales.

Formentera sólo tiene una pega, aparte de las hordas de italianos que desde hace décadas colonizan la isla. Es demasiado cara. Pero ya lo dice la presentadora ahora metida a labores de escritora Raquel Sánchez Silva, otra enamorada de este rincón del Mediterráneo, «todos los paraísos tienen algo de inaccesible».

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