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Turismofobia es xenofobia

Pese a que en Euskadi muchas cosas han cambiado, todavía una parte del país, la más intolerante y reaccionaria, sigue ahí y se manifiesta cada vez que asistimos a un nuevo reto como el del turismo

HARKAITZ MILLÁN ETXEZARRETA

DIRECTOR GENERAL DE BASQUETOUR-AGENCIA VASCA DE TURISMO

Jueves, 10 de agosto 2017, 08:29

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Turismofobia es xenofobia». Con esta afirmación tan contundente condenaba Jaume Colboni, el teniente de alcalde socialista de Barcelona, los ataques a turistas que llevamos tiempo contemplando en la capital catalana. Ya nos han llegado a Euskadi los intentos de generación de un estado de opinión que considera al turismo en general y hasta al visitante individual en particular como el origen de innumerables problemas y peligros para la sociedad. «Tourist go home» es el nuevo lema de algunos sectores políticos que dicen querer preservar nuestro modo de vida, nuestros derechos como ciudadanos y hasta se autoencuadran ideológicamente en la izquierda. Esta máxima que algunos exhiben por las calles tiene un trasfondo ideológico reaccionario de rechazo al diferente que en otros lugares de Europa es característico de la extrema derecha xenófoba. ¿A qué tendencia ideológica asociaríamos frases como «incinera al guiri» si la contempláramos en cualquier capital europea? En algunos casos se suman iniciativas un tanto bochornosas como fiestas «sólo para gente local», en las que los foráneos no son bienvenidos. Obviamente, hemos de suponer que los promotores de estas iniciativas no se consideran turistas a sí mismos en cualquier otro lugar al que acudan de vacaciones. A pesar de que en Euskadi muchas cosas han cambiado a mejor en los últimos años este fenómeno nos permite observar que una parte del país, la más intolerante, reaccionaria y hasta maleducada, sigue ahí y se manifiesta cada vez que asistimos a un nuevo reto como sociedad. El reto que supone el crecimiento del impacto económico y social del turismo y el aumento de visitantes no es ajeno a este filtro político pretendidamente crítico pero en el fondo profundamente retrógrado.

El turismo se está abriendo paso como uno de los sectores estratégicos de la economía vasca y de su necesaria diversificación más allá de sus bases tradicionales básicamente industriales. Los visitantes que eligen Euskadi como destino vacacional aumentan y se quedan más tiempo entre nosotros. Como consecuencia, el peso del turismo en el PIB global vasco ha aumentado hasta un 6% que, aunque escaso en comparación con otras aportaciones, crece de manera sostenida desde hace años. Uno de cada diez vascos que trabajan lo hace en el sector turístico que emplea a cerca de 100.000 personas en Euskadi. En 2017 la tendencia sigue siendo al alza. Nuestras ciudades, nuestra enogastronomía, nuestra costa y nuestra naturaleza gustan y eso es una buena noticia. Ya nadie duda de que el turismo sea parte esencial de la economía vasca, presente y futura.

Ésta es una nueva realidad que está provocando cambios que debemos atender sin mayor demora. La gestión de nuestras ciudades, calles, bares, restaurantes y tiendas; el impacto en el tráfico, en los alojamientos o en nuestros espacios naturales son algunos retos que debemos afrontar. Es fundamental promover una actitud responsable y respetuosa a la vez que crítica tanto en nuestra ciudadanía como en los que nos visitan. La visión abierta y tolerante habrá de ir acompañada de políticas que promuevan un desarrollo sostenible del turismo, un empleo verdaderamente de calidad, un consumo responsable de los recursos, la protección del medio ambiente o el justo reparto social del crecimiento que el turismo está provocando. Estamos en un momento crucial del camino. Será fundamental las respuestas que demos a estos desafíos, pues en ellas proyectaremos nuestra sociedad futura. Ha existido un amplio consenso político al respecto de la apuesta por el crecimiento del turismo sostenible y responsable en Euskadi hasta ahora. Romperlo apelando a sensaciones y jugando con sentimientos tan peligrosos como el rechazo al diferente y al extranjero es una grave irresponsabilidad política. Proclamar que en Euskadi se está fomentando el turismo de masas sin control es faltar a la verdad.

Uno de los retos fundamentales es poder conocer con exactitud lo que ocurre en torno a los cambios que el turismo genera para poder basar las respuestas en hechos y no en sensaciones subjetivas o manipulaciones interesadas. Observar y analizar la realidad es la base de una adecuada toma de decisiones. Los estudios realizados hasta el momento sobre cargas turísticas, cambios en el tejido comercial, hostelero y hotelero, evolución de ofertas y tipologías de alojamiento, número de visitantes e impactos económicos indican que no estamos de ningún modo en un escenario apocalíptico. Simplemente asistimos a una realidad que no era la que conocíamos hasta ahora. No obstante, hay que redoblar esfuerzos para no sucumbir a la tentación de dar por probados hechos que son mera posverdad caprichosa al servicio de un interés político demasiado descarado.

Si aceptamos las mentiras emotivas de aquellos que enarbolando una falsa actitud crítica y apelando a las inseguridades y miedos implícitos a todo cambio fomentan la turismofobia como solución a estos retos, estaremos permitiendo un repliegue sobre nosotros mismos y una reacción de rechazo ante un fenómeno que nos fortalece como sociedad moderna y abierta. El crecimiento turístico y los cambios que ya está provocando son una realidad que hay que gobernar y a la que no debemos responder con miedos y fobias sino con inteligencia y políticas claras, audaces, abiertas y tolerantes. Los turistas que nos visitan lo hacen por nuestra cultura e identidad, sin duda, pero esperan encontrar una sociedad abierta y respetuosa con la pluralidad de propios y ajenos. La evolución en las costumbres y modos de vida nos han permitido avanzar hacia sociedades tolerantes que respetan al diferente, protegen derechos y libertades individuales y aceptan el pluralismo ideológico, cultural, lingüístico o religioso como un valor positivo y no como una amenaza. El contacto directo y espontáneo entre culturas y formas de vida distintas a los que el turismo contribuye de manera clara, es un factor fundamental de comprensión mutua y respeto. Permite la promoción de valores comunes a toda la humanidad, base principal de las sociedades abiertas. Quien juega con este frágil equilibrio es un insensato.

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