Territorio y fractura social
En contra de lo pronosticado, las mejoras continuas en telecomunicaciones y transporte no están permitiendo mantener la población de las localidades pequeñas. Gran parte de ... la geografía mundial se está vaciando a causa de unas emigraciones que provocan conflictos sociales en los territorios receptores y empobrecen las zonas emisoras. La organización territorial se traduce en sus instituciones, que en el País Vasco son directas herederas de las medievales. Muy condicionadas por la difícil orografía y la débil población de la Edad Media, surgieron dos planteamientos institucionales opuestos: el centralismo vitoriano y la administración itinerante de Gipuzkoa; con un nivel intermedio en Bizkaia. Las instituciones vascas actuales han adoptado algunas medidas correctoras; pero no funcionan. La implantación territorial sigue una inercia histórica: en Vitoria-Gasteiz (el 9% del territorio de Álava) se concentra el 77% de los alaveses y en San Sebastián (3% de la superficie) el 25% de los guipuzcoanos; y en el 'botxito' (1% de Bizkaia) se 'apiña' un 30% de los vizcaínos.
El asentamiento de la población está condicionado por la cercanía al trabajo y las instituciones. En el Antiguo Régimen el trabajo era abrumadoramente agropecuario, con un significativo sector metalúrgico donde la fuerza del agua permitía el trabajo del hierro. La pesca ofrecía empleo en toda la costa. Pero las principales poblaciones eran mercantiles: 'puertos secos' (como Vitoria y Orduña) y puertos de mar (Bermeo, Deba, San Sebastián y Bilbao). En cuanto a las instituciones, en Gipuzkoa la capitalidad itineraba entre San Sebastián, Azpeitia, Azkoitia y Tolosa. Allí se trasladaban a vivir las autoridades y los funcionarios, por lo que hay muchas viviendas señoriales. Además, las juntas de representantes municipales rotaban por las localidades que tuvieran una iglesia lo suficientemente grande para albergarlas.
Resulta revelador que Oñati contase con universidad cuatro siglos antes que las tres capitales vascas; y que el primer grupo intelectual surgiese en Azkoitia (la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País). Esa tradición descentralizadora se mantiene en las juntas actuales; que se reúnen periódicamente en los pueblos. Otro vestigio revelador es que los archivos de Gipuzkoa estén en Tolosa y Bergara. Eso explica que actualmente el trabajo y la población de Gipuzkoa estén bastante repartidos. En cambio, en Álava la nobleza rural fue 'domesticada' en 1332 por el pacto de Arriaga; concentrándose todo el poder en media docena de linajes de Vitoria. Y allí sigue casi todo: instituciones, empleo y población. Desde hace una década sus 'cuadrillas' (comarcas) han incrementado sus presupuestos y el número de contratados -los cargos electos antes solo recibían dietas-. Pero ese incremento del gasto no ha frenado el declive de las cuadrillas; continúan emigrando los jóvenes e incluso muchos de los agraciados con esos empleos residen en Vitoria.
En cuanto a Bizkaia, originalmente estuvo descentralizada; pues tuvo una casa de juntas en Gernika (para las merindades del este del Nervión) y otra en Avellaneda (para las Encartaciones). Durante siglos las localidades del Señorío se resistieron a someterse al centralismo bilbaíno. Pero su puerto fue creciendo hasta que en 1602 arrebató a Bermeo su título de 'cabeza de Vizcaya'. Y en 1804, con el motín de 'la Zamacolada', Bilbao derrotó a las pequeñas poblaciones que desafiaban su hegemonía, consiguiendo clausurar las 'rebeldes' Juntas de las Encartaciones; para poco después absorber a la 'rival' Abando (que quiso hacerle la competencia con su propio puerto). Al proclamarse la República en 1931, algunos alcaldes encartados se reunieron en Sopuerta con el propósito de reanimar su comarca mediante un estatuto de autonomía. Ahora Bilbao lo centraliza todo; con la simbólica excepción de la Casa de Juntas de Gernika.
El reto es grande, porque los desequilibrios territoriales son como muchas enfermedades de la vejez: destruyen imperceptiblemente el tejido social y son muy difíciles de revertir. Por eso el reequilibrio debe de convertirse en una prioridad estratégica. Para ello se debe abandonar la práctica inmoral de crear empleos públicos para colocar a los militantes de los partidos. Hay una hiperinflación de empleo público en Euskadi. Lo que faltan son empleados de empresas y -aún mejor- autoempleados (los trabajadores más resilientes). Para conseguir un auténtico reequilibrio territorial debe darse una 'discriminación positiva' hacia las localidades peor comunicadas, con suelo industrial de mayor coste o que más están sufriendo con la revolución tecnológica. Debe implantarse una política de fomento de nuevos negocios compatibles con la orografía vasca: no contaminantes, que no requieran de grandes factorías que destrocen el paisaje. Por ejemplo, los relacionados con la economía digital, los nuevos materiales, las 'industrias de la felicidad' (ocio, deporte, cultura, turismo) También debe de promoverse el emprendimiento y cuidar a los empresarios. La presión de ETA y la fuerte degradación urbana (localidades incómodas y estéticamente feas) provocaron que muchos empresarios y los mejores profesionales (médicos, abogados) se vayan de sus pueblos.
Algunos viven en la capital y vuelven a trabajar; pero su compromiso ya no es el mismo. Sus hijos, al no vivir allí, se relacionan y casan con personas ajenas a la localidad y se acaban desvinculando. Muchos empresarios no encuentran sucesores y venden a propietarios residentes fuera; y estos -desvinculados sentimentalmente- son los primeros que deslocalizan. Así los capitales humanos y monetarios desaparecen; dependiendo económicamente la gente de su diputación provincial. Por eso la población debe contemplar cada negocio local como un recurso colectivo -gastando en esos establecimientos- y a cada empresario como un 'patrimonio' de la comunidad.
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