Sonreir en Navidad no significa ofender a los ausentes
Las familias no saben muy bien qué hacer ante el dilema de celebrar algo, cuando no hay ganas de celebrar nada. El ánimo no está ... para festejos y el contraste de lo que fue la Navidad, pero que ya no es, se junta con el clamor mediático de una Navidad dulce y tierna. Sentimientos encontrados, alegría externa y profunda tristeza interna. A menudo escuchamos el deseo de llegar al 7 de enero y pasar estas fechas cuanto antes.
Quiero aportar la visión psicológica para sugerir una actitud aconsejable ante la confusión habitual en estas fechas. En primer lugar, subrayo el respeto a todas la familias que intentan afrontar la Navidad lo mejor que pueden y saben. El hacerlo por los pequeños de la casa, el ir a Benidorm hasta que pase todo, el cenar solos en casa como un día más sin ir a la reunión familiar o el brindar en honor también a nuestro ser querido...Todas las maneras configuran la libertad humana de vivir la vida.
En psicología sabemos que el sentimiento de culpa está muy presente en la mayoría de los procesos de duelo.
El sentimiento de sufrimiento y tristeza brota de una forma más permitida que la alegría y así parece que somos más fieles y leales al dolor de la ausencia de nuestro ser querido. Es como si le quisiésemos más desde el dolor o incluso, como si estuviésemos mas cerca de ellos desde el intenso sufrimiento.
Quizás nos sentimos raros e incluso culpables si sonreímos y hablamos de otras cosas, creyendo por ello que deshonramos al ausente. El sentirnos mal por sentirnos bien. El luto visible y la censura sutil hacia la alegría compartida en la mesa no es el camino más saludable. Al renunciar a la sonrisa, renunciamos también a que podamos recordar desde la alegría a nuestro ser querido. «Yo me moriré y apareceré como fantasma a través de tu sonrisa, buscarme en esa sonrisa libre y digna como ha sido mi vida y entenderéis el significado del recuerdo agradecido». En el duelo es fundamental, darnos permiso para seguir viviendo lo mejor posible y poder así reconstruirnos dignamente. Los permisos que nos concedemos para abrirnos a la alegría no significa ofender ni abandonar a nuestros seres queridos, lo contrario, es el ejemplo a seguir para convertirnos en referencia de como queremos que el mundo recuerde a nuestros seres queridos, sin tener que evitar hablar de ellos por temor a que nos angustiemos al hacerlo.
La Navidad es tiempo de esperanza y en ocasiones la esperanza la unimos con creer en la posibilidad de aprender a llevar el dolor con humanidad y darnos licencia para aliviarlo con sonrisa y alegría.
Cuando nuestro corazón está invadido por el dolor, el mejor desatascador es volver abrirlo al cariño que recibimos por nuestros semejantes, para así volver a darlo a los demás y sentirnos más en paz.
Abrirnos a la sonrisa entre lágrimas es sinónimo de salud y de responsabilidad en el proceso de reconstruir una Navidad con esperanza y alivio. Yo elijo recordar a Juan Luis desde una sonrisa discreta y llena de cariño, porque además, así quiero que sea recordado.
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