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Seguir girando

ane arruabarrena

Lunes, 27 de noviembre 2017, 06:45

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Luis cruzó de manera ilegal la frontera entre México y Estados Unidos cuando tenía 19 años. Tanto a él como a sus compañeros de viaje, les dieron agua y comida para tres días, y unas mochilas llenas de cocaína que debían transportar. El viaje duró trece días y su mejor amigo murió en el camino, deshidratado. Hoy, Luis vive en Silicon Valley, recogiendo vasos en un bar, trabajando turnos dobles y ahorrando el poco dinero que gana para construir una casa en México para él y su familia.

La condición de inmigrante de Marta en nada se parece a la de Luis. Ella llegó a Estados Unidos con un título universitario, un master y escasas oportunidades profesionales en España. Sus vidas se cruzan a menudo. Ella le habla de sus progresos y sus añoranzas, y él le cuenta sus problemas para seguir en el país de manera ilegal y sus artimañas para no ser deportado. Lo poco, quizá lo único, que tienen en común, es el deseo de volver a casa.

La vida profesional de Marta en el Valle progresa muy adecuadamente. Lo suficiente como para no pensar en nada más que en el trabajo. La «carrera de ratas», como allí la llaman, consume el tiempo desde que uno se despierta hasta que medio-duerme (es difícil conciliar el sueño cuando hay tanto que conseguir). Es una dinámica competitiva, apasionante, enriquecedora y feroz. Y así van pasando los días, muy deprisa, y para cuando una se da cuenta ha pasado casi un año. Y Marta vuelve a su ciudad y por fin para y mira a su alrededor. Y es entonces cuando llegan las dudas. De repente, como una losa, todas las que creía certezas se le caen encima. ¿Es esto lo que quiero realmente? ¿Merece la pena todo el esfuerzo? ¿Cómo sería la vida en un sitio que me gusta y con la gente que más me gusta? ¿Y si pudiese tener tiempo libre? Visto así, todo son ventajas. Pero si las cosas fueran tan fáciles el número de jóvenes españoles en el extranjero no habría crecido casi un 80% desde 2009. ¿Podré encontrar un trabajo cualificado? ¿Podré dedicarme a algo que me motive? ¿Tendré opciones de crecer profesionalmente? ¿Podré mantener una familia? Poder ir a casa es siempre un regalo. Pero parar por un momento y dejar de rodar tiene sus inconvenientes.

En el caso de Marta, la solución sería plantarse y volver. Y confiar en que nuestras administraciones se den cuenta de una vez por todas de que invertir en talento significa invertir en el progreso y en la competitividad de un país a largo plazo. Es una afortunada. Muchas otras personas que han emigrado, como Luis, no tienen esa opción. Tienen que seguir dando vueltas en la rueda, y en su caso sin pasar de niveles, sin gratificaciones, sin motivación. Cerrar los ojos y tratar de no pensar en nada más que en seguir girando.

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