
Hablar tan mal
Rosa Díez Urrestarazu
Exdirectora de Euskadi Irratia
Jueves, 10 de abril 2025, 02:00
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Rosa Díez Urrestarazu
Exdirectora de Euskadi Irratia
Jueves, 10 de abril 2025, 02:00
Es una cuestión que parece estar normalizada. Cada día vemos que soltar tacos en el Congreso de los Diputados o en programas de televisión de ... máxima audiencia se ha convertido en algo habitual. Fuera de toda lógica, es precisamente la derecha quien ha puesto el listón muy alto al resto del arco parlamentario en esta materia. De hecho, ayer, la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, estalló ante la cascada de insultos que se oyen desde hace un tiempo en el congreso de los diputados. «... no es de recibo que una ministra del gobierno de España por estar aquí sentada, deba escuchar continuamente insultos como gentuza, puteros, payasos...». Hace unos días, Jaime Miguel de los Santos, del Partido Popular por la circunscripción de Madrid, desde su escaño en la Cámara baja vociferaba sin sonrojo alguno que su adversario político, refiriéndose al PSOE, «acabará convertida en una confederación de puteros».
Resultaba difícil dar crédito a semejante lenguaje por parte de una señoría en un foro que representa a toda la ciudadanía española. Si no fuera porque la señal se estaba retransmitiendo en directo por la web del Congreso, podría dar pie a pensar que era un montaje realizado por algún programa de humor. Voces y gestos manipulados para entretener al público. Pero no, era todo un diputado, en plena intervención. ¿Qué respeto se merece alguien que utiliza un lenguaje tan soez, vulgar y en todo caso, propio de una taberna bien entrada la madrugada?
Para la ciudadanía de a pie, resulta más sorprendente aún, que, desde ese partido, transmisor de valores, tradiciones, buena educación, y cultura cristiana, no dijera nadie nada ante semejante grosería propia de un bar de alterne. Si bien palabras tan malsonantes no se habrían oído nunca en el Congreso, determinados programas de televisión, tampoco se quedan a la zaga. Algunos de los presentadores estrella del entretenimiento, han normalizado decir palabrotas como parte del guion. 'Descojono', 'hijo de puta', 'cabrón', 'acojonante', 'polla', y un sinfín de ordinarieces más. Eso sí, todo ello entre risas y mofas en horario de máxima audiencia.
Por muy soez que le parezca a una parte de la audiencia, hay cierto público que se identifica con ese tipo de expresiones. «Es el lenguaje de la calle», argumentan quienes lo defienden. Sería importante recordar que la televisión nació con tres objetivos claros: informar, educar y entretener. Independiente de que hoy todas las cadenas pugnen por ofrecer el mayor espectáculo que atraiga a la audiencia, bien sea utilizando la información o a la hora de diseñar un magazine.
Por supuesto, para informar hay que contrastar las fuentes. A la hora de entretener es importante no que perder de vista el buen gusto. Y sin duda, cuando se aplica a este medio la tercera finalidad, la de educar, habría que tenerla en cuenta en toda la parrilla de programas. Porque la televisión llega a millones de hogares y a personas de edades muy diversas. Su poder es infinito. Cabe recordar una anécdota que presencié hace años en una cena. Mientras un cirujano afirmaba que la persona conocida a la que había operado de urgencia aquella mañana dentro de la gravedad no corría peligro, su esposa le interrumpió para decirle «pues la televisión ha dicho que sí». Este es un ejemplo de tantos. El poder de los medios es enorme, y en la era audiovisual donde la pantalla forma parte de nuestra vida, más.
Hay que hacer una reflexión sobre el lenguaje que se utiliza. Quien lidera un programa, a menudo se cree con poder suficiente para decir lo que le plazca. Pero, ¿acaso es necesario utilizar un lenguaje malsonante para hacer humor? ¿Es de recibo que, en un talk- show diario nocturno, a lo largo de una entrevista se diga una sucesión de tacos para tratar de identificarse con la juventud y hacerse el moderno? Una cosa es que los 'mass media', quieran conectar con el mayor número de espectadores posible. Obvio, legítimo y normal. Otra cosa es que para ello se utilice el lenguaje más vulgar, ordinario y chabacano. Se pueden hacer excelentes programas cuidando el lenguaje. El buen gusto no tiene nada que ver ni con la modernidad ni la juventud.
La misma que se debieran aplicar algunas señorías que mientras llevan por bandera valores tradicionales y buena educación, esta vez al menos se han llevado el máximo galardón en ordinariez y chabacanería. ¿Será que ahora, la buena educación es, blasfemar desde el escaño? Para ser transmisor de valores tradicionales, reglas de urbanidad y buena educación, Jaime Miguel de los Santos no parece un buen ejemplo de lo que propugna su partido. El Congreso de los Diputados es mucho más que un bar de alterne, en el que quiso convertirlo este señor durante aquella jornada.
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