Recuerdos
Recuerdo la Navidad de mi infancia con cariño. En Santa Lucía veíamos los caballos y los capones en la plaza. Oíamos a los charlatanes vendiendo ... la fila de 8 turrones y comprábamos manzanas reineta. Ponían el árbol en la plaza del ayuntamiento y lo decoraban con bombillas de muchos colores. A mí me gustaban las azules y de noche era mágico. Al aita le gustaba poner el nacimiento y juntos íbamos a buscar un arbolito que colocábamos al lado del belén con luces y figuras de color. Yo ponía un puentecito sobre un arroyo cerca del pesebre. Nos pasábamos un sábado entretenidos mi hermana y yo con el aita, mientras la ama nos preparaba una comida rica. Cuando cogíamos las vacaciones jugábamos con tiempo y todos veíamos lo mismo en la tele porque solo había un canal y el UHF apenas se sintonizaba. Hacía frío y jugábamos en la nieve en el prado enfrente de casa con las manoplas que apenas nos dejaban hacer bien las bolas. El día de Nochebuena solíamos cantar mi hermana y yo por algunas casas. Recuerdo que nos daba vergüenza. Nos daban caramelos o dinero para la cesta de mimbre que llevaba mi hermana. La cena de Navidad era una oportunidad para reunirnos en familia y la casa olía a compota, champiñones y cordero asado. La chapa de la cocina económica estaba llena de pucheros y por la noche calentaban el ladrillo para tener goxos los pies en la cama. La comida de año nuevo la celebrábamos en casa de la amama. La mesa del comedor nos acogía a todos y de fondo estaban los saltos de esquí después del concierto de Año Nuevo. La noche de reyes era mágica. Con 5 años Baltasar me trajo mi primera bici. Era una BH amarilla con cuatro ruedas. La víspera en la cabalgata y viendo a los pajes con las antorchas, el aita llamó a uno que me cogió y subió en brazos hasta el caballo del rey mago para que me diese un beso.
Recuerdo las Nocheviejas de mi juventud con fiesta y excitación. Todo kiski nos felicitábamos con dos besos y aunque apenas hablásemos durante el año, esa noche sí. No teníamos móviles y no nos mandábamos vídeos ni mensajes. La noche era corta y algunos aprovechábamos para subir a Irimo al amanecer para tomar un caldito caliente en la cruz. Me gustaba la sensación de ver el pueblo desde arriba entre la niebla y empezar el año con nuevos propósitos. Al igual que la víspera por la tarde daba una vuelta por Antigua con mi buen amigo para comprar pan casero en Sagaspe y hablar tranquilamente. En ocasiones las vacaciones eran para estudiar los exámenes de la uni que estaban cerca. Todo estaba bien y la vida tenía un ritmo intenso y mucha curiosidad social.
Recuerdo cuando eran mis hijas las que empezaban a disfrutar con la Navidad. Se nos caía la baba al acompañarles con el Olentzero. Era tiempo para estar en casa y visitar amigos. Preparar el árbol con el nacimiento junto a ellas y hacer un viajecito en familia para ver el ambiente de Navidad fuera de Donostia. El tiempo se nos pasaba rápido y siempre me gustó compartir con ellas muchas de las cosas que hice de pequeño con mis aitas. Mi chica y yo hemos disfrutado muchísimo con ellas desde el talo con txistorra en Santo Tomás hasta los tambores en San Sebastián. Qué gozada correr la San Silvestre con ellas y sacarnos la foto que nunca olvidamos. Las canciones de la Rafaela y las Nocheviejas con alboroto. También el canturreo con Oskorri y el aitona. Esquiar y apurar exámenes. Salidas nocturnas y pequeñas preocupaciones. Exceso de mensajes con el móvil y acompañarles a comprar el rosco de reyes. Siempre le tocaba a la izeba el muñequito y decíamos que le daría suerte. Ah!, y no me quiero olvidar de los conciertos con la otra izeba, todo un lujo. Todo estaba bien, y la vida pasaba rápido.
Hoy quiero construir el recuerdo de una Navidad que me ayude en un año difícil. A mis 50 años me han vuelto a regalar una bici y me he ilusionado como el niño que fuí. Aún no he perdido aquella mirada inocente que en años atrás me ha hecho sentir ridículo y en cambio ahora me siento afortunado. La pena es que ahora soy huérfano. Han pasado muchas cosas este año y aún no he digerido ni la mitad. Todo es muy surrealista y el horno no está para bollos. Hay mucha gente con dificultades, miedo y tristeza. La situación sanitaria es la prioridad. La situación económica es la prioridad. Y la situación psicológica es urgente. Quiero recordarnos que en nuestras manos está el cómo vayamos a recordar la navidad del 2020 y aún estamos a tiempo.
Para mí la Navidad es esperanza y quiero aprovechar mi artículo para aportar mi pequeña pincelada de ilusión, aunque destile nostalgia. Te deseo una cariñosa Navidad rodeada de los tuyos y aunque no estén, te pido que valores también a los que sí lo están. Ojalá nos demos el permiso de recordar también con una sonrisa y un pequeño brindis a las personas queridas que nos enseñaron a querer la Navidad. A mi familia, a mis amigos, a mis pacientes, a mis alumnos y a todos quienes formamos parte del sentirnos humanos. Os deseo una feliz Navidad y un próspero Año
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