
Ordenar el pesimismo
Pilar Kaltzada, Ainhoa Lete, Josu Ugarte y Guillermo Dorronsoro
Vocales del Foro Zedarriak
Sábado, 26 de abril 2025, 02:00
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Pilar Kaltzada, Ainhoa Lete, Josu Ugarte y Guillermo Dorronsoro
Vocales del Foro Zedarriak
Sábado, 26 de abril 2025, 02:00
Desde que Francis Fuyukama anunció su final, la Historia no ha dejado de escribir nuevos capítulos. Hay quienes defienden que los acontecimientos actuales son una ... repetición de otros momentos en los que también nos acercamos al borde de algo inédito; el tiempo lo dirá. Lo que parece percibirse es un desconcierto generalizado ante lo que el economista Joseph Stiglitz define como «el fin del progreso»: la negación de los valores que hasta la fecha han propiciado desarrollo económico y social. No es el mero paso del tiempo –dice– lo que nos ha permitido alcanzar cotas de progreso social y económico sin precedentes, sino las bases sobre las que hemos acordado hacerlo: la confianza en el conocimiento científico y la cooperación como sistema para generar alianzas de conocimiento que distribuyen los beneficios del saber. La llegada a la Casa Blanca del negacionismo y la unilateralidad son símbolos según Stiglitz de que el libro de la Historia debe redactar un nuevo capítulo.
En el informe 'Euskadi y la Unión Europea: Un destino compartido de prosperidad y competitividad', desde Zedarriak defendemos que apostar por Europa significa innovar y consolidar un modelo basado en el conocimiento y en valores de solidaridad. Defendemos, con Stiglitz, que estos son los principios del progreso en los que Euskadi debe jugar las cartas de su propuesta de futuro. ¿Por qué Europa? Porque en el contexto de desmantelamiento del orden multilateral, Europa debe ser punta de lanza hacia una transformación estructural.
El sueño europeo original, basado en la cooperación, la paz y la justicia social, se encuentra arrinconado ante prácticas unilaterales, el auge del proteccionismo y la erosión de los valores democráticos. La tentación del repliegue puede parecer una respuesta intuitiva en tiempos de incertidumbre, pero en realidad sería un freno a nuestro desarrollo. El mundo está cambiando y Euskadi debe hacerlo con él, no contra él.
Walter Benjamin introdujo en 1933 la idea de «organizar el pesimismo» en su ensayo 'Experiencia y pobreza' (1933), como una respuesta a la crisis de la modernidad y al fracaso de los mapas tradicionales, insuficientes para navegar y dar sentido en el nuevo mundo. El malestar colectivo es paralizante y por ello, Benjamin apuesta por hacer del pesimismo un método crítico para transformar la desesperanza en motor de cambio. No basta con lamentarse por la incertidumbre o esperar la redención en un futuro promisorio: en lugar de insistir en recuperar una Europa idealizada, asumamos sus contradicciones y deficiencias de forma crítica, no para diagnosticar, sino para construir a partir de lo aprendido.
Europa no puede seguir vendiéndose como el gran garante de la paz y la prosperidad sin reconocer que esta paz ha sido desigual y que la prosperidad no ha llegado por igual a todas partes. El auge de las extremas derechas, el desencanto con las instituciones son síntomas de un problema que no se resuelve con discursos sobre los valores europeos.
Si Europa está en crisis, es precisamente desde esa crisis desde donde debe reconstruirse. La incertidumbre geopolítica y el proteccionismo obligan a Europa a replantearse su modelo productivo, abriendo la posibilidad real de fortalecer la capacidad industrial y tecnológica comunitaria y de articular una red de alianzas que reduzcan su dependencia. Esto implica repensar el modelo económico, las estructuras de poder y relación entre los Estados y la ciudadanía, y abrazar la oportunidad de proponer un nuevo pacto social. En momentos de incertidumbre surgen nuevas formas de imaginación y, en Europa, esto podría significar una reactivación del espíritu de solidaridad y cooperación, con nuevas formas de democracia participativa.
Ante la polarización y la reducción de derechos sociales que atisbamos al otro lado del precipicio actual, el modelo social de Europa sigue siendo una alternativa real, pero no basta con creerlo. Este es el momento para que Europa invierta más en educación, salud y bienestar social y refuerce la idea de que la competitividad global no debe basarse en la precarización. El momento de revertir al estrechamiento de la sociedad civil con más sociedad, con políticas económicas y sociales que permitan la inclusión, equidad y justicia social y fomento de la diversidad que es parte de la idea europea, 'United in Diversity'.
Si Europa logra «organizar su pesimismo», emergería como una alternativa realista y renovada a un nuevo orden que no es compatible con los principios del progreso humano. Eso puede y debe ser Europa: un laboratorio donde alumbrar ese futuro posthegemónico.
Ante la campaña de la renta, los contribuyentes de clase media sentimos que con el peso del IRPF, IVA y otras tasas, cedemos más de la mitad de los ingresos. En lugar de indignarnos por su dilapidación en despilfarro, corrupción y estructuras inoperantes, es mejor adoptar una actitud estoica. Asumir que nuestros impuestos sostienen el Estado del bienestar (sanidad, educación, pensiones y servicios sociales) y mitigan problemas como desigualdad, inflación, paro, déficit y deuda pública... puede ser más constructivo. Aunque el destino directo de los impuestos escape a nuestro control, sí podemos influir en su gestión mediante el voto y exigiendo transparencia a nuestros representantes. Herramientas como el portal de la transparencia permiten a los ciudadanos supervisar el uso de los recursos públicos y evaluar su cumplimiento.
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