La actualización de la Doctrina Social de la Iglesia, sobre todo en asuntos de economía o de ecología, la valió a Francisco la etiqueta de ' ... comunista' o 'marxista', promovida por potentes grupos norteamericanos, que se sintieron atacados en algunos de sus dogmas más queridos. León XIV está empezando a sufrir las mismas acusaciones, a raíz de la publicación de la exhortación apostólica (el segundo documento en importancia magisterial después de la encíclica') 'Dilexi te' (Te he amado), centrada en la pobreza.
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¿Un agustino comunista? Es una orden que viene de la vida monástica, muy conservadora, que poco tiene que ver con la línea eclesial de los jesuitas, por ejemplo, identificados con las reformas y el compromiso social. Sin embargo, Robert Prevost asume posiciones muy firmes en este documento, seguramente pensado en su día por Bergoglio para defender que su apuesta por los descartados no fue una ocurrencia ideológica de su pontificado, sino una cuestión que está muy enraizada en el Evangelio. Eso justifica su apariencia de repaso histórico, pero entre digresiones espirituales se suceden mensajes muy contundentes y radicales.
«Debemos continuar denunciando la dictadura de una economía que mata», insta León XIV, «y reconocer que mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz». Prevost señala a esa «élite de ricos que vive en una burbuja muy confortable» y sitúa ese desequilibrio en las ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. En esa línea defiende que «quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a obtener lo que necesita de las riquezas ajenas». ¿Subversivo? Pues no se queda ahí. El documento bendice a los movimientos populares, asociados siempre a la izquierda, y llama a la acción contra «las estructuras de pecado», las estructuras de injusticia y contra la indiferencia moral. La Iglesia en salida.
¿Es un texto político? Su defensa de los últimos de la tierra tiene ese alcance, lo mismo que su apoyo a la inmigración, en el actual contexto geopolítico. La situación de los pobres es una causa fundamental para la fe: olvidar o despreciar a los pobres no es simplemente una cuestión de indiferencia moral, sino una ruptura con el Evangelio. «La preocupación por la pureza de la fe ha de ir unida a la preocupación por dar respuesta de un testimonio eficaz de servicio al prójimo, especialmente a los pobres y oprimidos», resalta el pontífice en este documento, que marca una señal de identidad.
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«Debemos continuar denunciando la dictadura de una economía que mata», insta el Santo Padre
Es ahí donde conecta con la aportación de la Iglesia latinoamericana (a la universal), siempre más abierta y audaz que en otros continentes. Rehabilita la Teología de la Liberación, sin nombrarla, y cita hasta en dieciséis ocasiones la 'opción preferencial por los pobres', la gran apuesta de aquella teología, entre cuyos padres se encuentra el sacerdote dominico Gustavo Gutiérrez, peruano por más señas, que nunca fue indiferente a los gravísimos problemas de la miseria y de la injusticia. Sella una reconciliación con aquella corriente.
A este Papa, como al anterior, le reclaman que se preocupe de otras cosas, pero ambos han puesto a los marginados en el centro de la Iglesia. León XIV redobla su compromiso con las periferias existenciales y contra la cultura de la exclusión, y envía un recado a Trump cuando escribe que acoger, proteger e integrar a los inmigrantes «contribuye a una sociedad más justa y a una democracia más plena». El magnate ha creado una Oficina de la Fe y parte de su equipo se reúne en oración en el Despacho Oval. No se puede rezar mientras se oprime a los más débiles, advierte el Papa.
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También envía otro recado a su vicepresidente, J. D. Vance, al reivindicar la parábola del buen samaritano, frente al 'ordo amoris' (orden del amor) invocado por el 'número dos' del Gobierno norteamericano, cuando defiende «los de casa primero» al justificar las deportaciones masivas. «Los pobres no son solo una categoría sociológica, son nuestra familia, son de los nuestros», enfatiza Prevost, que ya se enfrentó en su día al catolicismo integrista de la Casa Blanca.
En 'Dilexi te' se percibe una crítica a la 'teología de la prosperidad', la bandera del movimiento evangélico, que «favorece el individualismo y el capitalismo más estricto», en palabras del biblista Rafael Aguirre ('La utilización política de la Biblia', Verbo Divino), porque sostiene que el verdadero creyente es bendecido por Dios con fortuna, salud y felicidad. Frente a ello, León XIV desmonta la falsa visión de una felicidad basada en la acumulación de riqueza y el éxito social. La génesis del documento es de Francisco, pero compromete a León XIV, que sigue su estela.
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