En 2018 la ciudad de Seattle fue la primera gran ciudad de Estados Unidos que prohibió el uso de pajitas de plástico; la segunda gran ... ciudad estadounidense ha sido Washington, donde hace 131 años se inventó y patentó dicho artilugio que, entonces, consistía en un tubo de papel sobre el que se había aplicado una capa de cera.
Acabo de llegar de un crucero que me ha llevado hasta Brasil. Una de las cosas que me llamó la atención es que en el barco, al pedir un cóctel, a veces iba acompañado de una pajita envuelta en papel que decía en grandes letras: biodegradable. Probé y el sabor con o sin pajita era igual. En un bar de Río de Janeiro pedí una caipiriña, y me la sirvieron con una pajita, pero en esta ocasión de papel, similar a la primera patente de hace 131 años. Me dio la sensación de que cambiaban un poco el sabor de la bebida.
El mes pasado, la universidad Jaime I anunciaba que su Grupo de Polímeros y Materiales Avanzados, junto con el Laboratorio de Nuevos Materiales y Nanotecnología de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos del CSIC, habían desarrollado una pajita, que resiste el calor y no cambia el sabor, hecha de un plástico llamado PHA. Luis Cabedo, responsable del proyecto, nos dice que ese plástico se obtiene de algunas bacterias al alimentarlas de un modo controlado. Por lo tanto, no solamente son biodegradables, sino que su origen es renovable. También apunta un dato curioso: las bacterias se pueden alimentar con residuos que se otra forma habría que tratar, con lo que se reduce aún más su huella de carbono.
Sustituir plásticos no biodegradables, procedentes del petróleo, por otros biodegradables y de origen renovable me parece una buena idea.
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