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Tras la toma de posesión de Donald Trump, sus anuncios provocadores y la gran fiesta de la frivolidad posterior, la humanidad vivió el día de ... su investidura otra jornada negra de su historia. Sus decretos suponen toda una enorme condena para la humanidad y el planeta, pero Trump y sus acólitos lo vivieron como una explosión de fuegos artificiales.
Pero ante la plutocracia y sus caudillos ultras y radicales no cabe la resignación. El magnate Trump, Musk –el señor X– y el gran séquito de personajes ultraliberales forman una aristocracia populista y falsamente antisistema, basada en el uso de la mentira y de los bulos, el secuestro del significado de la libertad, el desprecio a los valores de la democracia y la acumulación de más poder y más riqueza.
¡Algo hemos hecho muy mal cuando sectores crecientes de la juventud y de clases humildes norteamericanas apoyan la narrativa trumpista! Los demócratas debemos acertar en la respuesta movilizadora, con ideas y con una nueva narrativa que se contraponga al discurso populista y de antipolítica que hace hoy en día la extrema derecha. Esa respuesta nos debería llevar a la defensa de cuatro principios universales que pueden unir a los demócratas en un ejercicio de activismo:
1. El interés general de la humanidad es «lo primero», como garantía de libertad real para la ciudadanía y frente a los intereses particulares de una plutocracia política.
2. La regeneración de una democracia herida ya es una urgencia, por ser el mejor sistema de gobernanza participativa que garantice transiciones justas ante la deriva autoritaria y privatista de los caudillos ultraliberales.
3. La necesidad de una regulación global sobre los usos de la Inteligencia Artificial y de las herramientas tecnológicas, para ponerlas al servicio de las necesidades de las personas y no del beneficio del Sr. X y los gigantes tecnológicos.
4. Promover la reforma de la ONU para una mejor defensa de la paz en general, la supervivencia del planeta y los bienes comunes globales frente a su apropiación privada. Nada está garantizado en estos tiempos de complejidad, incertidumbres y desafección hacia la política polarizada. Me refiero a los derechos y libertades fundamentales de las personas y a la pervivencia de la democracia representativa. Trump y toda la extrema derecha organizada cuentan con otra generación de armas que les garantizan un control político absoluto; estas son las redes sociales y la desinformación con los algoritmos, así como el empleo de la inteligencia artificial.
La vuelta a un ciclo ultra y reaccionario nos recuerda los años treinta del pasado siglo, cuando el fascismo pretendió la liquidación de la democracia y provocó millones de muertos y sacrificios.
Ahora, la inacción de las sociedades democráticas y de sus representantes, el largo retraso que llevamos en la regeneración del sistema democrático, nos conduce al suicidio. Es tarde, aunque no podemos dejar de luchar desde la épica y la ética.
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