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Mirando al nuevo curso

Repensar Euskadi ·

Es necesario que la universidad sea un agente transformador de la sociedad de la que forma parte, capaz de proponer debates e ideas que vayan más allá del 'aquí' y del 'ahora'

felix arrieta | IÑIGO CALVO

Domingo, 2 de septiembre 2018, 07:51

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Comienza otro curso académico en la universidad. En el camino del alumnado por llegar, muchos trabajos (cada vez más, individuales y grupales), muchas horas de clase (en abierto diálogo) y alguna que otra prueba escrita. Un esfuerzo que hace que las vacaciones de verano hayan sido, para la inmensa mayoría, un paréntesis más que merecido.

En nuestro caso, como profesores de universidad, el curso que va a comenzar nos invita a reflexiones y preguntas sobre la tarea de la propia universidad en esta sociedad interconectada donde el conocimiento ya no es una casilla cerrada que se obtiene en un momento dado, sino algo en constante transformación a lo largo de la vida. Cuando escribimos el primero de esta serie de artículos más de una persona nos invitó a que habláramos de nuestro propio ámbito de interacción, del más cercano, del diario. Hoy, a las puertas de un nuevo curso académico, nos parece el momento oportuno para poner también una pica en el sistema universitario vasco y en sus retos de cara a futuro.

En primer lugar, el acceso al conocimiento ha cambiado de forma radical. El mismo ya no solo está entre las paredes de aulas y bibliotecas. Sino también ahí fuera, al alcance de un clic. Y este hecho transforma de forma radical la estrategia de aprendizaje en el aula. El viejo modelo de clases magistrales, en la que todo se juega a la carta del examen final, está agonizando. Frente a ello, transitamos a modelos de evaluación continua en los que se emplean estrategias colaborativas para la interacción entre estudiantes y profesorado. Además, se están abriendo nuevos espacios extracurriculares que van más allá del aula, y en los que el alumnado es libre para experimentar y seguir desarrollando un amplio abanico de competencias. La colaboración con las entidades del tercer sector, las prácticas internacionales, o los eventos organizados por iniciativa estudiantil pueden ser ejemplos vivos de esta dinámica.

Este cambio producido en el acceso al conocimiento y la estrategia de aprendizaje tiene su efecto directo en el profesorado universitario dado que, en este nuevo paradigma, tiene que ayudar -más que a dar respuestas- a formular preguntas. La labor del docente hoy en día debe conseguir fomentar la generación de pensamiento humanista y crítico, competencia clave para el mundo en el que vivimos y viviremos. Y todo ello desde la perspectiva del acompañamiento a los y las estudiantes. El acompañamiento es básico en esta nueva realidad y permite visualizar y reforzar las competencias del alumnado. Las y los profesores tenemos que ser capaces de ver un poco más allá del expediente académico, sobre todo al abordar la diversidad de miradas y habilidades de las que se componen las aulas. Nuestra capacidad de acompañar a las alumnas y alumnos, incluso una vez finalizada su estancia en el aula, es un indicador claro del impacto que cada docente dejará en la trayectoria vital de aquellas personas con las que hemos aprendido en el camino.

Pero además de los cambios en los tradicionales roles asociados a profesorado y alumnado, la propia universidad también experimenta cambios en el contexto en el que interactúa. Las fluidas fronteras del conocimiento han resquebrajado la torre de marfil en la que la universidad trabajaba (o se escondía) previamente, volviendo a poner en el centro del tablero la necesidad de que la misma sea un agente transformador de la sociedad de la que forma parte. Es imprescindible que la universidad sea capaz de proponer debates e ideas que vayan más allá del aquí y el ahora, que alimente una conversación pública reflexiva y crítica hacia el medio y largo plazo. Y que la investigación que se produzca sea en interacción con la propia realidad y otros agentes de la sociedad, imbricándose en los debates que cada momento exige. Esto conlleva, además, un fomento de la interdisciplinariedad en docencia e investigación, ya que la 'polinización cruzada' de saberes y perfiles es esencial para abordar una realidad compleja. La biotecnología nunca hubiera surgido si las personas que saben de biología no se hubieran mezclado con las que conocen la tecnología. Los retos de esta sociedad (envejecimiento, exclusión, cambio climático…) se han de abordar inevitablemente desde una óptica interdisciplinar, plural y abierta.

¿Y dicho esto: está la universidad vasca preparada para todos los retos enunciados? Los arriba firmantes desconocemos la respuesta a esta pregunta, pero estamos convencidos de que en la UPV-EHU, Deusto y Mondragón existen los mimbres necesarios para abordar los retos de evaluación continúa, aprendizaje extracurricular, generación de pensamiento crítico, polinización cruzada del conocimiento e investigación con impacto social. De lo contrario, caeríamos en un ensimismamiento poco saludable y, a la postre, como decía Beck, nos convertiríamos en otra categoría zombie. Y esto es algo que como sociedad no nos podemos permitir. Necesitamos una universidad abierta, crítica y conectada con la sociedad que la rodea. Una universidad que transmita saberes, que forme a personas dispuestas a convertirse en grandes profesionales, dispuestas a pelear por la justicia social.

Desde esta realidad, y mirando al nuevo curso académico que está a punto de empezar, es necesario fomentar espacios de trabajo en común en los que poder transmitir con acciones concretas las ideas que acabamos de exponer. Es mucho lo que la universidad puede hacer si transmite mensajes conjuntos para trabajar en áreas como las mencionadas previamente.

Hace falta comenzar a tejer redes de trabajo en común a partir de experiencias concretas. Nosotros estamos dispuestos. El reto lo merece. Ongi hasi ikasturtea denek!

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