El calentamiento global es uno de los efectos más importantes del cambio climático y eso tiene un impacto directo en la salud humana: las temperaturas ... excesivamente altas, y también las bajas, incrementan la morbilidad y la mortalidad. Es cierto que, según algunos estudios recientes para Europa, el frío extremo tiene 8,3 veces más influencia en la mortalidad que el calor extremo. Pero las cada vez más frecuentes olas de calor hacen que todo esto esté cambiando rápidamente y este fenómeno climático haya adquirido una relevancia singular en la salud pública. Los años 2022-2025 están siendo los más calurosos desde que se tienen registros.
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Esto no ocurre por casualidad. El factor antropogénico en el cambio climático es el más importante y, aunque en el Acuerdo climático en París del año 2015 se marcó el objetivo de no incrementar la temperatura 1,5º-2º sobre el periodo preindustrial (finales del siglo XIX), no se está consiguiendo. Desgraciadamente, según la Organización Meteorológica Mundial, la medición para 2024 ha rebasado ya los 1,5º. En menos de una década hemos comenzado a superar lo que se deseaba para el año 2050. Además, Europa se está calentando a un ritmo muy superior a la media mundial. Y están especialmente afectados los países del sur, los del entorno mediterráneo. Por ejemplo, las mediciones de Funcas para España en 2022 son de 1,7º y, según un Informe sobre el Estado del Clima en Euskadi presentado hace pocos meses por Euskalmet, 2024 fue el primer año en el que superamos ese umbral de 1,5º. No son buenas noticias y no es previsible que los datos de 2025 sean mejores.
La ola de calor más mortífera en Europa sucedió el verano de 2003. Ese año la muerte de 70.000 europeos fue relacionada directamente con la canícula y los países más afectados fueron Italia, Francia y España. Otro periodo de ola de calor importante fue el de 2010 en Rusia, donde fallecieron 55.000 personas.
La mortalidad relacionada con el calor para mayores de 65 años se ha incrementado un 85%
El cambio climático afecta de múltiples maneras a la salud humana. La vulnerabilidad al calor está determinada tanto por factores fisiológicos –la edad y el estado de salud– como por factores de exposición laboral y las condiciones socioeconómicas. El estrés por calor puede exacerbar enfermedades subyacentes, como patologías cardiovasculares, diabetes, salud mental, asma, trastornos del sueño y otras enfermedades crónicas. Además, el calentamiento global está provocando la difusión a latitudes más elevadas de enfermedades trasmisibles por mosquitos vectores. Cada vez son más frecuentes los casos de infección por virus del Nilo occidental, dengue y chikungunya. Y aunque muchos casos son importados, otros muchos son infecciones autóctonas.
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Existen variados estudios que certifican que el calor extremo afecta sobre todo a niños y personas de edad avanzada. Concretamente, según datos de la OMS, la mortalidad relacionada con el calor para mayores de 65 años se ha incrementado un 85% si la comparamos con periodos de principios del siglo actual. Este hecho se hizo muy evidente en las olas de calor de París y Moscú, con incrementos de mortalidad muy importantes entre los ancianos. De hecho, se dice que 2003 fue el año que despertó las alarmas en Europa sobre esta problemática.
Además, las clases más humildes, con menor acceso a la refrigeración, presentan una mayor vulnerabilidad, tal y como han señalado algunos estudios epidemiológicos. La mortalidad y otros problemas de salud en los periodos de canícula suceden especialmente en los entornos urbanos porque las ciudades no están diseñadas para soportar estas situaciones. La dificultad intrínseca y la escasa conciencia histórica para la generación de espacios verdes, además de la utilización de materiales constructivos inapropiados, son el origen de lo que se ha denominado 'islas de calor'.
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Las soluciones a toda esta problemática y las consecuencias que tiene para la salud pública son necesariamente múltiples y complejas de llevar a la práctica, como señala un amplio grupo de científicos que anualmente publica el informe 'Lancet Countdown sobre salud y cambio climático'. En él monitorizan con 56 indicadores (quince en el apartado de salud) los avances y retrocesos en esta materia. Desgraciadamente, diez de los indicadores de salud presentan «récords preocupantes».
En algunas ciudades se han promocionado programas de identificación de refugios climáticos. Puede resultar una iniciativa interesante y algo populista, pero realmente su impacto es mínimo en la salud de los ciudadanos. Sí es necesario desarrollar políticas urbanas en las estancias donde se identifique una mayor deficiencia en la refrigeración: domicilios, centros de trabajo, centros residenciales (especialmente de mayores) y asistenciales (centros de salud y hospitales) y, evidentemente, con un impulso al desarrollo de áreas verdes arbóreas.
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